Ramesh Ponnuru
Mientras el mundo espera y espera para ver si Donald Trump volverá a postularse a la presidencia, vale la pena recordar uno de los enigmas persistentes de su tiempo en el cargo: por qué no logró algunos de sus objetivos clave en materia de inmigración, incluso cuando la oportunidad para ganar parecía estar en sus manos.
La inmigración fue fundamental para su ascenso al poder. Durante las primarias de 2016, los votantes republicanos para los cuales era su tema principal se encontraban entre sus mayores partidarios. Un muro en la frontera de Estados Unidos con México fue su meta política más famosa. Sin embargo, solo logró amurallar 75 kilómetros de la frontera durante su mandato.
Aunque fue elegido junto a mayorías republicanas en la Cámara de Representantes y en el Senado, no hizo de la financiación del muro una prioridad legislativa. Y desperdició un acuerdo bipartidista que representaba su mejor oportunidad para pagarlo.
En febrero de 2018, mientras los republicanos todavía tenían una pequeña mayoría en el Senado, siete senadores demócratas ofrecieron proporcionar US$25,000 millones en fondos para un muro. A cambio, los republicanos otorgarían estatus legal a millones de inmigrantes indocumentados que llegaron a EE.UU. siendo menores de edad. Como Trump también había estado diciendo que quería que regularizaran su estatus legal, esta idea tenía las características de una doble victoria para él. Podía cumplir con su base y suavizar su imagen al mismo tiempo. Un mes antes, había dicho que firmaría cualquier acuerdo que le enviara el Congreso.
Pero entonces, el presidente cambió de rumbo. Dijo que vetaría cualquier proyecto de ley que no cumpliera con cuatro condiciones. Además de la financiación del muro y una legalización específica, quería que el Congreso acabara con la migración en cadena y la lotería de diversidad, dos categorías de inmigración legal (la migración en cadena se refiere al proceso mediante el cual las familias extensas de inmigrantes se establecen en EE.UU. y la lotería distribuye visas en un esfuerzo por diversificar la población inmigrante).
Trump había respaldado un proyecto de ley para promulgar esos cambios unos meses antes, pero nunca insistió en que fueran condiciones para un acuerdo. La reducción de las categorías para la inmigración legal por la que ni siquiera había hecho campaña resultó ser un factor decisivo. Un día después de sus declaraciones, el Senado votó en contra de esos recortes 60-39, con la oposición de 14 republicanos. Luego, las condiciones políticas para un acuerdo desaparecieron, para nunca volver.
Un año después, Trump volvió cambiar su postura. En su discurso sobre el Estado de la Unión de 2019, dijo que quería mayores niveles de inmigración: “Quiero que entre más gente que nunca a nuestro país, pero tiene que entrar legalmente”. No cumplió con ninguna propuesta concreta, pero reiteró este deseo en múltiples ocasiones. El resultado: Trump había desperdiciado la oportunidad de cumplir su promesa de construir el muro fronterizo y lo había hecho en nombre de la reducción de categorías migratorias con las que no tenía ningún compromiso real.
Este comportamiento aparentemente contraproducente fue todo un asunto de registro público en tiempo real. Pero no había visto la explicación de Trump sobre esto hasta que leí las últimas páginas de “Border Wars”, un libro sobre sus políticas de inmigración que los reporteros del New York Times Julie Hirschfeld Davis y Michael Shear publicaron a fines de 2019.
Trump concedió a los periodistas una entrevista de 35 minutos en junio de ese año. Les dijo que el país necesitaba más inmigrantes y ellos le mencionaron su respaldo previo a los grandes recortes a las categorías de inmigración. ¿La reacción? “‘No estoy de acuerdo con ese aspecto de eso’, nos dijo Trump, casi como un comentario aparte”.
¿Ese aspecto de eso? Los senadores que presentaron el proyecto de ley respaldado por Trump, el que terminaría con la lotería de diversidad y la migración en cadena, habían explicado desde el principio que el objetivo era reducir la inmigración. Su comunicado de prensa inicial prometía “una reducción del 50%” de los niveles recientes. La Casa Blanca de Trump incluyó esa reducción en su lista de argumentos de venta para el proyecto de ley, al tiempo que se quejaba de que los niveles actuales estaban “agregando al país cada año un número mayor de personas que la población de San Francisco”.
Los recortes a las categorías migratorias fueron, nuevamente, el principal obstáculo para un acuerdo. Trump había dicho que financiar un muro fronterizo y legalizar a los inmigrantes que llegaron ilegalmente a EE.UU. cuando eran menores de edad no era suficiente para él; él vetaría cualquier legislación de inmigración que mantuviera la migración en cadena y la lotería de diversidad (en principio, se podrían haber aumentado otras categorías de inmigración para compensar esas reducciones, pero Trump nunca pidió tal cosa cuando respaldó esos cambios, como podría haberlo hecho fácilmente).
El misterio persiste. ¿Trump había cambiado de opinión sobre los niveles de inmigración legal y luego se había olvidado? ¿O mintió cuando habló con los periodistas? ¿Realmente no entendía? ¿Tal vez sus asesores no le explicaron el significado de la legislación que había respaldado su Administración? ¿No se dio cuenta de que estaba poniendo en riesgo sus propias prioridades declaradas, principalmente un muro fronterizo, en nombre de algo que ni siquiera favorecía? ¿Le importaba?
Puede que nunca lo sepamos. Es posible que Trump tampoco lo sepa nunca. Una cosa que podemos concluir del historial de inmigración del expresidente: si no sabe lo que quiere, probablemente no lo obtendrá.