Argentina: Nación Califato, las intenciones implícitas de la política económica de Milei
La Argentina es el nuevo laboratorio de los economistas neoliberales y libertarios del mundo. Confluyen algunas noticias positivas relativas a una significativa reducción de la inflación, una ligera apreciación cambiaria a inicios de este año 2025 y una ganancia de reservas internacionales en el banco central (pero a un nivel equivalente a la mitad de las del BCRP).
Sin embargo, a la par son obvios los resultados negativos en términos de empleo e ingresos de la población, mayores niveles de pobreza y de desigualdades económicas que impactan negativamente en la demanda interna y en el crecimiento económico. La discusión del momento es si las circunstancias reseñadas en el párrafo anterior pueden conducir a un escenario positivo para el mediano plazo.
Transición
Respecto de la transición surgen varias interrogantes: ¿es viable un esquema de apreciación del peso argentino con una apertura externa radical? ¿Si estos elementos coyunturales permitirán ganar tiempo para recibir divisas a partir de mayores exportaciones de bienes y servicios? ¿Será socialmente sostenible? ¿Se podrá superar la restricción externa que es su talón de Aquiles?
Para esta nota vamos a basarnos principalmente en un artículo del economista argentino Adrián Rojze. Este discute el proceso de transición y en particular el modelo económico implícito propuesto por Milei. Hay elementos en común con la propuesta neoliberal peruana.
Rojse señala que el modelo de país libertario pondera al sector extractivo por sobre el desarrollo de valor agregado y la industrialización, además de eliminar el Estado. El artículo se publicó recientemente en el periódico Página 12: https://www.pagina12.com.ar/754545-nacion-califato
Resumen
El autor anota que desde hace por lo menos medio siglo, Argentina atraviesa una situación de conflicto hegemónico. Pero convertir a una nación que cuenta con un nivel intermedio de industrialización y desarrollo en un califato petrolero y agropecuario es una apuesta inédita que no solo revela un alto grado de ideologización, sino directamente pérdida de contacto entre el colectivo político que está a cargo del Poder Ejecutivo y la realidad social.
En la práctica, según Rojse, significa pasar de una nación integrada territorial y verticalmente con un sector primario, secundario y de servicios en un país segmentado, desindustrializado y fragmentado socialmente. Sin embargo, acota que eso no significa que el actual sistema productivo no tenga desequilibrios regionales ni que su sistema productivo esté integrado.
Problemas estructurales
El autor señala que el desarrollo humano y económico comparado entre las provincias es casi de 3 a 1 entre el sur patagónico y la Ciudad de Buenos Aires por un lado y las provincias del norte, por otro. Asimismo, existen desequilibrios productivos sobre todo de integración vertical hacia abajo por la escasa y atrasada producción de bienes de capital e insumos críticos que hace que el desarrollo manufacturero termine siendo deficitario en términos de comercio exterior. Tampoco que la relación entre el Estado y sociedad sea la óptima.
Sobre estos puntos críticos es sobre los cuales se montaron, con cada crisis, discursos neoliberales que se pretenden restauradores de un orden macroeconómico y social. Prometen terminar con estas distorsiones a costa de la desintegración del aparato productivo centrado en la acumulación manufacturera y su correlato social, que es la constitución de un bloque hegemónico multiclasista de corte popular que dispute la conducción del Estado.
Propuesta Milei
Se anota que se trata de una experiencia de intento de reconversión total de las relaciones sociales del país en el que la renta minera y petrolera sea capitalizada por una alianza encabezada por los principales actores multinacionales en la materia y repartida con las elites locales que ofician de ricos socios subordinados.
El modelo extractivista con consumo suntuario y gestión autoritaria es un esquema social ya probado en países asiáticos y africanos del cual el arquetipo y la caricatura, son los pequeños sultanatos o califatos mediorientales. En estas estas sociedades, a diferencia de la Argentina industrializada y urbana, no había experiencia previa de desarrollo y el Estado nacional compartía poder con modelos de organización tribal.
Utopías retrospectivas
Rojse señala que todas las experiencias de ultraderecha que alcanzaron posiciones de poder siempre invocaron un pasado mítico al cual volver. Desde el imperio Romano Germánico de los nazis hasta la nación industrializada de post guerra del trumpismo, pasando por la reivindicación de la tradición, familia y propiedad de los neofascistas italianos.
Los movimientos de este corte sueñan con repetir las experiencias supuestamente gloriosas, una suerte de utopía retrospectiva. La actual administración nacional no es la excepción cuando propone volver a la patria agroexportadora supuestamente rica, próspera y tranquila previa a la llegada de Hipólito Yrigoyen al poder.
Más allá de discutir los raros números de PBI per cápita de hace un siglo y otras cifras del estilo, lo cierto es que la ultraderecha sueña con volver a una sociedad de alta desigualdad en la distribución del ingreso, de derechos políticos restringidos, con autoridad concentrada y de fuertes tendencias elitistas centrada, esta vez, en la capitalización de la renta minera, en lugar de la agropecuaria.
