Amybel Sánchez de Warthon
Directora de Educación Continua, Internacional, Sostenibilidad y Seguimiento al Graduado de la Universidad de San Martín de Porres
Directora de Educación Continua, Internacional, Sostenibilidad y Seguimiento al Graduado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología de la Universidad de San Martín de Porres.
La generación millennial está familiarizada con las tecnologías de la información y comunicación (TIC), sea en el entorno familiar, amical y lúdico. En este contexto especial en el que nos enfrentamos a una pandemia global que exige distancia social y ha apresurado el cambio del modelo educativo a una transformación digital, los jóvenes han tenido que emplear estas herramientas y dispositivos, tanto en el campo laboral como educativo.
Pero este cambio no ha sido algo ajeno para ellos. De acuerdo con investigaciones de Ipsos Perú (2018-2019), esta generación joven engloba casi el 21% de la población del Perú y es una de las más hiperconectadas, enfocándose en los dispositivos smart: celulares (62%), televisores (65%), tablets (62%) y laptops (55%). Del mismo modo, muestran un seguimiento y apego a determinadas marcas con responsabilidad social (72%) y emplean el ciberespacio para realizar compras (62%) y actividades afines. A través de este perfil, se puede inferir el uso y la capacidad de interactuar de los estudiantes dentro de las plataformas virtuales.
En cambio, la Universidad ha tenido que adecuarse para responder a las condiciones que nos exigen los tiempos y que debe ir acorde con las necesidades de los alumnos. Más que transformación, preferimos hablar de una transición efectiva de procedimientos y actividades presenciales hacia plataformas virtuales, que implican desempeños remotos de manera sostenible en el tiempo y que puedan ser cuantificables y evaluados de manera sistemática.
Entre las principales ventajas, se identifica la diseminación y extensión del uso de las TIC en toda la malla curricular, profundizándose en su dominio y explotando sus alcances y recursos virtuales. Si bien, por el momento, dicho empleo es obligatorio, más adelante, cuando se supere la pandemia, estas plataformas virtuales se mantendrán como una alternativa concreta y complementaria a la enseñanza presencial.
Naturalmente, todo cambio exige también la versatilidad que nos permita superar las dificultades que presenta. El contexto actual ha trastocado profundamente nuestras costumbres y rutinas de trabajo. La exigencia profesional se acrecienta y todos tenemos que estar preparados para asumir nuestras responsabilidades en los respectivos campos de competencia. Debe haber un involucramiento sincero en los procesos de digitalización y virtualización: conocer los procedimientos y empleo de las plataformas, participar en las capacitaciones para optimizar su empleo, socializar las experiencias y resultados tanto entre los colegas docentes como entre los propios estudiantes. Más que costos asociados, hay una voluntad expresa de adaptación, aprendizaje continuo e investigación-acción: tanto los docentes como los directores y coordinadores debemos estar inmersos en el empleo de las TIC, con la finalidad que esta transformación digital sea orgánica y fluida.
El aula virtual nos ha brindado la posibilidad de acelerar los procesos de evaluación, volviéndolos más continuos (cuestionarios, ensayos, foros, etc.) y pudiéndose desplegar de manera interdiaria o semanal. Esto ha generado, aparte de la recarga laboral del docente, algunas dificultades por parte del alumnado, acostumbrado a los tradicionales formatos evaluativos (monografías, exposiciones, pruebas escritas).
Esta adecuación ha hecho que los docentes también tengan que esforzarse para adecuar los métodos de enseñanza y las estrategias para llegar a sus educandos. Cuando se busca comparar estas dos formas de impartir enseñanza (la remota y la presencial), los debates suelen dejar de lado que ambas comparten un componente humano esencial.
La enseñanza virtual no tiene que ser considerada como una “grabación” o un registro dentro de una plataforma determinada. Por su naturaleza inmediata y simultánea, puede perfectamente calzar como una sesión orgánica y fluida, sin suprimir la posibilidad de que los estudiantes participen e intervengan durante las sesiones.
Más que cambios, lo que se observa es el aumento del nivel de exigencia al docente, quien debe familiarizarse y dominar este nuevo entorno y así poder desenvolverse de mejor manera en su asignatura.
No sabemos hasta cuándo se prolongará el estado de emergencia, así como la llegada y comercialización de la vacuna contra el COVID-19. En ese sentido, creemos que la meta esencial es procurar el mejoramiento continuo de nuestras plataformas de educación remotas. De esta manera, estaremos a la altura de las exigencias de la disrupción tecnológica que estamos atravesando, sea para interactuar en nuestra vida personal, familiar, laboral y pedagógica.