Escribe: Patricio Valderrama-Murillo, experto en fenómenos naturales.
(10 de septiembre) Los incendios que asolan la Amazonía peruana en el 2024 son mucho más que un problema ambiental. Son una crisis multidimensional que afecta al clima, la salud pública y la economía del país. Con más de 50,000 focos registrados, este desastre se debe a la peligrosa combinación de fenómenos naturales y acciones humanas. El fenómeno de El Niño, intensificado por el cambio climático, ha causado una sequía extrema, reduciendo las lluvias y aumentando las temperaturas. Estas condiciones han facilitado la propagación de incendios, potenciados por actividades humanas como la quema agrícola y la deforestación, que ha reducido la cobertura forestal de la Amazonía en un 18%, según datos de la WWF.
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El humo que envuelve a ciudades como Iquitos y Tarapoto no solo crea un espectáculo visual con el sol teñido de rojo, sino que también representa un grave riesgo para la salud pública. Las partículas contaminantes liberadas por estos incendios agravan problemas respiratorios, especialmente entre las poblaciones más vulnerables, como niños y ancianos. Esta situación incrementa la demanda de servicios médicos, ejerciendo mayor presión sobre un sistema de salud ya sobrecargado.
El impacto económico es igualmente devastador. Las pérdidas directas en tierras agrícolas y recursos forestales se estiman en más de 200 millones de soles solo entre enero y agosto de este 2024, según el portal Medio Ambiente Perú. Cultivos clave para la economía de exportación, como el cacao y el café, han sido gravemente afectados, lo que golpea tanto a pequeños agricultores como a grandes cadenas de suministro. El sector turístico también ha sido perjudicado, ya que los incendios destruyen no solo la biodiversidad, sino también la belleza natural que atrae a miles de visitantes cada año. Las restricciones de acceso a áreas protegidas y la destrucción del paisaje natural han reducido drásticamente los ingresos del turismo, agudizando la crisis económica.
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El aumento en la frecuencia e intensidad de los incendios es un síntoma de un problema estructural mayor: la deforestación y el uso insostenible de la tierra. El modelo de desarrollo en la Amazonía, centrado en la expansión agrícola y ganadera, está conduciendo a una destrucción irreversible de los bosques, esenciales para la regulación climática global. Los incendios no solo liberan grandes cantidades de CO₂, acelerando el cambio climático, sino que también destruyen la capacidad de la selva de generar su propio ciclo de lluvias, perpetuando un ciclo de sequía y calor.
El futuro de la Amazonía depende de una acción conjunta entre los sectores público y privado. Es crucial invertir en la conservación y reforestación de los bosques, así como en la adopción de prácticas agrícolas más sostenibles. La comunidad internacional también debe involucrarse, ya que la Amazonía es un recurso global cuyo deterioro afecta no solo a Perú, sino al mundo entero. Ignorar esta crisis no es una opción; las pérdidas económicas y ambientales seguirán creciendo, y el costo de la inacción será incalculable.
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Los incendios en la Amazonía no solo representan una catástrofe climática y ambiental, sino también un desastre económico y social. La pérdida de biodiversidad, el incremento de las enfermedades respiratorias y la caída de la productividad agrícola y turística son solo algunas de las graves consecuencias. Si no se toman medidas urgentes y coordinadas, las repercusiones para la economía peruana y el bienestar global serán devastadoras.
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