Missing middle: El segmento menos atendido
La última vez que quise hacer empresa fue hace muchos años. Recién había salido de la universidad y estábamos en el pleno momento del boom punto com. Hoy me doy cuenta de que era una iniciativa casi irracional. Muy poca experiencia, una red de contactos muy débil y sobre todo – y tal vez afortunadamente – muy poco capital.
Hoy siento un profundo respeto por los emprendedores porque invierten su tiempo, dinero y hasta salud en proyectos que tienen un alto riesgo de no funcionar. Y tal vez un objetivo de política pública debería ser el de buscar que el ambiente para hacer negocios y para crear empresa genere el menor riesgo adicional, a aquel que ya es propio del emprendimiento. Promover la creación y desarrollo de pequeñas y medianas empresas (pymes), hoy debe ser un objetivo clave para el desarrollo.
En Latinoamérica estamos observando una situación que es particular de la región y especialmente preocupante. Las compañías pequeñas y medianas se han reducido en comparación a otros continentes, según el interesante estudio “Latin America’s missing middle” de McKinsey Global Institute, que desarrolla el concepto del “missing middle” o el segmento medio faltante. Este concepto hace referencia a la “falta de pymes en el mundo en desarrollo” como también a “la falta de capital destinado a financiar a las pymes”. En realidad, ambos conceptos guardan elementos muy importantes que definen este fenómeno.
Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el ”segmento medio faltante” explica cómo en los países en vías de desarrollo se caracterizan porque existe una gran cantidad de empresas de subsistencia y muy pequeñas en un extremo, y algunas muy grandes empresas en el otro extremo del espectro. Por su parte, en el medio operan muy pocas compañías bajo la categoría de pequeñas y medianas empresas, y muchas de ellas en un ambiente de informalidad.
La presencia de las pymes formales y el trabajo de calidad que producen son fundamentales para estabilidad de las economías y la movilidad social. Esto es importante porque las compañías formales son más productivas y pueden aportar en mayor proporción al PBI, en comparación a las informales, quienes carecen de capacitación adecuada, acceso a tecnología y, además, tienen costos más altos para conectarse con el mundo (es decir, tienen menos oportunidades para importar o exportar). Si no se forman más empresas que sean formales en todas sus dimensiones, como la tributaria, laboral y societaria, habrá menos capacidad de generar empleos de calidad que permitan logran una inclusión integral.
Según el estudio de McKinsey, la contribución del segmento pyme a la economía de varios países Latinoamericanos no tiene un porcentaje importante, y más si consideramos solamente aquellas que operan en la formalidad, lo cual se estaría convirtiendo en un círculo vicioso que también disminuye la capacidad de compra, la dinámica del comercio, la industria y el turismo.
De acuerdo con voceros de la Cámara de Comercio de Lima, más del 96% del total de empresas que existen en el Perú son pymes. No obstante, de éstas más del 60% son informales – según la misma fuente. Sin pymes formales, no existe esa bisagra que desate la posibilidad de que las personas y familias puedan moverse de los quintiles económicos más bajos a los más altos, así esto requiera generaciones. La falta de este puente, dada la insuficiencia de empresas de la mitad es un gran obstáculo para la avanzar en un proceso de inclusión. El objetivo debe ser que el entorno económico permita a las personas crecer a partir de su esfuerzo y su trabajo, pudiendo mejorar su calidad de vida de su familia con la posibilidad real de subir hasta niveles socioeconómicos más altos.
En esa línea, una de las preguntas que los gobiernos en América Latina deben estar haciéndose, es cómo solucionar el problema del segmento medio faltante, precisamente porque esta ausencia es una barrera para que sea posible ese grado de movilidad social que queremos. Es un reto complejo, pero entre las soluciones más importantes están aquellas relacionadas con la formalización tributaria y laboral.
La clave está en entender que la formalización es una opción que tienen las empresas y que estas pueden crear gran valor por el incremento en la productividad, el cual puede ser distribuido entre los trabajadores, dueños y la sociedad en forma de impuesto. Formalizarse debe ser un buen negocio para la sociedad pero sobre todo para el empresario.
Para eso, tenemos un enorme reto como sociedades porque será necesario diseñar una escalera que tenga continuidad y dé a las empresas la oportunidad de nacer y crecer, siempre ofreciendo la formalización como la mejor opción, porque hace sentido para el empresario de todos los tamaños. Esa es la vía para generar un gran avance en productividad, movilidad social y al final, mejora en la calidad de vida de las personas.