Los amigos que Nadine perdió
Quienes trabajamos en comunicación institucional tenemos bastante claros dos preceptos que, en gran medida, aseguran nuestra supervivencia.
El primero es que los periodistas, mientras trabajan, no son nuestros amigos. Podría decir que los periodistas no son, nunca y bajo ningún motivo, nuestros amigos, pero me arriesgaría a romper relaciones con algunos buenos compañeros del gremio.
El segundo es que el off the record no existe. En plena entrevista, con la luz roja de la cámara o la grabadora prendida, entrar en el jueguito de “te voy a decir algo, pero no lo publiques” es tan ingenuo y arriesgado como pararse en la esquina más peligrosa de Lima con un Rolex de oro y una cadena Cartier e intentar salir incólume. Todo lo que se diga durante una entrevista, quede o no grabado, es pasible de ser publicado, nos guste o no.
Esto, que no se aprende en una facultad sino en la cancha, fueron los dos grandes errores —de principiante— que cometió la licenciada en Ciencias de la Comunicación (sígame con la ironía) y primera dama, Nadine Heredia, en la ya célebre entrevista publicada en Cosas. Aquí la versión sin censura, gracias al Útero de Marita.
Vamos por partes y seamos sinceros. Coincido con la ministra Ana Jara cuando dice que no hay ninguna “pepa” en la nota. Heredia no nos ha contado nada nuevo. Salvo las historias relacionadas a sus primeros años en la casa paterna, a su vida universitaria —de la que algo escuchamos ya, cortometraje incluido— y de cómo fue ella la que invitó a salir a Ollanta, quien aparentemente desde ese entonces era ya un consuetudinario Cosito, el resto ya era vox populi.
¿Acaso no sabía usted que Nadine filtra ministros, despacha directamente con ellos —y de paso también los “despacha” del gabinete— o que tuvo un papel preponderante en el levantamiento de Locumba?
¿Qué? ¿No lo sabía?
Entonces sería bueno que revise este reportaje de julio de 2012 de la revista Poder, donde Ricardo Uceda realiza un excelente perfil de la primera dama. Para no dejar dudas, a los pocos días Panorama emitió una informada nota en esa misma línea.
Pero Nadine cometió un tercer error, quizás el más grave: intentar detener la publicación mediante una carta notarial y las llamadas de algunos empresarios que, intercediendo por ella, buscaron disuadir a los directivos de la revista.
Sigamos con el arranque de sinceridad: en más de una ocasión, quienes trabajamos en esto, nos hemos enfrentado con un vocero que se fue de boca en una entrevista.
¿Qué hemos hecho entonces?
Pues nuestro papel: intentar influir en el contenido de la nota y negociar con el medio la publicación o no de ciertos pasajes. Me arriesgaría a decir que fracasamos en casi el 100% de los intentos; pero de ahí a enviar una carta notarial para frenar una publicación hay un trecho largo. Lo único que ocasionó este primarioso error fue convertir lo que pudo ser una pequeña crisis en un completo escándalo, sazonado, por supuesto, con algo de chismografía limeña.
Peor aún, en el papel de primera dama, hacerlo te convierte en fácil carne de cañón para que cualquiera te acuse de querer atentar contra la libertad de expresión. Lo cierto es que esto no es un intento de mordaza; es simplemente una reacción desesperada frente a una acción de comunicación poco calculada, que terminó saliéndose de las manos y cuyo control de daños fue a todas luces pobrísimo.
El intento de hacernos creer que la carta notarial responde a la preocupación de mostrar la imagen de los niños es una excusa que solamente agrava la situación. En sencillo: si quieres guardar la privacidad de tus hijos, no permites que los fotografíen, y si no quieres que se vean involucrados en una entrevista política, pues no hables de política. Punto.
Una curiosidad, para reforzar la preocupación constante de la pareja presidencial por la privacidad de sus hijos: vaya a la cuenta de Flickr de la Presidencia de la República e identifique las fotos de la familia completa. Aquí, por ejemplo.
Bien por Cosas. A pesar de la presión publicaron la nota, y estoy seguro que el revuelo causado de hecho aumentará las ventas. Por supuesto, no se estila eso de enviarle el texto maquetado a un entrevistado. Asumo que lo hicieron como una deferencia a la primera dama. En cuanto a Gabriel Gargurevich, quien tuvo a su cargo la entrevista, queda claro que, como periodista, se limitó a hacer su trabajo. Su versión de los hechos está aquí.
La desmedida reacción terminó por revelar que Nadine no es necesariamente la estadista sólida y decidida cuya imagen ha configurado a lo largo de estos años. Demuestra, más bien, que aún le faltan temple y madurez para tentar la Presidencia en 2021.
Pero, más importante, terminó por enseñarnos que, a pesar del poder, las luces y las cámaras, hasta el más pintado sigue siendo dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.