La medida que impuso topes a las tasas de interés de los créditos no solo está perjudicando la inclusión financiera, sino también a quienes ya tienen acceso a financiamiento.
Uno de los temores cuando se planteó regular las tasas de interés a inicios del 2021, era que estas dejaran de reflejar la distribución de riesgo prevista en una evaluación crediticia, una vez establecidos los controles o tasas máximas, según advirtió, en ese momento, Martín Naranjo, presidente de la Asociación de Bancos (Asbanc).
La norma entró en vigor en mayo del 2021.
Según el banquero, al fijar un tope a la tasa se produce un “efecto murciélago”, que conduce a la banca a acercarse al límite fijado por ley, que hoy es de 87.9% anual en créditos de consumo y a mypes, a fin de compensar el hecho de no poder cobrar más a quienes representan mayor riesgo (que quedan excluidos del sistema financiero).
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Dicho “efecto murciélago” se empieza a observar entre los clientes que solicitan financiamiento, pues la jefa de la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS), Socorro Heysen, manifestó recientemente que se registra un aumento de las tasas de interés a quienes acceden a crédito.
“Es un efecto que se veía venir y es lo que dijo la SBS, Asbanc y entidades financieras cuando se presentaron al Congreso a debatir el proyecto, que verían (las instituciones financieras) cómo cubrir aquel riesgo de no cobrar lo que corresponde al cliente según su perfil”, afirmó Ronald Casana, presidente del comité Mipyme del Colegio de Economistas de Lima.
Incluso se alertó que los bancos retomarían algunas comisiones u otros cobros para recuperar su negocio, lo que se está empezando a ver en el mercado y afecta a los clientes del sistema financiero, mencionó.
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Ahora que las tasas de los créditos se incrementan ante un mayor costo de fondeo, no se puede negar que en ciertos casos se acerquen al tope establecido por la ley, comentó Walter Leyva, gerente central de operaciones y finanzas de Caja Ica.
Aunque es un efecto que podría observarse más en la banca que, a diferencia de las microfinancieras, tiene pocos productos inclusivos dentro de su cartera crediticia, añadió.
Leyva detalló que la tasa de interés se determina en función de tres factores: el costo al que la entidad financiera obtiene recursos (que luego presta), el costo operativo y la prima de riesgo del cliente.
Sin embargo, pueden diferir por sector. Por ejemplo, el costo operativo de productos con cobertura rural es más elevado que en zona urbana, y lo mismo sucede con la asignación de riesgo de impago de los clientes, lo que hace que la tasa de interés tienda a ser más elevada en ciertos casos, acotó Leyva.
Para Casana, los topes tienen dos efectos: el primero -y más claro- es que dejan fuera del acceso al crédito a muchos clientes que no pasan el filtro de evaluación y, el segundo es que aquellos que siendo usuarios de la banca deben pagar tasas más altas que los que afrontarían si no hubiera topes.
“Las entidades financieras no son empresas de beneficencia que deben asumir las consecuencias de todas las medidas que tomen las autoridades; solo están tratando de compensar su negocio”, expresó.
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