El ministro Urresti y el cabo Nonone
Cuenta la historia que Reynaldo Nonone Vivanco, “el cabo Nonone”, era el arquetipo del policía señorial y amable de la Lima de los años cuarenta. Se dice que su autoridad, emanada de la rectitud y caballerosidad con la que dirigía el tránsito en la plaza San Martín, alcanzó alguna vez hasta a la comitiva del presidente Odría. Esta, ante una falta de tránsito, recibió un sonoro pitazo y posterior papeleta del espigado miembro de la División Motorizada de la Guardia Civil.
Setenta años después, rodeados de paqueteros, ladrones de poca monta, marcas y sicarios, un personaje con un estilo diametralmente opuesto al de Nonone ocupa las primeras planas de los diarios: el ministro del Interior, Daniel Urresti.
¿Por qué hablamos de Urresti en un blog de comunicación estratégica?
Como hemos dicho en varias ocasiones, la imagen es la síntesis de nuestra identidad. No importa cuánto nos preocupemos porque nuestras campañas comuniquen lo mejor de nosotros, si no logramos alinear nuestra imagen (aquello que comunicamos intencionalmente o no) con nuestra identidad (la realidad), es muy poco lo que la comunicación puede hacer para generar una buena reputación.
Vale la pena entonces preguntarse si el “estilo Urresti”, que según una encuesta de IPSOS Perú goza de 61% de aprobación, puede sostener a mediano plazo la gestión de una cartera caliente como la del Ministerio del Interior.
Alfredo Torres intenta explicar esta inusual cifra: “Probablemente, la clave de su mayor respaldo esté en que su estilo, de estar mucho en la calle liderando operaciones, encaja con lo que la mayor parte de la población espera de quien ocupe ese cargo”.
Lo cierto es que desde su nombramiento hemos visto a Urresti en redadas, batidas, requisas, etc. Un estilo peculiar que le ha valido tener una aprobación mucho más alta que la de sus antecesores.
¿Es esto suficiente?
La apuesta del Ministro se basa en que estar en el “teatro de operaciones”, como conocen los militares al escenario de combate, generará en la población y en el mismo cuerpo policial la percepción de que por fin alguien, desde las más altas esferas, toma al toro por las astas.
(Permítame repetir: percepción).
Que este estilo sea sostenible dependerá de algo más que las acciones de Urresti para la cámara. Lo cierto es que en nuestra sociedad las gestiones que han demostrado autoritarismo y una acción directa sobre problemas urgentes han gozado de altos índices de popularidad. Estas, sin embargo, al obviar las reformas institucionales profundas, eventualmente han desencadenado en fracaso.
La actual política de Urresti no es más que un firulete para la tribuna si es que no se ataca la inseguridad desde un punto de vista multisectorial.
¿Suena a floro?
Por supuesto que lo es. Pero el liderazgo que se requiere del ministro del Interior no pasa por saber quién hace más planchas o grita más fuerte, sino por la capacidad de integrar a todos los sectores involucrados en la prevención y el combate del crimen, más allá de la simple acción policial. El caso de los carabineros en Chile, del departamento de policía de Nueva York o de la policía de Bogotá son muestras de que los cambios profundos van más allá de los flashes y las cámaras.
En simple, la identidad de la PNP no está, ni por asomo, acorde con la imagen de eficiencia y energía que nos quiere vender Urresti. ¿Quiere un ejemplo? Lea esta nota (no se pierda la foto) y luego pregúntese si está convencido de que el trabajo del Ministro es eficiente.
Dice la historia que Nonone fue parte de un cortometraje y que incluso fue tentado a actuar en Hollywood. Ello, como usted comprenderá, estimado lector, hubiera significado una gran promoción para la imagen de la ciudad, del país y del mismo Nonone, pero no hubiera tenido efecto práctico alguno en ningún problema concreto de entonces.
Es decir, hubiera tenido la misma trascendencia que el ministro Urresti liderando un operativo de alcoholemia un sábado por la noche. En una sola palabra: ninguna.