Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), América Latina alberga aproximadamente el 60% del litio identificado en el mundo. Se considera que Argentina, Bolivia y Chile están en el “triángulo del litio”, una zona de los Andes que limita con los tres vecinos y es rica en reservas de litio.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) calcula que, de un total mundial de 86 millones de toneladas de litio identificadas, Bolivia alberga 21 millones de toneladas, Argentina 19.3 millones y Chile 9.6 millones.
Sin embargo, según el Center for Strategic & International Studies (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales), Chile está a la cabeza en la utilización de estas reservas para la producción comercial. Según este centro, Argentina y Bolivia van a la zaga debido a los problemas de inversión y a unas condiciones geográficas más difíciles.
El PNUD afirma que también es difícil ganar dinero con la producción de litio porque la mayor parte de los beneficios de la industria proceden de una larga cadena de valor que crea baterías. Los diez principales fabricantes de baterías por cuota de mercado se encuentran en países asiáticos. Por lo tanto, los países latinoamericanos tendrán que hacer mayores inversiones para localizar una mayor parte de la cadena de valor con el fin de obtener beneficios significativos.
Hasta ahora, la mayoría de los países con recursos de litio no han conseguido extraerlo con éxito.
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Retos de sostenibilidad en torno a la extracción de litio
La extracción de litio requiere el uso de volúmenes muy elevados de agua, unos 2.2 millones de litros por tonelada de litio. Esto ha provocado graves problemas en torno al estrés hídrico, una situación en la que los recursos hídricos de una región no son suficientes para satisfacer sus necesidades.
La mina boliviana de San Cristóbal consume 50,000 litros de agua al día. En Chile, las empresas mineras de litio han sido acusadas de agotar las reservas vitales de agua, hasta en un 65% en la región del Salar de Atacama, según los informes.
La mayor parte de la producción de litio en América Latina procede de salinas con ecosistemas frágiles. Según el PNUD, las explotaciones mineras también conllevan el riesgo de contaminar las cuencas hidrográficas locales.
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Las comunidades indígenas también dependen del suministro de agua para su subsistencia. El activista indígena argentino Román Guitián declaró a la revista Time que creció cerca de la mina de litio más antigua del país, en Hombre Muerto, y que su familia criaba llamas, cabras y ovejas. Sin embargo, el desvío de agua dulce del río Trapaich, utilizada en la producción de litio, ha secado el valle. “Era precioso. Pero hoy no hay animales porque está todo seco”, dice Guitián. “En el futuro, tendremos litio, tendremos coches eléctricos, pero no tendremos agua”.
Según Time, el fabricante estadounidense de litio Livent, que explota la mina, ha puesto en marcha un programa para restaurar el valle mediante la replantación y nuevos sistemas de riego. Pero también planea duplicar la capacidad de producción de litio de la planta para finales de 2023 y está excavando un oleoducto hasta otro río cercano.
Fiebre del litio
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), se prevé que la transición energética mundial multiplique por 40 la demanda de litio de aquí a 2040. Las baterías de iones de litio se utilizan para almacenar energía procedente de fuentes renovables como la eólica y la solar.
La demanda de vehículos eléctricos se dispara a medida que más países se comprometen a abandonar los coches de gasolina. El litio, a veces llamado “oro blanco”, es uno de los componentes clave de las baterías de los vehículos eléctricos. A escala mundial, las ventas de vehículos eléctricos aumentaron hasta los 6.6 millones en 2021, casi el doble que un año antes.
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La enorme demanda del metal ha provocado una subida de los precios que está creando incentivos para extraer aún más litio.
Los recursos de litio identificados aumentaron de 53 millones de toneladas en 2018 a 89 millones de toneladas en 2022, según el USGS.
El reciclaje puede reducir la demanda de litio
El aumento del reciclaje de baterías es otra forma de hacer más sostenible el futuro de los vehículos eléctricos. Según la AIE, se espera que la cantidad de baterías usadas de vehículos eléctricos que llegan al final de su vida útil inicial aumente después de 2030.
El informe “A Vision for a Sustainable Battery Value Chain in 2030″ (Una visión para una cadena de valor sostenible de las baterías en 2030) del Foro Económico Mundial señala que, en el caso base, se calcula que en 2030 se reciclará el 54% de las baterías al final de su vida útil. Según el informe, esto podría cubrir el 7% de la demanda de materias primas utilizadas en la producción de baterías para vehículos eléctricos ese año.
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La plataforma del Foro Shaping the Future of Energy, Materials and Infrastructure (Modelar el futuro de la energía, los materiales y las infraestructuras) tiene como objetivo hacer posible el crecimiento de economías sostenibles para ayudar a frenar el cambio climático y crear un mundo más equitativo. Las cuestiones relacionadas con la extracción de litio se debatirán en la reunión anual del Foro en Davos, del 16 al 20 de enero de 2023.
Fuente: World Economic Forum.