Economista
La economía peruana creció cerca de 6.1% anual en el oncenio 2004-2014. Luego, perdió el paso y creció solo 3.2% en el quinquenio 2015-2019. En 2020 llegó el covid-19, la recesión y la crisis política. Es decir, la pandemia, el desempleo y la desesperanza en la política.
Luego de caer 11.2% el año pasado, en 2021 la economía estaría rebotando 9.4%. Algo no muy difícil con respecto a las cuarentenas drásticas del II trimestre y sus estelas negativas del III trimestre. Pero, aun así, el PBI de 2021 estaría 3% por debajo del nivel alcanzado en 2019.
En ese cuadro, reapareció el populismo económico desde el Congreso. Este resurgimiento ha aparecido también en muchas de las propuestas de la campaña política, con reminiscencias de los 80 y, en algunos casos, hasta de los 70.
Ello ha sido el reflejo de la implosión de las agrupaciones y coaliciones políticas que gobernaron el país en los últimos 20 años y que, de una u otra manera, mantuvieron el sistema económico de los 90.
Perú Posible, de Alejandro Toledo, desapareció de la política y su jefe viene siendo procesado por la justicia. El Apra perderá la inscripción en estas elecciones y su máximo líder se suicidó. Tal vez vuelva a inscribirse. El Partido Nacionalista de Ollanta Humala también perderá su inscripción y su líder bordea el 1.5% de la intención de voto. El partido PpK se cambió de nombre, no se presentó en esta campaña y también desaparecerá del mapa político.
Asimismo, los partidos más centristas y relativamente ortodoxos en lo económico no han tenido un desempeño muy positivo en la campaña política
Los vientos externos son muy favorables. Un precio del cobre cercano a los US$ 4 la libra, tasas de interés internacionales en mínimos históricos y abundante liquidez. Por el lado interno, tenemos una política monetaria expansiva y recursos fiscales para cierto impulso contracíclico. Si nos apuramos con una vacunación masiva durante el resto de 2021 y mejoramos el sistema de salud, en 2022 la economía tiene todo para crecer a un ritmo superior al 5%, aprovechando además la brecha con respecto a 2019. Ello nos pondría en buen pie para el resto del periodo presidencial. La estabilidad macroeconómica está casi intacta. Perú volvería a ser la estrella de crecimiento en la región.
Siendo esto así, una nueva coalición de gobierno tanto en el Congreso como en el Ejecutivo será determinante para el desempeño económico del país. Esta nueva coalición puede mejorar la gestión pública y apoyar mejoras legislativas sustantivas para la formalización empresarial y laboral. Así como una reforma tributaria y la reconstrucción del sistema de pensiones.
Sin embargo, también es posible un escenario de continua crisis política. Interpelaciones ministeriales, rechazo de investiduras, cuestiones de confianza, censuras de gabinetes, vacancias presidenciales, cierre del Congreso y nuevos espacios para una Asamblea Constituyente.
Si este otro escenario domina al primero y el populismo congresal nos acompaña, el resto del quinquenio será de relativo estancamiento económico, la elevada informalidad laboral casi ni se movería y la tasa de pobreza quedaría donde volvió en 2021.
Con cerca de 12 grupos políticos de inicio, el populismo económico congresal puede estar de vuelta en el Perú. Recordemos que en los 80 el Perú sufrió su peor década económica en todo el siglo XX. Sería otra oportunidad perdida, como tantas en estos 200 años. Y nos preguntaremos, ¿qué nos pasó? Los optimistas esperaremos al 2026.