Por Faye Flam
Si lo que estás haciendo no funciona, debes enmendar el rumbo y no repetir, una y otra vez, la misma táctica fallida. Durante algún tiempo, eso es lo que ha ocurrido con Estados Unidos y su estrategia para contener el COVID-19.
En las últimas semanas, le pregunté a varios expertos qué saben ahora que desearían haber sabido la primavera (boreal) pasada y cuál consideran que fue el mayor error de las autoridades de salud pública.
De sus respuestas, surgieron dos grandes tendencias: los confinamientos (demasiado rígidos) y las pruebas (demasiado lentas). Cuando aún quedan algunos meses más para que la vacunación logre controlar la pandemia, los errores del 2020 deberían ser las lecciones del 2021.
Michael Osterholm, epidemiólogo de la Universidad de Minnesota y miembro del comité asesor de Joe Biden, dijo que uno de los errores cometidos en marzo fue cerrar los negocios en lugares del país donde casi no se habían detectado casos. “¿Fue apropiado cerrar tantas cosas en ese entonces cuando había tan pocos, o ningún, contagio? Creo que ahora podríamos argumentar que probablemente no fue el mejor uso de los recursos... es evidente que esto alienó a la misma población con la que necesitábamos trabajar”, señaló.
Se desperdició tiempo y también la confianza pública. Osterholm compara la situación con las alertas de huracanes. La gente las toma en serio porque normalmente tienen razón. En muchos estados del medio oeste, la gente entró en modo de emergencia en el momento equivocado.
La forma en la que se manejaron las cosas durante la primavera dejó a la población llena de rencor y profundamente dividida; algunos vieron las restricciones como tiránicas y otros se convencieron erróneamente de que, si la gente no hubiera sido “egoísta”, las medidas de control habrían erradicado el virus. Eso nunca ha sido factible en un país donde tanta gente habita viviendas abarrotadas y su situación económica no le permite quedarse en casa.
Peter Sandman, consultor de comunicación de riesgos, tenía razón el verano pasado cuando dijo que cualquier política que la gente no sigue, es una política mala. Aunque las estrategias de contención son tan importantes como antes, porque podrían pasar meses antes de que una vacuna relegue esta crisis a la historia, los políticos y los funcionarios de salud pública desperdiciaron la voluntad y la capacidad de la gente de quedarse en casa.
En abril, los expertos en salud pública reconocieron que los confinamientos no erradicarían el virus de EE.UU. Argumentaron que, una vez que los hospitales ya no estuvieran en riesgo de colapso, el propósito de mantener las restricciones para las escuelas y los negocios era ganar tiempo para idear una buena estrategia de aplicación de pruebas. Pero eso no pasó.
Michael Mina, epidemiólogo de Harvard, condenó nuestro programa de pruebas de COVID-19. “Desde el punto de vista de la salud pública, estamos obteniendo muy poca efectividad”, dijo. “Es evidente que nuestro programa de pruebas y rastreo de contagios está fallando”.
Las pruebas son su especialidad: es patólogo y supervisa los diagnósticos en el Brigham and Women’s Hospital de Boston. Las pruebas de COVID-19 funcionan para diagnosticar a las personas que se enferman gravemente, pero no son adecuadas para detectar personas contagiadas antes de que éstas transmitan el virus.
“Este virus tiene una ventana de contagio muy angosta, muy corta, en la que las personas pueden propagarlo”, dijo. Aquellos que obtienen un resultado positivo probablemente ya superaron su período más contagioso, y aquellos con un resultado negativo pueden todavía no serlo hasta días después.
Cuanto más los políticos y los medios de comunicación promueven las pruebas, más personas hacen fila para hacérselas y, por consecuencia, los resultados se tardan más y se vuelven menos útiles.
Los laboratorios están a tope de hisopos, dice Mina, por lo que permanecen sin ser procesados durante días. Él dice que sería mejor que los laboratorios se negaran a recibir hisopos si no pueden procesarlos dentro de las siguientes 24 horas. Sería mejor procesar solo la mitad de las muestras, pero dentro de una ventana de tiempo útil.
“No hay razón para meter un hisopo en la nariz de alguien si no podemos hacer nada con los resultados”, dijo. Las pruebas caseras, que además son baratas y rápidas, podrían ayudar. Estas muestras se están fabricando con más rapidez de lo que la gente las usa porque la salud pública no ha establecido una estrategia para ellas, agregó.
A Mina le preocupa que no obtengamos una estrategia efectiva para la aplicación de pruebas porque hay un historial de paternalismo en la salud pública. Existe la creencia de que si alentamos a las personas para que se hagan a sí mismas la prueba, inmediatamente después saldrán de fiesta, dijo. Lo mismo sucedió con las pruebas de embarazo caseras, en un inicio los funcionarios de salud pública no confiaban en que las mujeres podrían usarlas correctamente.
Él aboga por realizar pruebas simples rápidas y regulares, por lo menos una vez a la semana y preferiblemente dos, como han hecho algunas universidades para controlar los contagios. Además, las pruebas son algo que la gente está pidiendo, dijo. Las personas quieren conocer su estado de salud mucho más de lo que quieren usar tapabocas o evitar a otros.
Un enfoque más inteligente para las pruebas y los confinamientos contribuiría en gran medida a salvar vidas y haría que el 2021 fuera más llevadero que el 2020.
Después de pasar cientos de horas en el 2020 hablando con expertos, me queda la impresión de que no saben cómo controlar una pandemia de coronavirus y que van haciendo recomendaciones a medida que van avanzando. Eso es lo mejor que cualquiera puede hacer, siempre y cuando deje de repetir los mismos errores.