PBI. Teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido en el país desde el 7 de diciembre, hablar de la situación de la economía peruana en octubre parecería desactualizado. Pero cabría recordar que el mediocre resultado del PBI de hace dos meses (y desde agosto del 2021 para ser más precisos) tiene la misma causa que la convulsión que actualmente sufrimos: los imperdonables errores de Pedro Castillo. Así que, aunque octubre parezca algo lejano, habría que precisar que fue otro mes más de desaceleración, es decir, de bajo crecimiento comparado con los que comenzaban a marcar una recuperación por encima de los niveles previos a la pandemia, observados en el Gobierno de transición de Francisco Sagasti.
El resultado del PBI de octubre fue un aumento de 2.01% respecto del mismo mes del año pasado, tasa mayor que las registradas en julio, agosto y setiembre, tal como había adelantado el presidente del BCR, Julio Velarde: el tercer trimestre fue relativamente malo, pero el cuarto, que empezó en octubre, sería mejor –pero las tomas de carreteras, asaltos a fábricas y saqueos a comercios podrían alterar esa predicción–. Además, comparado con el resultado de setiembre, el PBI de octubre se contrajo 0.23% (este cálculo no toma en cuenta factores estacionales para que sea posible realizar la comparación mes a mes), o sea que estamos muy lejos de haber pasado del enfriamiento a la reactivación.
Los tres sectores que cayeron en octubre están relacionados con la demanda interna: finanzas y seguros, manufactura y telecomunicaciones, que completó cinco meses en rojo, lo cual refleja ajustes en el consumo de los hogares. Llama la atención la expansión de minería e hidrocarburos, luego de meses de malas noticias (solo había crecido en enero y junio) y la respuesta es el inicio de operaciones de la mina de cobre de Quellaveco. En cuanto al agro, la escasez de fertilizantes afectó la producción de papa y arroz –como advirtieron los especialistas–, pero el aumento de las cosechas de cultivos para la exportación contrarrestó esa disminución. A destacar el salto en la producción de algodón.
La principal consecuencia del daño económico causado por la inepta gestión de Castillo –a pesar de los esfuerzos del MEF por mitigarlo y por estimular la economía con su plan Impulso Perú–, es que el empleo siguió precarizado. En Lima, por ejemplo, en el trimestre móvil setiembre-noviembre, el empleo adecuado disminuyó 7.5% respecto de sus niveles prepandemia. Han sido demasiados meses de marasmo, de modo que es momento de enmendar los errores y comenzar a crecer de verdad.