Cuatro décadas de indagación sobre el sida han permitido a investigadores de todo el mundo realizar inmensos avances, transformando lo que fue durante mucho tiempo una sentencia de muerte en una enfermedad con la que podemos convivir.
Pero a pesar de estos avances, el VIH (virus de inmunodeficiencia humana), que causa el sida (del mismo modo que el SARS-CoV-2 causa el COVID-19), todavía no cuenta con una vacuna para combatir la infección antes de que se desarrolle la enfermedad.
A continuación, se ofrece un resumen de esa búsqueda en la lucha contra este virus que afecta a 38 millones de personas en todo el mundo.
¿Por qué una vacuna?
El acceso a los medicamentos antirretrovirales, que ayudan a mantener baja la carga viral en el cuerpo de las personas contagiadas y a mantenerlas sanas, se ha generalizado. También ayudan a prevenir la transmisión del VIH a sus parejas.
Las personas que tienen un alto riesgo de infección también pueden tomar la denominada profilaxis previa a la exposición (PrEP), una pastilla que se administra a diario y que reduce el riesgo de infección en un 99%.
“Pero el acceso a los medicamentos no está establecido en todas partes del mundo”, dijo Hanneke Schuitemaker, directora de descubrimiento de vacunas de Johnson & Johnson (J&J).
Incluso los países desarrollados tienen grandes disparidades socioeconómicas en el acceso a estos tratamientos, y las vacunas han sido históricamente las herramientas más eficaces para erradicar las enfermedades infecciosas.
J&J está llevando a cabo actualmente dos ensayos clínicos en humanos para su vacuna candidata, y los primeros resultados de uno de ellos podrían surgir “a finales de este año”, afirma Schuitemaker.
¿Por qué es tan difícil de desarrollar?
Las vacunas contra el COVID-19, desarrolladas en un tiempo récord y demostrando una eficacia y seguridad notables, han hecho posible reducir drásticamente los contagios en países con acceso a dosis suficientes.
Muchos de estos medicamentos utilizan tecnologías que fueron probadas por primera vez con el VIH. ¿Entonces, por qué no han funcionado hasta ahora contra el sida?
“El sistema inmunológico humano no se recupera a sí mismo del VIH, aunque ha quedado muy claro que podría recuperarse bastante bien del COVID-19”, detalla Larry Corey, investigador principal de la red de ensayos de vacunas contra el VIH (HVTN), una organización que financia el desarrollo de vacunas contra este virus en todo el mundo.
Las vacunas contra el COVID-19 funcionan al hacer que se produzcan anticuerpos que se adhieren a la proteína del pico del virus y evitan que infecte las células humanas.
El VIH también presenta las llamadas proteínas de espiga, pero aunque solo conocemos unas pocas docenas de variantes bien identificadas de COVID-19, el VIH muestra cientos, incluso miles de variantes en cada persona infectada, explica William Schief, inmunólogo que lidera el desarrollo de una vacuna de ARN mensajero contra el VIH en el Scripps Research Institute.
El VIH, un “retrovirus”, se integra en el ADN del organismo que contagia, que sirve de “huésped”. Por lo tanto, para ser eficaz, la vacuna debe detener la infección por completo, no solo reducir la cantidad viral que libera el VIH en el cuerpo.
¿En qué punto están las investigaciones?
Hasta el momento, décadas de intentos por desarrollar una vacuna contra el VIH no han tenido éxito.
La única vacuna candidata que alguna vez proporcionó protección contra el virus fue considerada el año pasado demasiado ineficaz en un ensayo clínico llamado “Uhambo”, realizado en Sudáfrica.
La de J&J se está probando actualmente con 2,600 mujeres del África subsahariana, y los primeros resultados de este ensayo, bautizado “Imbokodo”, se esperan en los próximos meses.
La eficacia de este remedio también se evalúa en el ensayo “Mosaico” en 3,800 hombres que tienen sexo con otros hombres o personas trans en Estados Unidos, Sudamérica y Europa.
La vacuna de J&J contra el VIH utiliza la misma tecnología que contra el COVID-19, la del “vector viral”: un tipo de virus muy común llamado adenovirus es modificado para transportar en el organismo información genética para combatir el virus objetivo, produciendo en este proceso moléculas capaces de provocar una respuesta inmune frente a un amplio espectro de cepas de VIH.
Los refuerzos de esta vacuna incluyen directamente proteínas sintéticas.
Otro enfoque prometedor es generar “anticuerpos neutralizantes de amplio espectro”, que se adhieren a áreas que muchas variantes del VIH tienen en común.
La organización International AIDS Vaccine Initiative y el Scripps Research Institute publicaron recientemente los resultados de un paso preliminar en un ensayo que muestra que su vacuna candidata estimula la producción de células inmunes raras, que producen precisamente este tipo de anticuerpo.
Estas instituciones esperan poder dar el siguiente paso en el desarrollo de su vacuna utilizando tecnología de ARN mensajero, en asociación con Moderna.
Este remedio tiene como objetivo, a través de varias dosis, “educar” poco a poco a los linfocitos B que producen los anticuerpos. Los investigadores también esperan entrenar a otros linfocitos, los “T”, para eliminar las células que, después de todo, hayan sido infectadas.
La vacuna candidata aún está lejos de poder reclamar un ensayo clínico en debida forma, pero William Schief dice que espera que el inmunizante, que convierte las células en fábricas de vacunas y cuya tecnología ha sido probada contra el COVID-19, establezca un antes y un después contra el VIH.