Si Valdelomar twitteara
Desde que dicto clases vivo tres veces por semana entre
chicos de no más de 25 años. Todos los ciclos, en la primera sesión, les pido
analizar los spots de lanzamiento de
las campañas de los cinco principales candidatos a la Presidencia en las
elecciones de 2011. La pregunta que surge, indefectiblemente, siempre es la
misma: ¿cómo así PPK, al cual la mayoría de estos muchachos aún aspira ver en
Palacio en 2016, no llegó a ser presidente?
La explicación pasa por romper una burbuja en la que viven:
nacidos a principios de los noventa, no conciben un mundo sin Internet, correo
electrónico y redes sociales. Su mayor acercamiento a la realidad nacional o
internacional no pasa de las páginas web de algunos diarios y están convencidos
de que el Perú se resume a su timeline de
Facebook o al hashtag de moda.
La respuesta que les doy es simple: PPK será presidente el
día en que las elecciones se definan por el mayor número de likes o RTs y cuando el voto sea
universal y obligatorio solamente para aquellos con una cuenta en alguna red
social de moda.
Con esa figura en mano, da para la reflexión el estudio “Top
50: mapa de poder influyentes en la red – Perú”, realizado por la
consultora de comunicación Llorente y
Cuenca y publicado hace unos días por Perú Económico.
Antes que usted, amigo lector, piense que la motivación para
este texto parte de una posible piconería por no ser siquiera mencionado en el citado
estudio, me permito contarle que mi presencia en redes sociales se restringe a
algunos autobombos (viralizo todos mis posts en muestra de pura vanidad),
compartir textos y noticias que considero interesantes, subir algunas fotos de
mis sobrinos, convertirme, como todos, en ocasional cronista de fútbol y
chismosear qué dice la gente realmente importante en Twitter, muchos de los
cuales figuran en el mencionado estudio y son mis amigos (aunque quizás algunos
ya no contesten correos luego de estas líneas).
(Disclosure realizado)
De hecho, destaco profundamente el interés metodológico por
investigar un terreno aún poco explorado como el de las redes sociales. Estructurar
herramientas de medición y arriesgarse a aplicarlas en un entorno en el que todavía
se vende mucho humo, me parece encomiable y es un necesario primer paso.
Sin embargo, me rehúso a aceptar que podamos hablar de que
la “twittosfera” o “facebookosfera” (disculpen el horrible
neologismo), sea aún lo suficientemente determinante para que podamos usar
calificativos como “poderosos”.
Desde cualquier punto de análisis sigue siendo complicado,
en países como el Perú, lograr que la movida de Internet genere y canalice
iniciativas de amplia base social que detenten suficiente poder como para generar
cambios reales. Ni siquiera Lima, en un contexto global, tiene
algún tipo de relevancia.
Algunas
cifras del INEI: según la última encuesta ENAHO,
solo el 25.5% de hogares a nivel nacional cuenta con conexión a Internet. En
áreas rurales, nada más que un 8% de la población accede a la red; de ellos,
62.5% lo hace una vez por semana y 21.9% una vez al mes, o cada dos meses o más.
Por otro lado, solo 9.1% de la población cuya lengua materna es quechua, aimara
u otra lengua nativa son usuarios. A cifras frías, un panorama no muy inclusivo
que digamos.
Lo cierto es que mientras no seamos capaces de superar las
serias deficiencias de infraestructura en telecomunicaciones, que
superan los US$ 19.000 millones y donde las inversiones en banda ancha son
fundamentales, la red peruana seguirá siendo un terreno reservado para unos
cuantos.
La pregunta, entonces, cae de madura: ¿es posible calificar
a tal o cual persona como poderosa a nivel nacional cuando lo más seguro es que
en Lamud, Amazonas, en San Pedro de Cachora, Abancay, o en Chalhuahuacho, Apurímac,
no hay conexión a Internet y, por lo tanto, ni los conocen?
Pero más aún, para los pobladores de estas comunidades,
¿Internet es realmente poderoso?
El gran mérito de Internet es su casi omnipotente condición
de ofrecer un medio de expresión que destaca por su carácter igualitario, donde
todos detentamos los mismos derechos. Lamentablemente, mientras seamos
incapaces de masificar una herramienta que por naturaleza es democratizadora, no
estamos haciendo más que replicar las grandes brechas de nuestra sociedad offline, y ya sabemos cómo termina eso.
Dos comentarios para cerrar.
El primero, solo replicar un genial tweet de Rene Gastelumendi, que resume un poco todo este tema:
Finalmente, sobre el título de
este post, de seguro usted conoce la famosa frase de Valdelomar: “El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la
Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo”.