Escriben: Carolina Trivelli y Paola Bustamante, exministras de Desarrollo e Inclusión Social
Hace más de 12 años como país reconocimos que no estábamos haciendo un buen trabajo en materia de alimentación escolar y que el Estado no estaba cumpliendo con sus obligaciones. A pesar que la Ley General de Educación del 2003 estableció que la educación es un servicio público y que en la educación inicial y primaria el servicio educativo se complementa obligatoriamente con programas de alimentación, salud y entrega de materiales. En el 2012 solo cerca de 1.6 millones de escolares recibían algún apoyo alimentario en la escuela y este era parcial. Y sobre todo no era ni sabroso ni variado, por lo que los niños no lo consumían.
LEA TAMBIÉN: Éxito en la desinversión: ¿Qué es el “drag along”?
Ante esta constatación, nació Qali Warma (1), que llegaría a todos los niños que van a instituciones educativas públicas del nivel inicial y primaria. En su primer año de implementación (2013) fueron atendidos 2.6 millones de niños en 40,000 instituciones educativas los 193 días del año escolar (hoy Qali Warma atiende a cerca de 4.1 millones de escolares, en 65 mil instituciones educativas), entregando más raciones (almuerzos) a quienes viven en distritos con mayor pobreza.
LEA TAMBIÉN: Obras por impuestos: ¿Oportunidad empresarial?
La propuesta de Qali Warma buscó ofrecer alimentos diversos, idealmente con contenidos locales, con un aporte nutricional mínimo garantizado por el programa, de calidad y de garantizada inocuidad. Para ello, 116 comités de compra con participación regional, provincial, dos representantes de los padres de familia y del sector salud adjudican los contratos a proveedores y las entidades especializadas, como Digesa y Sanipes, evalúan la calidad de lo ofrecido por los proveedores.
LEA TAMBIÉN: Hay espacio para el optimismo
Qali Warma logró que reconociéramos el derecho de los escolares a la alimentación escolar y que se asignaran los recursos para atenderlos. Logró, además, que discutiéramos la importancia que tiene que los niños coman sano, rico y variado. Y, que tuviéramos claro que sin la participación de los padres, maestros y directores, el programa no funciona. También logró llevar alimentos adecuados a millones de niños y atender a escuelas que nunca habían recibido alimentos.
LEA TAMBIÉN:Autoridades que (ab)usan del poder
También hubo problemas, y no pocos. Proveedores que reducen la calidad de los productos, malos empresarios que reemplazan proteínas de buena calidad por otras más baratas y peores, a vista y paciencia del programa, sustitución de alimentos inocuos y seguros por otros con riesgo de contaminación, entrega de productos desarrollados por proveedores ad hoc para un programa social, corrupción, y más.
LEA TAMBIÉN: La informalidad o ¿”La nueva formalidad”?
Ante esos problemas, el Gobierno ha decidido crear un nuevo programa. Wasi Micuna será un programa “más comunitario”, con más participación de padres y las APAFA, que tendrá que garantizar que se mantenga lo logrado con Qali Warma y corregir la corrupción enquistada en este programa, proveedores y en una de las autoridades sanitarias.
LEA TAMBIÉN: Consolidación fiscal sin atropellar a los contribuyentes
Lo nuevo de Wasi Micuna es lo “comunitario”. Más participación es mejor y ya sabemos que sin la activa participación de la comunidad educativa ningún programa de alimentación escolar será exitoso. Pero, esa participación requiere ser desarrollada, entrenada, incentivada, monitoreada y sobre todo, requiere ser permanente. Ahí falló Qali Warma en los últimos años.
Cuatro aspectos preocupan respecto al nuevo programa:
- La responsabilidad de definir el contenido (el menú) debe ser de Wasi Micuna, no puede ser responsabilidad de los padres. La mayor parte de padres y madres no cuentan con el conocimiento técnico especializado en asuntos alimentarios y nutricionales como para seleccionar adecuadamente la cantidad, variedad y composición de los alimentos para cada etapa del desarrollo de sus niños, por ello tenemos altas tasas de malnutrición infantil (en todos los niveles socio económicos, no es solo por falta de recursos).
- Inocuidad. En un país con alta informalidad es complejo asegurar inocuidad de lo que se compra, pero también del proceso de preparación y distribución de los alimentos. ¿Quién será responsable cuando el programa reciba un alimento que parece bueno y no lo es? Un programa público, pagado con el dinero de todos los peruanos, tiene que hacerse responsable de lo que entrega.
- Acceso a los alimentos. En las zonas más alejadas, como las comunidades nativas, por ejemplo, Pampa Entza, no se tiene acceso a mercados cercanos, ni a esquemas para conservar alimentos frescos.
- Objetivos en conflicto. No se pueden tener objetivos que compiten pues se arriesga el objetivo central del programa. Se trata de proveer alimentación saludable, nutritiva y acorde a las costumbres locales. Si ello contribuye a la economía local mejor, pero no se deben mezclar objetivos.
LEA TAMBIÉN: ¿Cuál es la peor norma del año?
El nuevo programa enfrenta el desafío de mantener lo logrado por Qali Warma y corregir los problemas de ese programa. Aún, lo anunciado deja mucho por definir, pero un programa público no puede renunciar a sus obligaciones, más si es porque no puede manejarlas, y proponer trasladarle la responsabilidad de la implementación a las familias. Los derechos de los niños deben ser la prioridad del Estado.
(1) El programa Qali Warma se creó en el 2012 durante la gestión como ministra de Desarrollo e Inclusión Social de Carolina Trivelli, coautora de esta columna.