Mientras otros países pasan apuros por la presión inflacionaria que se agravó con la guerra en Ucrania, Bolivia es una isla en el continente con la inflación más baja desde hace 14 años gracias a una política de subvenciones y control de precios. Pero los expertos piden cautela y temen que la fórmula esté en su límite.
La tasa anual más alta se registró en el 2008, cuando alcanzó 11.8% respecto del año anterior. En el primer trimestre de este año la tasa acumulada fue de 0.39%, según el estatal Instituto Nacional de Estadística (INE), y de 0.77% en marzo comparada con el mismo mes del 2021.
Según los expertos, la baja inflación está sostenida por el cambio fijo del dólar que rige desde el 2011 y los subsidios a los combustibles y a algunos alimentos básicos vigentes desde el gobierno de Evo Morales (2006-2019) y que su heredero político Luis Arce ha continuado.
Pero la pregunta es cuánto tiempo más podrá mantenerse esta política económica.
“La fecha de expiración fue el 2014 cuando los precios altos de las materias primas cayeron. El modelo económico se basó en el boom de precios para redistribuir el ingreso a través de bonos y subsidios. Ahora esos precios han sido reemplazados por mayor endeudamiento y un creciente déficit fiscal. El principal pilar del modelo se ha caído, pero el gobierno lo mantiene porque el costo sería muy alto”, afirmó el analista financiero y profesor universitario Jaime Dunn.
Esos altos precios y una “política macroeconómica prudente” permitieron que la economía boliviana creciera a un promedio anual de 4.9% entre el 2004 y 2014 y que la redistribución del ingreso redujera la pobreza de 59% a 39%. Pero ahora Bolivia recurre a un “elevado gasto público y un creciente crédito interno que están aumentando la deuda pública y reduciendo los ahorros fiscales acumulados en la bonanza”, dijo el Banco Mundial en un reciente informe.
El ministro de Economía, Marcelo Montenegro, aseguró que la política se mantendrá porque permite un déficit bajo. “Hemos demostrado que el modelo ha dado resultados concretos en temas de bienestar, reducción de la pobreza e inclusión social”, dijo en un reciente informe en la Asamblea Legislativa.
El viceministro de Industrialización, Willan Donaire, señaló que la subvención a los carburantes “es manejable” incluso con los precios actuales del petróleo. El Estado subvenciona en torno al 50% del precio de mercado de la gasolina y diésel. “Los subsidios no son malos, la gente reinvierte y reactiva la economía”, dijo.
Durante el auge de las materias primas Bolivia llegó a acumular en el 2014 más de US$ 15,000 millones en reservas internacionales, la mitad de su Producto Bruto Interno (PBI). Ahora se encuentran en torno a los US$ 4,752 millones, según informes oficiales. En tanto, la deuda creció desde los US$ 4,935 millones en el año de la asunción de Morales a los actuales US$ 26,000 millones, según la privada Fundación Jubileo.
“El límite será hasta que no se pueda sostener el gasto fiscal y ya no se tengan más reservas para financiarlo. El gobierno buscará no llegar a ese límite porque el costo político y social serían muy altos. La economía se maneja con criterio político, no económico”, sostuvo Dunn.
Aunque en la memoria de muchos bolivianos permanece la hiperinflación de mediados de los años ochenta que hundió al país en la bancarrota, según Dunn la situación actual no es comparable con aquella devastadora crisis.