Un grupo de niños y adolescentes enterrados como ofrenda y un atípico cementerio de la civilización moche tienen en vilo a los arqueólogos que excavan el centro ceremonial de Santa Rosa de Pucalá, cuyo contenido puede llegar a reescribir la historia del norte del Antiguo Perú.
Gracias a los últimos hallazgos realizados en este lugar de la norteña región peruana de Lambayeque pueden romperse dos paradigmas, pues este arcaico emplazamiento permite reconstruir la interacción de las distintas civilizaciones que pasaron por él al haber sido utilizado por lo menos desde el año 400 a.C.
El primero es que los huari, el primer imperio de la Suramérica prehispánica que tuvo su apogeo entre los siglos VII y XIII, no le hizo siempre falta usar la violencia para dominar la costa del actual Perú; y el segundo es que los moche, la civilización que dominó la costa norte de Perú entre los siglos II y VII, no era tan homogénea como se pensaba.
Este año lograron desenterrar las bases más antiguas de una serie de tres templos construidos uno encima del otro y hallaron, en el primero de ellos, cuatro niños y adolescentes enterrados como ofrenda junto a otros cuatro camélidos y ocho cuyes (conejillos de Indias) que fueron sacrificados en el momento de la inhumación.
“Se trataría de ofrendas y rituales relacionados con el inicio de la construcción por parte de una población local con mucha influencia de la cultura huari”, explicó el arqueólogo Edgar Bracamonte, director del Proyecto Arqueológico Valle de Lambayeque y encargado del Museo Tumbas Reales de Sipán.
Falta constatar por análisis antropológicos si los niños y adolescentes fueron también sacrificados antes de ser enterrados, cerca de los años 850 y 900 d.C., algo habitual en civilizaciones del Antiguo Perú, como recientemente se ha descubierto en la costa peruana con los chimú, cerca de la actual ciudad de Trujillo.
Traslado del cuerpo
Al menos uno de ellos es seguro que no fue sacrificado, ya que aparentemente fue extraído de otra tumba y colocado en ese lugar, al ser encontrado ahora sin extremidades.
“Son rituales relacionados con la ancestralidad, que consisten en sacar el cuerpo de un lado y llevar las partes que puedan ser transportadas hasta el nuevo templo”, precisó Bracamonte.
La forma del templo llama la atención al tener una planta en forma de D, típica de la civilización huari, surgida desde la sureña región andina de Ayacucho antes del apogeo de los incas.
“Es el único sitio de la costa peruana donde se ha hallado esta arquitectura de forma en D”, destaca Bracamonte, que descarta una invasión militar de los huari al no encontrar de momento elementos en el lugar, ni siquiera objetos de cerámica policromada, muy distintivo de los huari.
“Anteriormente hallamos evidencias bastante claras de encuentros festivos de civilizaciones de la sierra hacia esta parte del valle, y estas fiestas generarían una nueva población con identidades compartidas”, sostuvo el arqueólogo.
Desconcertante cementerio
Más enigmático y sorprendente para los arqueólogos resulta ser el cementerio moche descubierto en el mismo lugar, con casi 30 tumbas desenterradas que datan de entre los años 100 y 400 d.C.
Estas tumbas son contemporáneas al conocido como viejo Señor de Sipán, predecesor del Señor de Sipán, el primer gran gobernante del Antiguo Perú, comparado con Tutankamón por la suntuosidad de su tumba, hallada en la Huaca Rajada, ubicada a solo 3 kilómetros en línea recta de Santa Rosa de Pucalá.
Sin embargo, el patrón de estas tumbas descubiertas en Santa Rosa de Pucalá no guarda la misma relación que presentaban los mausoleos construidos en honor a los grandes gobernantes mochicas.
Mientras en Sipán había grandes cámaras funerarias con toda clase de objetos de oro, plata y cobre, aquí se encontró una cámara con una mujer y un niño sin ningún elemento decorativo de metal, y al lado una tumba simple de un hombre que portaba orejeras de cobre y un cetro, además de vasijas finas.
“No hay una explicación lógica. Estos hallazgos nos hacen replantearnos mucho lo que conocíamos de los mochicas. Nos hace pensar que no serían una unidad cultural homogénea, sino que habría grupos distintos con una misma ideología pero con fragmentación política y cultural, que se entierran de manera diferente”, agregó.
Las excavaciones arqueológicas continúan para resolver estos enigmas, gracias al fondo de donaciones que administra la Unidad Ejecutora 005 Naylamp-Lambayeque del Ministerio de Cultura de Perú, y con el apoyo de empresas locales y de la familia Zevallos Reyes.