FOTO 1 | Sé tú mismo. La confianza en uno mismo debe ir acompañada de honestidad en la transmisión del mensaje. Para ello, lo mejor es ser uno mismo, sin imposturas. No intentes epatar utilizando datos fuera de lugar y evita ese insoportable namedropping, es decir, no trufes la conversación de nombres de personas famosas. El cuñado de Cervantes comía todas las Nochebuenas con él, pero no escribió ni una línea del Quijote. Interesa lo que tú haces, no lo que hacen aquellos a quienes dices conocer.
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| Hay gente que tiene verdadera aversión a hablar en público. En su libro Una amante complaciente, el ilustrador y profesor Xavier Águeda explicaba los nervios que sufría cada vez que participaba en una mesa redonda o en una charla. Cuando le preguntaban cómo era posible que un profesor tuviera miedo a hablar en público, él respondía: «Es que en clase los niños no me escuchan».

Aunque resulte paradójico, ser escuchado es uno de los principales temores de hablar en público. Principalmente porque va asociado al miedo a quedar mal, a no estar a la altura de lo esperado, a decir una astracanada.

Sin embargo, es ese miedo a no hacerlo bien lo que provoca que el orador, al no estar convencido de sí mismo, haga que su intervención sea un fracaso. Es lo que los expertos llaman «profecía autocumplida».

Por tanto, antes de comenzar una conversación es imprescindible tener confianza en uno mismo. Si una persona está convencida de que va a gustar a su audiencia, sea una persona o sean miles, su intervención empezará con muy buen pie.

Además de ese consejo, los expertos proponen otros porque, aunque a algunos les resulte una tarea imposible, se puede aprender a hablar en público.

Fuente: Yorokobu / Foro Económico Mundial