Estados Unidos perdió al menos 1.2 millones de años de vidas útiles en los primeros seis meses de la pandemia, según un estudio de la Universidad del Sur de Florida dirigido por el economista Troy Quast, quien cree que no ha habido hasta ahora “una forma más real de cuantificar las muertes por el coronavirus”.
“La percepción desde el principio era que el coronavirus era una enfermedad de ancianos y quisimos trasladar lo que las noticias no lograban transmitir a una forma cuantificable y procesable de ver el verdadero costo de la enfermedad”, explicó.
Con esto en mente, Quast y sus colegas realizaron una investigación que titularon “Años de vida perdidos en asociación con las muertes por COVID-19 en Estados Unidos”, para la que analizaron las edades, sexo y ubicación de los 130,000 casos fatales del coronavirus en el país entre el 11 de febrero y el 11 de julio del 2020.
“Sabíamos que el número iba a ser alto, pero la cifra quita el aliento”, reconoció el académico, quien no quiso ni llegar a especular cuál sería el costo total en años de vida si se consideran los números actuales.
“Desde entonces hasta ahora han muerto más de 70,00 personas más. No es difícil extrapolar. Tampoco, imaginar que la cifra real es mucho mayor, pues hay ciudades y estados donde los números no son confiables”, indicó el investigador.
La cantidad de muertes es el inicio
El primer paso de la investigación fue recabar las cifras en todos los estados. “Algunos no tenían data de la edad. Tampoco del grupo demográfico al que pertenecían”, denunció.
Los investigadores hicieron una evaluación de las edades de las víctimas fatales de la pandemia y calcularon los años que les faltaban para llegar a la edad promedio de muertes en el país. Para el 2019, la expectativa de vida de un estadounidense promedio había sido colocada por las autoridades federales de salud en 78.93 años. En el caso de las mujeres en 80.1 años.
Luego, tomaron la cifra “conservadora” de reducir esto en 25%, para incorporar los años que pudieron haber perdido en el caso de que tuvieran enfermedades preexistentes que redujeran esa expectativa de vida promedio.
“Como lo esperábamos, aunque las mujeres de forma individual perdieron más años, en general fueron las vidas masculinas perdidas las que alimentaron más la cifra final, pues el COVID-19 tiende a ser mucho más fatal en los hombres”, dijo Quast.
Según el estudio, de los que murieron un 55% eran hombres y un 45% mujeres. La diferencia promedio entre años de vida perdidos fue de dos años.
Los lugares donde se registró una mayor cantidad de años perdidos coinciden con los dos centros urbanos más golpeados por la pandemia en su etapa inicial: Nueva York y Washington D.C.
“Aunque un 80% de los fallecimientos fueron de personas mayores de 65 años, en esas ciudades viven principalmente jóvenes”, explicó.
Al recabar las cifras por estados, “nos impactó cómo el noreste del país fue tan golpeado en los primeros meses. Nuestro estudio empieza a contar la historia, pero hay muchísimo más”, reconoció.
La cantidad de muertes no siempre se correlacionó en el estudio con los años de vida perdidos. Por ejemplo, para el 11 de julio habían muerto por COVID-19 más personas en Florida que en Texas, pero es ese último estado el que tuvo más pérdidas, según el estudio. “Los fallecimientos se registraron en personas más jóvenes”, subrayó el experto.
Años traducidos en dólares
Quast sabe que “es imposible calcular el valor de una vida”, pero está convencido de que darle un costo en dólares a estas muertes podría impactar las decisiones que se toman para controlar esta y futuras pandemias.
Es ese justamente el tema de su próximo estudio. También quiere determinar cuál ha sido el costo en vidas de la pandemia, más allá de las víctimas del coronavirus.
“Queremos ver si hay un alza en las muertes por otras causas, como cáncer u otras enfermedades crónicas o prevenibles, a consecuencia de la suspensión de tratamientos o de exámenes de detección temprana”, manifestó.
Su principal área de estudio era el costo de la epidemia de muertes por opiáceos. “La cifra estaba bajando, pero datos preliminares han permitido registrar un alza en el consumo y los fallecimientos este año”, lamentó.
Aunque considera que es difícil, también quisiera profundizar en el objetivo inicial de su estudio, pero encontrar cuántos años productivos perdieron los grupos demográficos minoritarios del país.