Gerente de Gestión y Desarrollo del Grupo Crosland
La búsqueda de la felicidad en el trabajo se ha convertido en un objetivo fundamental para muchas empresas en los tiempos actuales. Recordemos que las compañías aún se encuentran en un periodo progresivo de retorno a la presencialidad, un cambio que para algunos trabajadores ha significado romper con cierto nivel de comodidad y, por ende, de goce también. En este contexto, ha aparecido una figura disruptiva en el mundo laboral llamada Director de felicidad o Chief Happiness Oficer (CHO), a fin de abordar las principales demandas e inquietudes de los empleados.
Este título llamativo que se les ha impuesto a nuevos ejecutivos de empresas trae consigo algunos desafíos particulares y, en ocasiones complejas, como la resistencia al cambio, la misión de satisfacer a cada uno de los trabajadores y medir el nivel de felicidad entre quienes conforman una organización.
La naturaleza subjetiva de la felicidad hace que este concepto varíe entre cada persona; por ende, no existe una fórmula mágica o matemática que sirva por igual para todos los directores de la felicidad. En esta clase de escenarios, una de sus funciones primordiales será la de personalizar las estrategias y programas para satisfacer las múltiples necesidades y expectativas de los empleados, siempre con empatía y de forma ágil.
Puede sonar bien decir que una compañía adoptará como política “velar por la felicidad de cada uno de sus trabajadores”, pero la realidad es que no todos los trabajadores se muestran dispuestos a aceptar cambios estructurales, laborales o tradicionales en búsqueda del bienestar colectivo. Por ello, se requiere de un esfuerzo constante por parte de la alta dirección, equipos de recursos humanos y líderes para adoptar en pleno esta nueva visión.
Este nuevo tipo de ejecutivos deben estar en la plena capacidad de demostrar en todo momento que un equipo contento es equivalente a una organización exitosa. Convencer a los escépticos de los beneficios reales de una cultura empresarial preocupada por la felicidad demanda habilidades de comunicación persuasiva y la presentación de pruebas concretas.
Adicionalmente, será primordial que los directores de la felicidad sepan llevar a cabo una medición y evaluación de lo implementado. Aunque el concepto pueda ser difícil de cuantificar y analizar bajo métodos tradicionales como encuestas de clima organizacional, los CHO deben emplear herramientas y metodologías creativas para recopilar datos y obtener una visión clara del estado emocional de su organización. Esta información deberá transformarse luego en mejoras concretas para cada uno de los trabajadores.
De lograr el objetivo de mejorar el ambiente laboral, el próximo reto será mantener la felicidad de todos de manera permanente. Los directores deberán ser capaces de adaptarse a las nuevas necesidades de los empleados y la organización a largo plazo para garantizar que las mejoras alcanzadas no sean efímeras.
Para todas las empresas que buscan incorporar a su propio director de la felicidad, les recomendamos considerar herramientas como puntos de partida que fomenten la motivación personal, promover el reconocimiento y la recompensa por el buen trabajo. Así pues, se establecerá un equilibrio entre la vida laboral y personal, generando relaciones positivas entre colegas y líderes dándole un sentido de propósito a cada colaborador. De cada compañía depende dar el siguiente paso a fin de lograr una transformación positiva en la cultura laboral.