Los comecaca y el Cenicero: de lo lúdico al malhumor barranquino
Mi primera chamba “real” en comunicaciones fue como Jefe de Prensa de la Municipalidad de San Isidro. Por supuesto, y como debe ser, trapeé la cubierta por un tiempo: hacía notas de prensa, torturaba a editores, redactores y practicantes para que las publicaran, editaba la revista vecinal, tomaba fotos y un largo etcétera.
En San Isidro no solo aprendí mucho de la lógica de la comunicación corporativa, sino que conocí a quien sería uno de mis maestros personales y profesionales, Jorge Salmón, un genio de la comunicación, a quien la publicidad peruana le debe joyas como esta o esta.
También aprendí que la comunicación que emite una municipalidad tiene un doble encanto (que es, a la vez, una tortura): no solo debe estar orientada a generar una opinión favorable hacia la gestión, a través de los medios o el contacto uno a uno y en espacios reducidos, sino que tiene un fuerte componente de educación y difusión de normas de civismo y convivencia mínimas, función que muchas veces está teñida de grises y aburridos lugares comunes.
Para aclarar la situación, le doy un ejemplo: parece que a las municipalidades les asustara decir palabras como “caca”, entonces, en un intento por escudarse y guardar las formas, se inventan palabras tan primariosas y confusas como “pufican”.
Por ello, la semana pasada me sorprendió gratamente la campaña de “Los Comecaca”, lanzada por la Municipalidad de Barranco y que busca concientizar y llamar al vecino a realizar una acción elemental: recoger la caca de sus mascotas y depositarla en un tacho especial que ha sido “personificado” apelando a cuatro personajes que despiertan, en mayor o menor medida, un grado de rechazo en el común de las personas: el futbolista juerguero, el mañoso de la esquina, la trampa, el corrupto, la chismosa del barrio y el maletero.
Foto: Publimetro
Ciertamente, se ha criticado con algo de razón y fundamentos el uso de estereotipos, sobre todo en el caso del personaje de “la trampa”, situación ya explicada por la agencia creadora de la campaña. Frente a estos argumentos, algunos periodistas como Carlos Cabanillas de Caretas tienen un interesante punto.
Hace unos días, en esta misma plataforma, Alexander Chiu aseguraba que el termómetro para medir la eficacia de la campaña pasa por el hecho de que los vecinos adopten la costumbre de usar estos tachos. En pocas palabras, el éxito de la comunicación está en proporción directa con la cantidad de caca recolectada (los detractores de la comunicación corporativa tienen una broma aquí).
Aparentemente la cosa funciona. Según el Facebook de los Comecaca, a los pocos días del lanzamiento ya se había recolectado una tonelada de excremento. Más allá de un alto engagement, que supera la cantidad de fans de la página y de las más de 107 mil reproducciones en YouTube, la campaña genera un cambio de conducta del vecino.
Comunicación al servicio de la educación cívica, de manera creativa y apelando al nivel de empatía (o antipatía) que puede generar un personaje en el ciudadano común. Bien por ello.
Ahora, el palo.
El Cenicero es un blog alojado en la plataforma de La Mula. Escrito en tono sarcástico, es el espacio donde un grupo de jóvenes periodistas imaginan noticias imposibles y las publican haciendo uso de recursos humorísticos similares a los que vemos todos los días en las caricaturas de los diarios, en los programas cómicos de la tele o la radio, o en los miles de espacios de sátira política y ciudadana que circulan en el mundo.
Pues bien, la semana pasada nuestros amigos publicaron un post ficticio que inmediatamente generó una respuesta desproporcionada y destemplada de la Municipalidad de Barranco, donde parece que, a pesar de lo lúdico del Comecaca, no abunda el sentido del humor.
Conversé con Diego Pereira, director de El Cenicero, quien en una sabia decisión y ante la amenaza de Barranco de iniciar acciones legales, bajó el post de su espacio en La Mula. Pero como siempre hay recursos frente al malhumor, la nota sigue en la cuenta de Facebook e hipervincula a un sitio externo.
La respuesta de El Cenicero y la fruncida carta de la muni están aquí.
“¿Cómo puedo rectificar algo que es ficticio?”, me pregunta Pereira. “Creo que la única respuesta posible frente a esto es: ‘Perdón por imaginar algo así, la próxima vez me imaginaré algo más bonito’”, comenta sin perder el buen humor.
Adelante Cenicero. Habría que preguntarle a la gente de la oficina de Comunicaciones de Barranco si, bajo esa misma lógica, debemos censurar también a Los Chistosos, a Carlos Álvarez, a Jon Stewart o a Jimmy Fallon. Quizás deberían dedicarse a cosas más productivas, como desarrollar más campañas educativas.
Una reacción un poco fuera de lugar ¿no les parece?