Por Brian Homewood
La reacción de dos presentadores de televisión de Panamá mientras sonaba el himno nacional del país antes del partido contra Bélgica lo decía todo.
David Samudio Garay apretó los puños, los alzó al aire y abrazó a su colega Miguel Remón, quien lloraba de emoción.
Mientras tanto, en la lejana Islandia, el 99.6% de los televidentes estaban sintonizando el partido ante Argentina.
Es lo que significa para un país jugar el Mundial por primera vez.
Durante gran parte del año, las selecciones son consideradas intrusas no deseadas en la temporada de clubes.
Muchos creen que el fútbol de alta calidad se encuentra en la Liga de Campeones, pero un mes de grandes partidos en Rusia 2018 ha demostrado que el Mundial tiene un atractivo único y la capacidad de paralizar naciones enteras.
Es mucho más democrático que el juego de clubes, donde los mismos equipos europeos de gran capital dominan las principales competencias cada año, una situación que se fortalecerá gracias a un sistema de distribución de ingresos que pesa mucho a su favor.
El Mundial, por otro lado, permite que países como Islandia, Panamá o Costa Rica salgan a escena y enfrenten a naciones más grandes en igualdad de condiciones.
Los equipos obviamente deben estar integrados con los jugadores que el país produce y no se recurre al mercado de transferencias para llenar espacios, gracias a estrictas normas de nacionalidad que aseguran que las naciones más ricas no puedan comprar su camino al éxito ofreciendo beneficios a los mejores jugadores.
"El dinero manda, pero no en la Copa del Mundo", dijo el exentrenador de Escocia Andy Roxburgh, miembro del Grupo de Estudios Técnicos de la FIFA.
Esto se traduce en el hecho de que Croacia, que apenas está en el radar a nivel de clubes y actúa como proveedor de talento para las ligas de Europa occidental, pudo llegar a la final en Rusia.
Mientras que las sorpresas en el fútbol de clubes son cada vez más raras, en el Mundial fueron moneda común.
Brasil e Inglaterra necesitaron marcar en el tiempo de descuento para derrotar a Costa Rica y Túnez, respectivamente, mientras que México y Corea del Sur vencieron a Alemania, campeona del mundo, mientras que Japón sacó una ventaja de 2-0 contra Bélgica antes de que los europeos revirtieran dramáticamente el partido para terminar ganando 3-2.
Y está el caso notable de Uruguay, que llegó a la etapa eliminatoria por tercera vez consecutiva a pesar de tener una población de solo 3.3 millones.
"He tenido una gran satisfacción a nivel de clubes en muchos países, en muchas partes del mundo, pero nada me da la misma satisfacción que entrenar al equipo de mi país", dijo su director técnico Oscar Tabárez.
El formato de 32 equipos parece ideal, lo suficientemente grande como para ofrecer la posibilidad de que países como Panamá e Islandia clasifiquen por primera vez y lo suficientemente pequeño como para garantizar que esa clasificación siga siendo un logro.
Aun así, la FIFA aumentará el torneo a 48 equipos desde el 2026, lo que podría convertir la clasificación en un formalismo en lugar de un desafío para muchos. También obligará a un cambio de formato que incluye grupos de tres en la primera ronda.
La FIFA también planea crear la llamada Liga de Naciones, organizando cada dos años un torneo de ocho equipos que sería como una mini-Copa del Mundo, y existen planes en marcha para una Copa Mundial de Clubes de 24 equipos cada cuatro años.
"Veo que hay grandes equipos en Europa que tienen ideas sobre competir con la Copa del Mundo", dijo Tabárez. "Pero ningún otro evento, en tiempos de paz, llama la atención de tantas personas como un Mundial".