Vieja realidad
Según Rojze la realidad de Argentina de finales del Siglo XIX distaba de ese relato. Se trataba de una organización territorial del Estado orientada hacia el mercado externo basada en la capitalización de la renta agraria, con un proyecto que organizó el ejército nacional, el control territorial de fronteras, el cobro de impuestos y la educación pública gratuita, laica y obligatoria, el asentimiento de flujos migratorios, la organización territorial del transporte y la unificación monetaria como sus principales capacidades de construcción de consenso.
Asimismo, albergaba una clase dominante que se insertaba en el mercado mundial en la división internacional del trabajo típica de la época como exportador de productos primarios, realidad que eclosionó con la crisis del 30 y que dista mucho del actual mercado mundial. Un modelo que tuvo mucha resistencia política y sindical por la ampliación de derechos económicos y políticos en una sociedad caracterizada por una distribución desigual de poderes e ingresos.
Tres determinantes
Más allá de su verdadero valor histórico, la utopía planteada tiene un valor político como relato de intenciones de la actual administración. Y son las intenciones implícitas que esta política económica esconde bajo el poncho.
El primero de dichos objetivos puede verse en los cambios en la distribución de pesos relativos entre sectores. En medio de una fuerte recesión, el sector primario muestra altas tasas de crecimiento: agropecuario, minero, incluyendo el petróleo, y la pesca, segmentos productivos con escaso valor agregado, muy pocos encadenamientos al interior del aparato de producción local y escasa creación de empleo.
De ellos, sobresale la extracción de petróleo por su intensidad de capital, su crecimiento constante, su baja capacidad de generación de empleo y sobre todo, por su segmentación territorial que lo diferencia radicalmente de la actividad agropecuaria, que se extiende por todo el territorio y cuyo crecimiento interanual, en este 2024, obedece a la baja base de comparación con un trimestre como el del año pasado, donde asolaron los efectos de la sequía.
Desposesión
El segundo es el ingreso de la economía argentina a una tendencia mundial que David Harvey describe acertadamente como la economía de desposesión, cuya característica es la acumulación de capital captando rentas de territorios con ventajas de ubicación o recursos naturales, al que se incorporó el de la depredación de los datos personales.
Modalidad debida al exceso de capitales que se genera, pero que no puede canalizarse en la tradicional forma de obtención del excedente mediante la producción y circulación de mercancías.
Este fenómeno, descripto como la etapa madura del neoliberalismo a nivel mundial, reconfigura tanto a los estados nacionales, despojándolos de sus funciones tradicionales de mediador entre clases, segmentos y estratos sociales, así como a las sociedades, donde porciones muy importantes de la población se quedan sin funciones laborales ni identidades económicas visibles, fácilmente reemplazables por fanatismos de toda índole.
Desvalorización
Finalmente, el tercero de los objetivos de este relato libertario es la desvalorización de las capacidades blandas de los Estados, es decir de aquellas que construyen consenso en la sociedad, tales como la salud, la protección social, la educación o las obras públicas en el entendimiento, muy radical y equivocado de su inutilidad en esta nueva etapa histórica.
Con esta, acota el autor, se rompe el lazo existente entre los diferentes intereses colectivos de la sociedad y el estado nacional, lo que puede conducir a actitudes tales como la desaparición de la moneda o la rebelión fiscal. Esto se ve en fenómenos como el constante recorte de erogaciones estatales en las materias señaladas, la licuación de activos y pasivos financieros, o la errática política de acumulación de reservas aún con saldos comerciales récord.
Base social
La base social de Milei es un colectivo político que se constituyó como una alianza entre una fracción del capital concentrado, más ligada a las finanzas y a los recursos naturales, con una parte del bloque popular que no se sentía representada por las instituciones tradicionales del sector. Bloques que protagonizaron una disputa hegemónica durante el último medio siglo sin que se impusiera ninguno de los dos con un estado nacional paralizado y oscilante en sus políticas económicas.
Los intentos de revertir esta situación de empate tomaron la forma de tres intentos neoliberales: la dictadura genocida, el menemato y el macrismo, que terminaron en sendos y estruendosos fracasos.
El programa que con mayor intensidad trató de revertir la situación, el primer kirchnerismo fue eficiente en lo relativo a la reparación de las consecuencias del experimento menemista, pero mucho menos en las reformas regulatorias, sobre todo en lo financiero y en lo impositivo, que reviertan esta situación de paridad en el largo plazo.
Carencias Milei
Según el autor este nuevo colectivo liberautoritario carece casi por completo de estrategias y cuadros especializados y formados para la administración estatal, lo que da sustento a la sobreactuación en términos de destrucción de capacidades estatales, pero también a errores de amateur. Introducen cuadros provenientes de empresas privadas, lo que implica el traslado de conflictos de interés al interior del Estado, desnaturalizando su función de conciliación de intereses generales.
Esta combinación de destrucción de capacidades blandas e introducción de intereses particulares es letal para establecer cualquier forma de gobernabilidad y de construcción de vínculos entre estado y sociedad. Lo cual, unido a un proyecto absolutamente disfuncional con la sociedad terminaría invariablemente mal, sobre todo por las previsibles resistencias. En nuestras propias palabras, es una propuesta fallida, que no sería capaz de generar ingresos y calidad de vida para 46.5 millones de habitantes y de 34 millones en el caso del Perú.