Escribe: Carlos Paredes, economista.
1. El reciente Reporte de Inflación del BCR anticipa que, en ausencia de shocks externos negativos, el crecimiento de este año alcanzará el 3%. Esta tasa de crecimiento es bastante magra, no solo por la cifra proyectada, sino porque incluye el efecto “rebote” en varios sectores. En efecto, la caída del 0.6% del año pasado genera espacio para una recuperación estadística más alta, pero el que se proyecte solo 3% implica que el BCR considera que la economía empieza el año con poco vigor. De hecho, la muy débil expansión del crédito, la alta morosidad en el sistema financiero y la caída de la recaudación fiscal son consistentes con esta apreciación.
2. Por otro lado, la inflación disminuyó más rápidamente de lo que preveíamos en el tercer trimestre del 2023. Sin duda, las tasas negativas de octubre y noviembre contribuyeron a que el año pasado se registrase una inflación acumulada más baja que la anticipada y que ahora nos acerquemos a la cota superior del rango meta del BCR. Creo que esta buena noticia en el frente inflacionario, junto a la debilidad de la actividad económica, debería facilitar el que el BCR decida reducir su tasa de interés de referencia de manera más agresiva.
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3. Veamos por qué esto puede ser una buena idea. El BCR ya redujo su tasa de referencia (nominal) en dos oportunidades este año, en 25 puntos básicos cada vez, con lo cual la tasa pasó de 6.75% a 6.25% entre diciembre 2023 y marzo de este año. Sin embargo, la reducción en la tasa de referencia real (descontando la expectativa de inflación) fue menor que la reducción nominal. Según el Reporte de Inflación de marzo, a ese mes, la tasa de referencia real era de 3.6%, una tasa muy alta en términos históricos. Es una de las tasas más altas de los últimos 10 años y casi triplica el promedio de ese periodo.
4. Tasas de interés reales altas contribuyen a desacelerar la economía y frenan la reactivación económica. ¿Cuál es el costo de que el BCR arrastre los pies en la necesaria reducción de su tasa de referencia? La disminución de la demanda interna y la consecuente contracción de la producción y del empleo. ¿En cuánto? Es difícil estimarlo, pero no creo que sea un efecto deleznable o sin importancia macroeconómica. Claramente, la autoridad monetaria enfrenta difíciles trade-offs en este campo. Si reduce su tasa muy rápido, podrían producirse presiones sobre el tipo de cambio que vayan en contra de la reducción de la inflación. Al respecto, el BCR pronosticó que la inflación este año cerraría en 2.2%. Si esta es su meta, entonces seguirá arrastrando los pies al momento de reducir su tasa de referencia y la reactivación podría demorar o ser decepcionantemente lenta.
5. En efecto, si la política monetaria sigue con un perfil restrictivo, la política macroeconómica difícilmente podrá contribuir a una reactivación económica más rápida, pues el manejo de la política fiscal no puede ser muy expansivo. El MEF está atado de manos. El año pasado no cumplió con la regla fiscal y, en febrero de este año, el déficit fiscal habría llegado al 3% del PBI, una cifra relativamente alta para nuestros estándares, sobre todo ahora que la deuda pública viene incrementándose. Reducir el déficit al 2% del PBI para cumplir con la regla fiscal en el 2024 no será fácil y podría inducir a una mayor ralentización de la economía.
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6. ¿Qué hacer, entonces? Creo que el esfuerzo tendrá que recaer en la política monetaria. No resulta razonable mantener una tasa de interés de referencia real tan alta como la actual, sobre todo en el contexto de desaceleración de precios y de contracción de la actividad económica. La comunicación y la coordinación entre el BCR y el MEF –el que ambos conozcan e internalicen las restricciones que enfrenta el otro– seguramente puede mejorar la “mezcla” de la política macroeconómica y lograr resultados más eficientes.
7. Pero lo anterior no será suficiente. Tal como señalé hace poco más de seis meses, para salir del estancamiento actual “resulta indispensable que el Gobierno coordine y coopere con el sector privado para poner en marcha diversos proyectos de inversión y promover el relanzamiento de las APP y de OxI. Hay que destrabar estos proyectos y promover su rápida ejecución. Hoy, como nunca, ProInversión está llamado a jugar un rol macroeconómico protagónico”. Sin esta coordinación público-privada, proyecto por proyecto, difícilmente podremos salir del escollo actual y regresar a un crecimiento alto y sostenido.
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8. Es hora de ponerse a destrabar proyectos privados y no de que el sector público asuma más riesgos –directos o indirectos–. Hay que ser ambiciosos, pero tratar de enfocarse en aquellos proyectos que están casi listos para empezar a ejecutarse (cosechar la fruta que está más cerca de la mano). Revisemos los plazos de concesión a cambio de más inversión y utilicemos parte de los recursos fiscales que generarán estos proyectos para viabilizar su ejecución. Hagamos números y recurramos al análisis costo-beneficio. No es tan difícil, solo se necesita de visión y decisión.
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