Socia Líder de la industria de Agronegocios para la Región Andina en Deloitte Spanish Latin America
En un mundo en el que se espera que la población aumente considerablemente en los próximos años, los recursos naturales serán más escasos, pues la naturaleza es incapaz de soportar el actual ritmo de explotación agropecuaria y de producción de alimentos. Por ello, se exige que la forma en la que se obtiene nuestro sustento nutricional evolucione, de lo contario, millones de personas no tendrán suficiente acceso a la comida.
De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, para el año 2050 la población mundial alcanzará los 9,600 de millones de personas y la demanda de alimentos aumentará en un 60%. Este incremento viene acompañado de niveles insostenibles de contaminación y desechos, así como de riesgos asociados con las dietas deficitarias, lo cual puede conducir al aumento de enfermedades.
En este contexto, es vital que productores y consumidores reflexionen sobre las graves consecuencias de un posible escenario de escasez global de alimentos, ya que dicha situación no solo generaría un potencial problema sanitario, sino también, el aumento de los precios de los productos y afectaría severamente la economía de los países que no asuman cambios significativos en los próximos años.
Un claro precedente es el impacto que tuvo la escasez de agua en California (Estados Unidos), donde, en el 2014, el sector agrícola perdió aproximadamente 17,000 empleos y no se cultivaron más de 500,000 hectáreas de tierra.
Conocer las consecuencias que puede traer la producción ineficiente y el abuso de los recursos naturales nos obliga a disponer de un sistema global de producción de alimentos que sea inclusivo, eficiente, sostenible y saludable.
¿Cómo avanzar en esa dirección?
Los avances tecnológicos son un valioso recurso que facilita la percepción del entorno para determinar y predecir las condiciones que afectarán las siembras y las cosechas, y de esta manera, adelantarnos a los eventos mientras que se reduce su impacto.
Las grandes corporaciones de los países desarrollados han implementado formas innovadoras de tecnología agrícola, estas incluyen el uso de robots, drones, sensores, almacenamiento de datos en la nube y blockchain, aplicados para la obtención autónoma de datos y automatización de los procesos de recolección, así como para sistemas de riego que maximizan la producción y aumentan la calidad de los productos.
El uso de la inteligencia artificial (IA) en la agricultura también facilita la recolección masiva de datos, permitiendo a los agricultores optimizar sus cultivos al utilizar mínimos recursos y reducir el impacto en el ambiente.
Por su parte, como lo indica el reciente estudio de Deloitte, Desarrollo de un sector agropecuario sostenible en América Latina, la economía circular también juega un papel fundamental, en donde las comunidades más avanzadas han optado por una reutilización de los materiales que genera un efecto positivo en el ambiente y un ahorro para los negocios.
Trabajo en equipo
Transformar la industria es un trabajo mancomunado en el que deben participar los gobiernos, con el fin de establecer e incentivar el uso de tecnologías para el desarrollo del campo; agricultores que tomen medidas para lograr la preservación de las tierras y se adapten a las nuevas condiciones; los investigadores que brinden información útil acerca de descubrimientos en el sector; los vendedores que fomenten el uso de tecnología para reducir el desperdicio y conocer las necesidades de los consumidores; los inversionistas manteniendo su interés y capital en el desarrollo de ciencias aplicadas y, finalmente, los desarrolladores de nuevas tecnologías innovando en la industria.
Nadie dijo que sería sencillo, pero debemos comenzar con pequeños cambios para poder lograr el desarrollo sostenible. Dependerá principalmente de la conexión que haya en el mercado y los patrones de consumo, pero adoptar nuevas formas de producción extenderá la vida de nuestra única casa.