Adiós cuarentena, hola smartphone. Mientras los gobiernos se apresuran a desarrollar aplicaciones de rastreo que ayuden a contener los contagios, la atención se dirige a cómo garantizarán las autoridades la privacidad de los usuarios.
El debate es especialmente urgente en Europa, una de las regiones más castigadas del mundo con casi 140,000 muertos por el Covid-19.
Sin embargo, el empleo de tecnología de monitoreo puede evocar amargos recuerdos de vigilancia masiva por parte de autoridades totalitarias en buena parte del continente.
En los últimos años, la Unión Europea ha sido pionera global en privacidad digital, introduciendo leyes estrictas para las empresas de tecnología y sitios web que almacenan información personal.
Académicos y defensores de los derechos civiles presionan ahora para que las nuevas apps también incluyan más protección de datos personales.
A continuación, un vistazo a los problemas:
¿Por qué una APP?
Las autoridades europeas, presionadas para que suavicen las cuarentenas que llevan meses impuestas en algunos países, quieren asegurarse de que los contagios no crecen al terminar el confinamiento. Un sistema es localizar a las personas con las que ha entrado en contacto una persona infectada e informarlas de su posible exposición para que puedan ponerse en aislamiento voluntario.
Los métodos tradicionales con entrevistas personales de los pacientes requieren mucho tiempo y trabajo, de modo que los países quieren una solución automatizada en forma de aplicación que rastree los contactos. Pero se teme que las nuevas herramientas de rastreo sean una puerta a un aumento de la vigilancia.
Estándares europeos
Las intrusivas herramientas empleadas por gobiernos asiáticos que lograron contener sus brotes de virus no podrían aprobarse en Europa. Los ciudadanos de la UE valoran sus derechos de privacidad, de modo que imponer el uso de una app como en Corea del Sur, que alerta a las autoridades si los usuarios salen de casa, o pulseras localizadoras como las utilizadas en Hong Kong simplemente no es una opción.
La solución que está acaparando más atención implica utilizar señales de Bluetooth de los celulares para rastrear de forma anónima a los usuarios que mantienen un contacto prolongado. Las autoridades de las democracias occidentales afirman que el empleo de las apps debe ser voluntario.
Diseños rivales
La batalla en Europa se ha centrado en sistemas rivales de aplicaciones basadas en Bluetooth. Un proyecto de liderazgo alemán, Pan-European Privacy-Preserving Proximity Tracing, o PEPP-PT que recibió el apoyo inicial de 130 investigadores, sube los datos a un servidor central.
Pero algunos académicos expresaron sus preocupaciones por el riesgo del proyecto y apoyaron a una iniciativa rival de liderazgo suizo, Decentralized Privacy-Preserving Proximity Tracing, o DP3T.
Los defensores de la privacidad prefieren un sistema descentralizado porque los datos anónimos se mantienen solo en los dispositivos. Algunos gobiernos respaldan ese modelo porque podría dar más datos que guíen su toma de decisiones.
Sin embargo, casi 600 científicos de más de dos docenas de países han firmado una carta abierta advirtiendo que esto podría “derivar en sistemas que permitirían una vigilancia sin precedentes sobre la sociedad en general”.
Apple y Google entraron en la disputa apoyando una estrategia descentralizada y presentando un esfuerzo conjunto por desarrollar herramientas digitales contra el virus.
Las gigantes tecnológicas publicarán una interfaz de software para que las agencias sanitarias puedan integrar sus apps con los sistemas operativos Android y del iPhone, y tienen previsto lanzar sus propias apps más tarde.
La Comisión de la UE advirtió que una estrategia fragmentada de aplicaciones de rastreo podría perjudicar la lucha contra el virus y pidió coordinación, presentando herramientas digitales para que los estados miembros construyan sus apps.
Más allá de las fronteras
La estrategia que elija Europa tendrá implicaciones más allá de la cuestión práctica de desarrollar apps de localización que funcionen más allá de las fronteras, incluidas las muchas que contiene la UE.
“Cómo hacemos esto, qué salvaguardas introducimos, qué derechos fundamentales estamos estudiando con detenimiento” influirá en otros lugares, dijo Michael Veale, profesor de derechos digitales en el University College London y que trabaja en el proyecto DP3T.
“Los países miran a Europa, y los activistas miran a Europa” y esperan que el continente adopte una estrategia que preserva la privacidad, dijo.
País a país
Países europeos como Austria, Estonia, Suiza e Irlanda han empezado a adoptar la vía descentralizada. También Alemania e Italia, cambiando sus planes iniciales de optar por el modelo centralizado.
Pero hay excepciones notables, planteando el riesgo de que las distintas apps no puedan comunicarse entre sí cuando los usuarios crucen las fronteras europeas.
Francia quiere su propio modelo centralizado, pero está en un pulso con Apple por una cuestión técnica que impide que su sistema funcione en iOS, el sistema operativo del iPhone.
El ministro galo encargado de las cuestiones digitales quiere lanzarlo el 11 de mayo, pero el debate legislativo sobre la app se retrasó después de que científicos e investigadores advirtieran de los riesgos de vigilancia que suponía.
Algunos países que no son miembros de la UE van por su cuenta. Noruega lanzó una de las primeras —y más invasivas— Smittestopp, que utiliza datos de GPS y Bluetooth para reunir datos y subirlos a servidores centrales cada hora.
Gran Bretaña rechazó el sistema que está desarrollando Apple y Google porque llevaría demasiado tiempo, dijo Matthew Gould, director general de la división digital del Servicio Nacional de Salud, que supervisa su desarrollo. La app británica estará “técnicamente lista” para su despliegue en cuestión de semanas, según dijo a un comité parlamentario.
Las versiones posteriores de la app permitirían a los usuarios subir una lista cifrada de personas con las que han estado en contacto y datos de ubicación para ayudar a trazar una “gráfica social” sobre cómo se contagia el virus, dijo Gould.
Esos comentarios hicieron sonar las alarmas entre expertos británicos, que la semana pasada advirtieron en una carta abierta que no se llegue a crear una herramienta de recogida de datos.
“Con acceso al gráfico social, un actor dañino (estado, sector privado o hacker) podría espiar las actividades de los ciudadanos en el mundo real”, escribieron.
España anunció planes de respaldar iniciativas europeas o desarrollar su propia app, pero su complejo plan para levantar uno de los confinamientos más estrictos del mundo no incluye ninguna app.
El ministro de Salud dijo que el país utilizaría apps cuando estuvieran listas, pero sólo si ofrecían “valor añadido” y no sólo porque lo hicieran otros países.