Presidente de Apeseg
Las empresas grandes cada año rehacen sus matrices de riesgo tratando de anticiparse a aquello que puede tener un gran impacto en la continuidad de la empresa. La tarea es compleja porque varios sesgos cognitivos que son parte de nuestra naturaleza nos fuerzan a tener una mirada poco balanceada sobre los riesgos que podemos enfrentar. El sesgo de confirmación hace que, por ejemplo, ignoremos lo que dice un colega porque no está de acuerdo con nuestras preconcepciones. A este último muchas veces se suma el efecto manada, conocido como “groupthink” porque nadie quiere contradecir la opinión del jefe. También está el efecto avestruz porque preferimos ignorar aquellas cosas que podrían tener un impacto muy negativo. Y, aunque hay algunos efectos más, cierro con la sobreconfianza en nuestras habilidades la cual tiene el efecto que estemos más dispuestos a tomar más riesgos.
Si bien este sano ejercicio anual de identificación de riesgos es complicado por lo que he mencionado, siempre habrá maneras de reducir el potencial impacto de estos sesgos, invitando por ejemplo a terceros para que nos den una visión diferente, o hacer que las opiniones vengan anónimamente para evitar el peso de la opinión del jefe.
Pero la siguiente etapa es tan o más importante que la primera, intentar tener una cuantificación del potencial impacto en la empresa y sus stakeholders de cada uno de los riesgos identificados. Luego de ello, es crucial separar qué acciones de mitigación se pueden avanzar, y luego tener preparados planes de contingencia que deberían ser escalables (es decir, planes con capacidad de multiplicarse en la medida que se requiera) y contar con el financiamiento del caso (es decir, tener ahorros para gastos de emergencias y seguros frente a aquellos riesgos que son más difíciles de mitigar).
En la gestión de riesgos importa muchísimo la perspectiva de a quien queremos proteger. Evidentemente, así como las empresas hacen este ejercicio como parte de su planeamiento, cada institución del Estado también debe hacer lo propio y pensar a quienes estamos protegiendo de potenciales daños y qué bienes o activos estamos protegiendo. En ese sentido, es crítico formular el marco regulatorio de manera que a las empresas les interese por su propio beneficio ser precavidas, en lugar de ser arriesgadas en su actuar. Asimismo, aunque a nadie le guste es importante fijar multas por incumplimiento en lo previsto por la regulación que sean disuasivas.
De mi experiencia lidiando con estos temas en los últimos años es importante reconocer que nada de esta regulación, ni los propios planes de contingencia, están escritos en piedra. Es importante aprovechar lecciones de aquellos eventos que muestran espacio de mejora. Lo peor de una situación desastrosa es no utilizarla como una oportunidad para mejorar las cosas. Por ejemplo, hace casi 2 años una terrible explosión de gas en Villa el Salvador dejó en evidencia que el monto mínimo de dinero que se exige en las pólizas de responsabilidad civil extracontractual a los transportistas de gas debería ser mayor que lo previsto en la norma porque una explosión en una zona densamente poblada puede generar muchos más daños que los que se habían previsto.
En circunstancias como las del funesto derrame de petróleo en nuestras costas lo más fácil es expresar rechazo e indignación. Pero la tarea compleja, que nos debe comprometer a todos, es la de perfeccionar las instituciones que se han creado para mejorar la protección de aquello que más valoramos como sociedad. Lo valioso no es criticar el error, sino trabajar para hacerlo menos frecuente, menos costoso para todos. A veces, nos pasamos más tiempo dedicando mayor esfuerzo a repartir culpas que a mejorar el marco regulatorio.
Entendamos que gestionar riesgos es algo que hacemos todos, todos los días. Lo hace con muchos recursos una empresa multinacional, pero también lo hace un pescador artesanal, una empresa informal, y obviamente cada uno de nosotros individualmente. Para algunos el riesgo principal será que nuestro mercado se esfume súbitamente, para otros será la imposibilidad de operar, y para otros la repentina incapacidad de reponer personal calificado, solo por poner algunos ejemplos. En la medida que seamos más conscientes, ese ejercicio será más productivo.