Paola del Carpio Ponce
Coordinadora de investigación de Redes
Este sábado 18 se celebra el aniversario 490 de la fundación de la ciudad de Lima. Aunque muchas veces tildada de “gris” o hasta de “horrible”, su significancia cultural y económica es innegable. En términos de su aporte a la economía, Lima concentra a cerca de un tercio de la población y de los trabajadores de nuestro país, y genera aproximadamente el 45% del valor de la producción nacional.
Por ello y por una descentralización que no se ha dado como se esperaba, Lima suele tener una posición más privilegiada frente a otras regiones en indicadores relacionados con oportunidades, acceso a servicios e ingresos. Sin embargo, también concentra muchos de los grandes retos del Perú y ha sufrido retrocesos en los últimos años, incluso más marcados que el promedio nacional.
Esto se ve reflejado en la pérdida de competitividad de Lima al compararla con otras regiones. En el 2024, por primera vez desde que el Instituto Peruano de Economía (IPE) mide su Índice de Competitividad Regional (Incore), Lima Metropolitana perdió el primer lugar, cediéndoselo a Moquegua.
La razón más importante detrás de este retroceso fue el deterioro de los indicadores del pilar de instituciones. En particular, retrocedió diez posiciones en el indicador de satisfacción con la gestión pública regional (Municipalidad Metropolitana de Lima y el Gobierno Regional del Callao), en el que ocupó el puesto 22 de 25.
Asimismo, fue la segunda ciudad con mayor proporción de población urbana de 15 años o más que fue víctima de algún hecho delictivo en los últimos 12 meses.Esto se condice con la información de Lima como vamos, que identifica la inseguridad ciudadana como el problema más importante para los limeños y chalacos, indistintamente del nivel socioeconómico.
Como protagonista del 2024 estuvo el desborde de los casos de extorsión. De hecho, las denuncias por extorsión en Lima Metropolitana pasaron de 620 en el 2018 a 7,888 en el 2024, según la base de datos del SIDPOL.
El aumento ha sido aún mayor en distritos como Puente Piedra y San Juan de Lurigancho. A pesar de las promesas de campaña y el sobreendeudamiento de la Municipalidad de Lima, no hemos visto soluciones integrales en este y otros temas críticos para los limeños, como es el transporte.
Otro problema impostergable en el caso de Lima es el aumento de ciudadanos en condición de pobreza. La tendencia a la baja de la pobreza monetaria se detuvo a partir del 2017 y esta se disparó a raíz de la pandemia y posterior ola inflacionaria que, afortunadamente, ya cesó.
De hecho, la tasa de pobreza se ha casi triplicado entre 2016 y 2023 y el valor de este indicador para el 2023 (28%) es incluso mayor al del 2020, año en el que se cerró la economía. Para el 2023, la mitad de los limeños se encontraba en condición de pobreza o vulnerabilidad.
Aunque la economía y el empleo vienen recuperándose y eso hace esperar mejoras en la tasa de pobreza del 2024, este sigue siendo un tema al que no se le puede dejar de prestar atención desde la política pública porque el impacto puede perdurar en el tiempo, especialmente en hogares que pasan hambre.
Al tratarse de Lima, la pobreza que se enfrenta es urbana, y aún no existen herramientas concretas para abordarla, a pesar de que la proporción de pobres urbanos superó el 50% hace más de 10 años.
De acuerdo con Videnza Instituto, las soluciones deben centrarse en una serie de factores: (i) generar ingresos más sostenibles para los hogares, lo que pasa por una mayor formalidad y generación de empleos de calidad; (ii) contar con una planificación urbana que facilite las oportunidades económicas, educativas y sociales, abarcando aspectos como la vivienda y el transporte público; y (iii) la urgente mejora de la seguridad ciudadana, clave tanto para el desarrollo de los negocios de todos los tamaños como para proteger los activos de la población más vulnerable.
Estos son frentes con poco avance, a pesar de la urgencia de los problemas que se retroalimentan entre sí.Superar los fuertes reveses que ha sufrido Lima Metropolitana en los últimos años requiere, entonces, de una visión integral y no solo de parches. Debemos exigir un trabajo conjunto entre los municipios y el Gobierno Central, y estar particularmente pendientes ahora que inicia un periodo electoral que abarca a los tres niveles de gobierno a la misma vez.
Finalmente, no todo está en cancha del Estado: el ejercicio de la ciudadanía y disposición a colaborar entre nosotros y con las instituciones tiene aún un amplio margen de mejora. Como bien expresaba el primer vals compuesto por nuestra Chabuca Granda, así es la Lima que queremos y esta es la Lima que lloramos. Por ahora.