Consumo y bienestar subjetivo
Desde hace unos meses he dedicado tiempo a estudiar temas relacionados con el consumo, la satisfacción de las necesidades y el bienestar que se procura eventualmente obtener de estas acciones. No son pocos los autores que han publicado investigaciones relacionadas, dando cuerpo y enriqueciendo este campo del marketing y la conducta del consumidor.
Son varios los elementos que se entrelazan en esta área: he mencionado algunos como el concepto de necesidad, el bienestar, la satisfacción. A su vez van surgiendo otros como la toma de decisiones de compra y el consumerismo. Este último término se utiliza en una serie de sentidos. En mi caso lo comprendo como un orden económico y social que motiva la adquisición de bienes y servicios en cantidades cada vez mayores, más allá de lo que el sujeto necesita para cubrir sus necesidades básicas.
El motivo por el que comencé a estudiar en este campo fue el siguiente: mi interés general de investigaciones académicas ha versado estrictamente sobre tres elementos propios de la psicología y su influjo en la publicidad y las preferencias de consumo: la atención, la memoria y el procesamiento de información. En particular en los grupos de consumidores niños, adolescentes y jóvenes.
Si bien mi interés por esta línea de investigación continúa, en un momento me pareció que su impacto no trascendería mucho más allá de lo que permite su publicación en revistas científicas especializadas, foros académicos, y en el mejor de los casos compartir los resultados de estos estudios en las clases dictadas a profesionales en cursos de posgrado.
A mi parecer la investigación realizada desde la universidad debe servir al progreso y bienestar de la sociedad. Bajo esa premisa realicé una revisión crítica de las investigaciones que realizaba ¿cuál era su impacto en nuestro país? A ello se agregó un pensamiento de fondo que siempre me ha acompañado como publicista (en ejercicio y desde la academia): con independencia del contenido del mensaje publicitario, qué aporte social deja en el mediano y largo plazo la promoción de consumo de bienes.
No cabe duda de que el consumo, en un sistema de mercado como el nuestro, mantiene sana y creciente la economía. Y eso, en concomitancia con otras variables, origina un beneficio general. Por otro lado los indicadores manifiestan que la economía peruana crece, y que los índices de pobreza de nuestro país disminuyen. De este modo, en los años a continuación y a la vuelta de una generación, un buen porcentaje poblacional habrá cubierto sus necesidades básicas de vivienda, educación, alimentación, salud, y tendrá dinero en los bolsillos para consumir otros bienes y servicios no estrictamente esenciales.
Ante ese escenario es interesante un efecto reportado en investigaciones sobre el consumo su relación con el bienestar percibido por parte de quienes consumen. Las investigaciones señalan que en los países más ricos (en proporción por habitante) el promedio de bienestar subjetivo es mayor que el observado entre los habitantes de países pobres. Esto es consistente con suponer un fuerte vínculo entre el nivel de la capacidad de consumo y el grado de bienestar subjetivo percibido por las personas.
No obstante, cuando se realiza la misma comparación entre individuos de un mismo país, no se observa un vínculo entre la capacidad de consumo y el bienestar subjetivo de las personas, una vez que perciben que sus necesidades básicas han sido cubiertas. Este resultado es contradictorio con el anterior, pues sugiere que los altos niveles consumo no se hayan necesariamente relacionados con el bienestar.
Efectos y observaciones como el descrito me motivan a seguir profundizando en este campo, con el objeto de indagar las formas en que el consumo ofrecerá bienestar en nuestro país, sobre el supuesto que ese bienestar va más allá de la capacidad de consumo y adquisición de bienes. Agradeceré todas las ideas que me lleguen para dar forma a esta nueva iniciativa de estudio.