Pasará algún tiempo, muy probablemente años, antes de que se pueda estimar con toda seguridad el alcance del impacto económico de Covid-19. Mientras la economía mundial experimenta una paralización más amplia y prolongada, parece cada vez más claro que el mundo se enfrenta a una caída en la producción sin precedentes en amplitud e intensidad.
Algunos analistas ven en las crecientes perturbaciones económicas y el pánico del mercado las primeras agitaciones de un colapso económico más grave que la crisis financiera mundial del 2007-09. Joachim Fels, economista del fondo de inversión Pimco, advirtió recientemente que, en ausencia de una acción suficientemente agresiva por parte de los gobiernos, el mundo podría enfrentar un colapso del mercado y la consiguiente depresión.
Todas las recesiones crean molestias, pero el dolor de una crisis económica, por más fuerte que sea, depende en gran medida de la duración. La historia sugiere que es posible ver rápidas recuperaciones de enormes pérdidas de producción, pero de ninguna manera están garantizadas.
Algunas economías, tal vez las de Singapur o incluso Corea del Sur, podrían encontrar un punto de apoyo para la segunda mitad del año, suficiente para compensar parte de la producción perdida durante el primer semestre. Pero la probabilidad de que otros puedan experimentar descensos extremos en el PBI en el 2020, tal vez hasta de 10%, crece día a día.
Las caídas de esa magnitud no son particularmente inusuales en las economías en desarrollo, donde el crecimiento es altamente volátil. (Por poner solo un ejemplo, ha habido diez años desde 1980 en los que el PBI real en Libia ha caído al menos un 10%, entre los cuales la economía ha experimentado un crecimiento anual de hasta 125%). En los países industrializados, oscilaciones de esa escala son extremadamente raros.
Un análisis de datos recopilados por el Banco Mundial revela que desde 1960, en todos los países ricos, solo ha habido 13 casos en los que una economía experimentó una disminución anual en el PBI de al menos 5%, solo tres casos en los que la producción cayó al menos 7% en un año (Finlandia en el 2009 y Grecia en el 2011 y 2012), y ninguno en el que la producción se redujo en más del 10%. En el mundo rico, los brotes de grandes disminuciones en el PBI aparecen inmediatamente después de la crisis del petróleo de 1973, durante la crisis financiera asiática de 1997-98, y como parte de la crisis financiera mundial y sus consecuencias.
Una perspectiva de mayor alcance refuerza la rareza de tales eventos. Los historiadores de economía de la Universidad de Groninga, en los Países Bajos, mantienen un conjunto de datos de PBI de varios países que data de muchos años antes. Desde 1870, en 18 economías industrializadas, solo ha habido 47 casos en los que un país experimentó una disminución anual en la producción de más del 10%. La mayoría está asociada con guerras mundiales y la Gran Depresión; de los 47 grandes descensos en la producción, 42 ocurrieron entre 1914 y 1945.
¿Cómo les va a los países después de sufrir tales golpes económicos? Las recuperaciones son ocasionalmente bastante rápidas. Al final de las guerras mundiales, algunas economías experimentaron estallidos de crecimiento casi inmediatos, en parte, pero no siempre, debido a la reconstrucción. La asediada economía italiana creció aproximadamente un 35% en 1946. Para 1949 ya había recuperado todo el terreno perdido durante la guerra y algo más.
La economía alemana se contrajo en un asombroso 66% desde 1944 a 1946, luego creció a una tasa promedio anual del 12% durante la década posterior. En otros casos, los rebotes son menos robustos. En 1924, la producción real, tanto en Alemania como en Austria, se mantuvo por debajo de los niveles anteriores a 1914. A lo largo del período comprendido desde 1870, la producción tardó un promedio de cinco años en países que experimentaron disminuciones en el PBI de más del 10% para recuperar su pico.
Es importante destacar que esto refleja el hecho de que las principales causas de la contracción económica (las guerras mundiales) persistieron e interrumpieron la actividad durante varios años. La producción francesa cayó en más de 10% anual en 1940, 1941, 1942 y 1944, por ejemplo. Sin embargo, enfocarse en experiencias más recientes y en disminuciones de producción iniciales más pequeñas de solo 5%, no cambia drásticamente el panorama.
Entre las economías ricas que experimentaron caídas anuales en el PBI de más del 5% desde 1960, la producción tardó un promedio de cuatro años en volver a su nivel anterior. Nuevamente, hay ejemplos de recuperación inmediata y robusta. En 1999, por ejemplo, el PBI real en Corea del Sur ya había aumentado bastante por encima del pico alcanzado a principios de 1997, antes del impacto de la crisis financiera asiática. Por otro lado, las recuperaciones de la crisis financiera mundial han sido más lentas. La economía italiana entró en la crisis de Covid-19 tras no haber podido recuperar el nivel de producción real que logró en el 2008.
Reactivando el comercio
Cualquier lección de estas experiencias debe aplicarse con cuidado a la situación actual del mundo. Una peligrosa pandemia que se abre paso en una economía global altamente integrada es un evento sin precedentes. Aun así, vale la pena señalar algunos patrones históricos. Primero, y más obviamente, la duración de la crisis económica depende de cuánto salga mal como resultado del shock inicial.
A Alemania y Austria les fue peor que a otros combatientes de la Primera Guerra Mundial porque perdieron la guerra y sus imperios, y sufrieron un colapso estatal e hiperinflación. Si los países de hoy pueden sobrevivir a una disminución masiva de la producción sin sufrir mucho daño institucional, eso es un buen augurio para el ritmo de recuperación.
En segundo lugar, grandes caídas en la producción a menudo van de la mano con una fractura de las redes comerciales mundiales. El éxito con el que se restablecen esos lazos comerciales es importante para la solidez del repunte económico.
Europa Occidental disfrutó de un crecimiento explosivo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, gracias en parte a los esfuerzos por unir nuevamente el comercio, un resultado muy diferente del que siguió a la primera guerra. Del mismo modo, el mundo debe anhelar que el comercio se recupere rápidamente cuando la pandemia decaiga.
Y tercero, es importante acertar con la política macroeconómica. La crisis financiera mundial y los subsiguientes problemas de deuda de la zona euro no mataron a millones de personas ni destruyeron infraestructura valiosa, pero la lenta recuperación que siguió dejó a Europa, tanto económica como políticamente, vulnerable a nuevos shocks.
Incluso el roce más suave con el coronavirus podría resultar económicamente destructivo si los gobiernos son reacios a proporcionar suficiente estímulo. El mundo debería poder recuperarse una vez que el Covid-19 esté bajo control. Solo tiene que evitar cometer los errores de la historia.