Tal vez uno de los tantos enemigos de Lima, la capital del Perú, es la congestión vehicular. En términos sencillos, la podemos definir como una situación en la que la cantidad de vehículos en circulación supera a la capacidad de la infraestructura vial existente. El malestar de aquellos que transitan las calles limeñas -aunque también se ve en otras ciudades del país- se puede traducir en tiempo y dinero perdidos. Un cálculo del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) pone la situación “en blanco y negro”.
La congestión vehicular implica costos directos e indirectos para la sociedad. En el análisis del banco se estiman dos tipos de costos: el costo asociado al combustible adicional consumido durante las horas de congestión, y el valor económico de las horas perdidas en los desplazamientos en condiciones de tráfico congestionado. “En conjunto, se estima un costo anual de la congestión del tráfico en Lima de alrededor de 2.4% del PBI del país”, refiere el BCRP en su último Reporte de Inflación.
El costo por combustible adicional consumido en hora punta frente a horas de tráfico libre en Lima se estima en S/ 10.9 millones por día y S/ 3.3 mil millones al año, equivalente a aproximadamente al 0.4% del PBI. Pero, estas no son las únicas cifras por evaluar.
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Para 2023, se estima que una persona pierde en promedio S/ 3.8 mil al año en Lima. Considerando la Población Ocupada urbana, el costo total de esas pérdidas en Lima se estima en aproximadamente S/ 20 mil millones (alrededor de 2.0% del PBI) el año pasado. Esto refleja el costo de las horas adicionales utilizadas en desplazamientos. Vale precisar que el banco lo estimó considerando el tiempo anual que una persona pierde debido a la congestión al trasladarse hacia su centro de trabajo.
Más tiempo de traslado. Según datos de la encuesta Lima Cómo Vamos, se observa un aumento en el tiempo promedio de traslado al centro de labores. En 2015, el 58% de la población limeña tardaba más de 30 minutos en llegar a su destino, porcentaje que se incrementó a 63% de los encuestados en 2021.
Comparación internacional
Una manera de traducir lo antes mencionado es colocarlo en perspectiva. El BCRP menciona algunos estudios o comparativos clave que nos permite saber la posición de Lima respecto a otras ciudades de la región cuando de congestión vehicular se trata.
De hecho, el Índice de Congestión, elaborado por el Observatorio de Movilidad Urbana de la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se calcula como la relación entre la velocidad de circulación en horas de flujo libre y la velocidad registrada en hora pico.
De acuerdo con este indicador, desplazarse en Lima en hora punta en 2022 tomó 1.5 veces más tiempo que hacerlo en condiciones de tráfico fluido, ratio superior al de Buenos Aires, Brasilia, Ciudad de México y Montevideo.
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Este resultado es consistente con el tiempo de viaje promedio por cada 10 kilómetros según la firma tecnológica TomTom en 2023. En Lima, esta distancia requiere de 28 minutos, tiempo superior al de ciudades como Buenos Aires, Bogotá, Rio de Janeiro y Santiago de Chile. Asimismo, el tiempo para recorrer 10 kilómetros durante las horas más congestionadas en Lima es en promedio 43 minutos (17 minutos sin tráfico).
En las principales ciudades de la región, el transporte público implica mayores tiempos de traslado que el automóvil, reflejado en una menor velocidad promedio. Según datos de Moovit, la velocidad promedio de trayecto en transporte público en 2022 en Lima ascendió a 8.3 kilómetros por hora (km/h), menor a ciudades como Montevideo (8.8 km/h), Santiago de Chile (9.1 km/h), Río de Janeiro (10.2 km/h) y Brasilia (12.8 km/h).
Por su parte, la diferencia entre la velocidad de transporte en medio público y automóvil en Lima es de 8.7 km/h, por debajo de las diferencias observadas en ciudades como Santiago de Chile (14.9 km/h), Bogotá (13.4 km/h) y Ciudad de México (9.8 km/h).
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Alternativas
El foco para darle un giro de tuerca a esta situación puede centrarse en tres puntos: infraestructura eficiente y gestión del tráfico; reducción de la demanda de viajes (trabajo remoto y flexibilización en los horarios); y planificación y logística urbana eficiente.
“En resumen, una adecuada gestión de las ciudades puede impulsar la productividad, aprovechando los beneficios de la aglomeración, pero minimizando los efectos nocivos que conlleva la congestión y otras externalidades negativas como la delincuencia y las enfermedades contagiosas”, apuntó el banco en su reporte.
Agregó: “Urge movilizar capital privado y público para financiar las inversiones en infraestructura y un sistema integral de transporte multimodal, acompañados de la consolidación y fortalecimiento institucional que permita fomentar un crecimiento económico sostenible con ciudadanos favorecidos por una mejor calidad de vida”.