La noción de ‘competitividad’ (competitiveness en inglés) fue acuñada por Michael Porter en los 90. Sin embargo, el mismo Porter y cada vez más académicos reconocen que competitividad no es otra cosa que Productividad (Total Factorial), PTF; o es el conjunto de factores que determina la PTF.
El concepto económico de la PTF data desde 1936 y tiene dos vertientes. La vertiente macroeconómica, en la cual la PTF es el ‘factor oscuro o error’ del producto (o del PBI de una economía) no explicado por las fuentes básicas del crecimiento económico (fuerza laboral, capital humano, inversión, recurso natural).
En la microeconómica, la PTF es el componente de la capacidad de producción de unidades productivas que puede ampliar, transformar y también reducir el componente de dicha capacidad determinada por los factores primarios (como capital, mano de obra, tierra) e insumos.
De otro lado, desde el 2002, cuando se creó el Consejo Nacional de Competitividad, los gobiernos de turno del Perú han formulado hasta tres planes, agendas, propuestas, lineamientos de fomento a la ‘competitividad’. Estos fueron el del periodo 2003-2005, con 10 lineamientos de competitividad, el del periodo 2012-2013, con la agenda de competitividad de 7 líneas estratégicas, y el reciente plan nacional del periodo 2018-2019, con 9 objetivos priorizados. El motivo fundamental de buscar el incremento sostenido de la competitividad y/o PTF es para acelerar el crecimiento económico a nivel macro y microeconómico.
Desafortunadamente, la evidencia de fuentes internacionales (y nacionales) revela, que el puesto del Perú del índice de competitividad elaborado por el World Economic Forum no ha variado significativamente en el periodo 2002-2018. Ocupamos alrededor del puesto 62 de los países incluidos en las estimaciones. Más aún, la tasa de crecimiento anual del índice de PTF estimada por la Conference Board en los Estados Unidos en el período 2001-2015 ha sido de 0.5% contribuyendo en solo el 9% de la tasa de crecimiento del PBI de dicho periodo.
Los resultados sugieren que las ‘políticas de competitividad o de productividad’ establecidas desde el 2002 no contribuyeron a incrementar la PTF y la tasa de crecimiento del PBI de la economía. Esta continúa dependiendo de las bondades o deficiencias del modelo liberal (implementado desde los 90), las condiciones externas (como los precios de las materias primas, particularmente de los productos mineros), y de la tasa de inversión de la economía.
Las explicaciones de las deficiencias de dichas políticas pueden ser por la inestabilidad de las mismas, la política de ‘comenzar todo de cero’ de los gobiernos de turno, y por el enfoque macroeconómico de estas. En contraste, las medidas de políticas ‘micro’ (orientadas a sectores y empresas) de la PTF buscan mejorar el grado de eficiencia técnica de las empresas, minimizar los efectos de las fallas de los mercados (de bienes y de factores), y a fomentar la investigación orientada hacia la innovación productiva y cambios tecnológicos. Aunque muchas de las medidas de política que nutren los 9 objetivos en el plan de productividad 2019-2030, son de corte micro, el enfoque del plan continúa siendo macroeconómico. Esperemos la sostenibilidad de las medidas y la eficacia de sus resultados.