Confieso que escribir una columna cada dos semanas sobre el acontecer político nacional e internacional resulto más difícil de lo que pensaba. Con la triste frecuencia de crisis y destapes políticos, el mayor desafío parecía ser la elección de qué acontecimiento hablar en cada ocasión. Nuestra fragilidad institucional y el particularismo imperante de diversas fuerzas políticas dan demasiada tela de la qué cortar. Admito que, al mismo tiempo, la forma de observar la coyuntura peruana durante estos 14 meses de columnista ha devenido en una desazón y un desaliento que pocas veces he experimentado, y que seguramente comparten algunos de los lectores.
Llegamos al bicentenario, en medio una crisis sanitaria, una crisis política (más), e incluso una recesión económica sin muchas vías de salida. En este sentido, como decía el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, escribir es poner un poco de orden al confuso acontecer del mundo. En la política peruana, este pequeño ejercicio periódico de escritura ha abarcado temas tan diversos como las elecciones brasileñas, y las posteriores estelas que dejarían en la política latinoamericana; la falta de equidad de género en el Perú y a nivel internacional; y cómo ciertos fenómenos que creemos exclusivamente – o primordialmente – peruanos o sudamericanos, se observan también en países OECD. Así como, por qué la democracia siempre será la mejor vía para los regímenes, o de qué sirve la lucha contra la corrupción y la defensa de los derechos y libertades.
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En este balance, también dediqué espacio a reflexionar sobre nuestra imposibilidad de escucharnos. De seguir en la misma caja de resonancia, de no poder superar aquellas brechas y diferencias sociales, ideológicas, lingüísticas y geográficas que nos separan y que se manifiestan en profundas grietas que nos conducen hacia una pendiente resbaladiza de indiferencia y punto de no retorno.
Y en medio de este contexto, los columnistas nos encontramos tratando de escribir en medio de una crisis global de confianza hacia los ‘expertos’. Y por ello, dedico mi última columna aquí a reflexionar sobre el rol de aquellos que tienen como labor tratar de dar luces sobre las complejas controversias de nuestros tiempos. Algo debe ser precisado: no todo aquel que tiene una ventana es un experto, ni todo experto tiene un espacio de difusión. Y eso es clave para entender por qué el actual debate público peruano se encuentra en estado de polarización.
Por eso, si me lo permiten, estimados lectores, les dejo una reflexión sobre cómo navegar lo que se presenta como una de las profundas crisis de nuestros tiempos. Buscar información veraz en medio de una maraña de noticias falsas, información errónea y desinformación es vital. ¿Por qué no salimos de nuestra caja de resonancia? Naturalmente, tenderemos a la homofilia – preferir escuchar a quienes comparten características con nosotros. Sin embargo, esto significa multiplicar el volumen del mismo tipo de información, así como menor acceso a ideas nuevas. En coyuntura como la actual, esto es urgente ya que las salidas se tornan cada vez más complejas y se requieren de consensos más amplios.
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Exigir el uso y análisis responsable de la evidencia. Con más frecuencia, observamos influencers y expertos que eligen presentar una versión parcial, o incluso tendenciosa, de la información. Como dice el científico Neil deGrasse, “cada vez que los científicos no están de acuerdo, es porque no tenemos datos suficientes. Entonces podemos ponernos de acuerdo sobre qué tipo de datos obtener; obtenemos los datos. Y los datos resuelven el problema. O yo tengo razón, o tú tienes razón, o los dos estamos equivocados. Y seguimos adelante”.
Promovamos la honestidad intelectual. El verdadero debate que tenga como objetivo contrastar información y generar un espacio productivo y de crítica debe ser primordial. No tenemos más tiempo qué perder. Tenemos bastante ya con filtrar qué información consumir diariamente así como evaluar el impacto del uso discrecional del poder o los particularismos en la política peruana. Las personas que buscan difundir información científica u opiniones basadas en evidencia tienen la enorme responsabilidad de ser veraces con sus lectores, revelar potenciales conflictos de interés o afiliaciones que podrían comprometer su objetividad, y que la información presentada sea pasible de ser contrastada.
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Siete de cada diez peruanos consideran que “los expertos del país no entienden como vive gente como yo”. Este es el porcentaje más alto a nivel global de crisis de expertise medido por Ipsos en 2022. Y qué duda cabe. Como dijo el poeta peruano Javier Heraud, yo también lo recomiendo: alejarse por un tiempo del bullicio y conocer las montañas ignoradas. Firmo mi última columna a varios metros sobre el nivel del mar, cerca de las montañas, para confirmar que el Perú es esa patria hermosa que es como una espada en el aire.