Brasil sigue con preocupación el conflicto armado abierto a raíz de la invasión rusa en Ucrania por el impacto que puede tener en su poderoso sector agrícola, teniendo en cuenta la dependencia brasileña de esa región en cuanto a la importación de fertilizantes.
No se trata de una preocupación generalizada, porque Rusia, la undécima potencia económica mundial, por encima de Brasil y detrás de Corea del Sur, según datos del Banco Mundial, apenas es un socio comercial relevante para esta nación sudamericana.
Al cierre de 2021, el intercambio comercial entre Brasil y Rusia llegó a US$ 7,286 millones, un 1.5% del total de las exportaciones e importaciones mundiales de Brasil, con un saldo comercial muy favorable a Rusia.
Con Ucrania, en el número 56 mundial por Producto Bruto Interno (PBI), las cifras del intercambio comercial son mucho menores, porque en el último ejercicio anual sólo fueron de US$ 438 millones, con un equilibrio entre exportaciones e importaciones.
Pero, aunque en términos generales ni Rusia ni Ucrania se pueden comparar con los principales socios comerciales de Brasil (China y Estados Unidos, fundamentalmente), cualquier conflicto armado en esa región puede hacer mucho daño al sector agrícola brasileño.
Y es que los agricultores brasileños pueden tener problemas para importar los fertilizantes que necesitan y que son claves para que Brasil cumpla con las expectativas de lograr este año un récord en su cosecha agrícola.
Según la más reciente proyección del Gobierno, Brasil espera recoger este año 271.9 millones de toneladas de granos, un 7.4% mayor que la del 2021, un año que se vio afectado por condiciones climáticas adversas.
Soja, maíz y arroz son los tres granos más producidos en Brasil (87.8% del total), una nación que además es el primer productor mundial de café.
Pero, según distintas fuentes, Rusia y Ucrania representan entre el 40% y 50% de las compras mundiales de potasa que hace Brasil para fertilizar sus campos, uno de los principales componentes de fertilización junto con el calcio y el nitrógeno.
Pero el conflicto armado ha pillado en mal momento porque los productores no han cerrado esas compras todavía para la próxima cosecha, programada para septiembre, y el stock de fertilizantes ahora sólo llega hasta junio próximo.
“Tenemos otras alternativas si tenemos algún problema”, afirmó la ministra de Agricultura, Tereza Cristina Correa, al referirse a este tema la semana pasada. Irán, Canadá y Marruecos pueden ser esas alternativas, según el criterio oficial.
Según el director técnico de la Confederación de Agricultura y Ganadería de Brasil, Bruno Lucchi, las compras de fertilizantes se han aplazado ante la caída proyectada de esos productos a partir del segundo trimestre. Los agricultores no quieren ver precios como los que hubo en el 2021, que subieron un 100% respecto al año anterior “Ahora hay que revisar las estrategias”, aseguró al diario financiero Valor.
Eso en cuanto al impacto directo, pero los analistas también tienen en cuenta el impacto indirecto por el aumento en los precios de las materias primas, incluido el petróleo, y el aumento en los costes de transporte.
De momento no ha tenido un impacto especial en el bolsillo del brasileño, porque, a raíz de la invasión rusa de Ucrania, Petrobras aseguró que va a esperar para ver cómo sigue la situación para estudiar un posible aumento en los precios de las gasolinas.
La última variación en los precios de los combustibles la aprobó Petrobras a finales de enero, y aún no hay fecha nueva para un aumento.
Pero con los futuros de barril del petróleo que han llegado hasta los US$ 110, el transporte internacional necesariamente se va a encarecer, y esa revisión pendiente de Petrobras puede llegar en algún momento, lo que tendrá efectos en la inflación.
“El aumento de los precios de las materias primas, y la posible depreciación del tipo de cambio deberían ejercer una presión adicional sobre la inflación, lo que a su vez socava aún más el poder adquisitivo de los consumidores”, sostiene la firma de inversiones XP.
Esta posibilidad puede representar tropiezos para los intentos del Banco Central de controlar una inflación que en el 2021 llegó en Brasil al 10.06% y que, para este año, calcula que puede llegar solo hasta un máximo de 5%.