Un nuevo informe sobre el refinado de cobre del mayor proveedor mundial del metal subraya los desafíos a los que se enfrentan los países mineros que quieren obtener más valor de sus exportaciones de minerales.
Los países productores, desde Indonesia hasta Perú, han presionado para construir más capacidad de fundición y refinación propia en lugar de limitarse a enviar el mineral semiprocesado a plantas de China y Japón.
El procesamiento y la refinación significan más inversión local, más puestos de trabajo y más ingresos por exportaciones, beneficios que se aprovechan especialmente cuando los precios altos estimulan el nacionalismo de los recursos, ya que los políticos buscan cerrar las brechas de igualdad.
Pero en el caso de cobre, la adición de valor no es en absoluto una propuesta sencilla.
El surgimiento de China como fuerza dominante en la fundición significa que la tasa de utilización mundial se sitúa en torno al 72%, con los cargos de tratamiento y de refinación que cobran las plantas cerca de mínimos históricos, según un informe técnico publicado el lunes por la Comisión Chilena del Cobre, Cochilco.
Chile, el principal proveedor de cobre, envía más de la mitad de su producción en forma de concentrados, una cifra que se espera alcance el 70% durante la próxima década. Las fundiciones de Chile son antiguas y poco competitivas, con costos promedio de US$ 188 por tonelada métrica, mucho más caras que las plantas chinas.
Todo ello significa que alrededor del 75% del valor capturado de la fabricación de cobre refinado está en la etapa minera (mina y planta), considerando un precio del cobre de US$ 3 la libra, según el informe de Cochilco.
“A pesar de condiciones de mercado, que actualmente no son especialmente favorables para el negocio de fundición y refinación, estimaciones preliminares indicarían que sería posible generar un retorno aceptable sobre la inversión si se alcanzan bajos costos operativos, como los de las grandes y modernas fundiciones chinas”, concluye Cochilco.
Es un gran “si”.