El proyecto del malecón Castagnola en la Costa Verde del distrito de Magdalena fue entregado a principio del mes de octubre por el alcalde Jorge Muñoz. El espacio abarca un área de 5,000 m2 que incluye un sistema de andenería con cinco terrazas de un ancho promedio de 5.5 metros y una altura de 6 metros. Está revestida por un pasto artificial y la única entrada es una escalera.
El objetivo principal del proyecto es resolver el problema de fragilidad en el malecón y la estabilidad del talud, pero también generar espacio público para todos los ciudadanos.
“Vemos este tema de desprendimiento del acantilado desde hace varios años y las geomallas no son suficientes. Desde el 2016 ya se planteaba hacer andenes como solución para disminuir derrumbes. Sin embargo, este no es el mejor proyecto a replicar en los 22 kilómetros de la Costa Verde”, señala Marina Vella, arquitecta y urbanista.
Para la obra se ha invertido más de S/ 7 millones y, según los expertos en arquitectura y urbanismo, es una propuesta poco coherente con el espacio público, pues incumple el reglamento nacional de edificaciones y las normas de accesibilidad.
“Estamos ante un espacio que solo tiene un ingreso lateral que genera inseguridad ciudadana. Toda obra debe tener dos rutas alternativas. No hay accesibilidad para personas con problemas motores que necesitan de una silla de ruedas”, explica la arquitecta Lourdes Giusti, decana del Colegio de Arquitectos Regional Lima.
Quisimos conocer el punto de vista del municipio, pero al cierre de esta nota no accedieron a ofrecer una entrevista.
Seguridad
Por ser un acantilado con características especiales se deben realizar proyectos paisajísticos y urbanísticos de calidad acorde al tipo de suelo. “La idea de generar pequeños andenes tiene sentido porque el acantilado es erosionable, pero lo que han hecho es un mal diseño de arquitectura y urbanismo con una falta total de belleza y poca calidad”, comenta Augusto Ortiz de Zevallos, arquitecto y urbanista.
Los especialistas confían en que se hayan hecho estudios de ingeniería para proteger a los ciudadanos de derrumbes o del desprendimiento del talud. Sin embargo, “tenemos que ver a los edificios que se encuentran muy cerca a los acantilados, allí no hay un pensamiento técnico para protegerlos de un sismo”, añade Ortiz.
Espacio público
La arquitecta Marina Vella señala que hay poca coherencia en las palabras del alcalde Muñoz cuando se refiere a que será un atractivo para más de 140 mil personas entre vecinos y turistas. Las actividades que se den en el malecón dependen del espacio que genere el arquitecto, urbanista y paisajista. ¿Cómo podrán acceder al malecón las familias con niños, madres con bebés, vecinos con mascotas o personas en sillas de ruedas?
“Con una sola escalera estás excluyendo a gran parte de la población porque una mamá con un coche no puede ir allí, una persona con discapacidad tampoco, un adulto mayor no puede llegar. Es una obra excluyente”, explica.
Con respecto al diseño, una sola vía de ingreso genera tráfico entre las personas e inseguridad. “Seguridad es que pueda haber niños, juegos, familias y por lo tanto hay que prever barandas y dinámicas que permitan un paseo lúdico y espontáneo. Falto lógica en el diseño, debe ser un espacio para que todos los usuarios disfruten. Conseguir espacio púbico es fundamental”, añade Ortiz de Zevallos.
Además, el diseño de la obra también forma parte de la atracción turística de la Costa Verde. Por ello, “la arquitectura es una herramienta para atraer gente a la ciudad, pero hay que tener nivel en el diseño”, concluye Marina Vella.
Recubrimiento natural
La solución para evitar el riego y la humedad en el talud ha sido considerada desagradable. “Una alfombra de plástico es lamentable, existen soluciones que son mucho más respetuosas con la naturaleza y el paisaje del acantilado”, señala la arquitecta Giusti.
Hay otras formas naturales de proteger el acantilado. Por ejemplo, “los techos verdes son una malla de alambres verticales en donde el verdor se adhiere permitiéndole crecer sin necesidad de tocar el propio espacio del acantilado, pues en medio hay un aislante con 30 centímetros de espesor que ayuda a que no se moje el suelo y se puede conseguir un verdor sostenible”, añade Ortiz de Zevallos.
EN CORTO
- Inclusión. En los años 90 la ley de contrataciones OSCE prohibió los concursos de arquitectura en el Perú. En el 2019 se dio una directiva en la cual por primera vez se incluyen criterios de evaluación de la calidad de las obras. “Invocamos desde el colegio de arquitectos que las obras públicas en el Perú se hagan por concurso público de arquitectura”, demanda Giusti.