INFLACIÓN. No fueron las exoneraciones al IGV de alimentos básicos ni la ampliación del Fondo para la Estabilización de Precios de Combustibles (FEPC) lo que ocasionó la ligera reducción de la inflación anualizada agosto 2021-julio 2022. Fue el efecto estadístico. Es que en julio del año pasado los precios al consumidor, tanto en Lima como a nivel nacional, aumentaron más que en julio de este año, y al excluirse aquel dato del cálculo, la aritmética entró a tallar. Así, la inflación anualizada pasó de 8.81% a 8.74% en la capital y de 9.32% a 9.28% en las 26 principales ciudades del país.
De hecho, tales medidas fiscales nunca surtieron el efecto esperado, porque el impacto de los subsidios ciegos sobre los precios suele ser acotado y efímero, además de costoso para el erario nacional. Sin embargo, son efectivas para atraer la atención del público y los medios, motivo por el cual el Congreso se apresuró en aprobar la exoneración al IGV –al principio, cometiendo un vergonzoso error–, y ha encontrado una veta para continuar ejerciendo su bochornoso populismo. Lo que sí tendría un efecto, aunque no inmediato, es el anclaje de las expectativas inflacionarias, labor que le corresponde al BCR a través de medidas como el incremento de su tasa de interés de referencia.
La inflación en el país comenzó a acelerarse en junio del año pasado, cuando la incertidumbre política se tradujo en el aumento del tipo de cambio, incidiendo en los precios de productos importados. En agosto, el BCR comenzó a subir su tasa de interés y lo ha estado haciendo desde entonces, de manera gradual y mes a mes (ha pasado de 0.25% a 6%). Las expectativas inflacionarias aún no bajan, aunque tampoco se han disparado. Y este año, el dólar cedió paso al alza de precios de alimentos y combustibles causada por la guerra en Ucrania, shocks de oferta y la disrupción de las cadenas de suministro globales.
Pero ya se observan reducciones en cotizaciones internacionales (petróleo y trigo). Y si en los próximos meses ese abaratamiento se extiende a más bienes y comienza a reflejarse en la inflación peruana, tampoco será por las exoneraciones al IGV ni por el FEPC. No obstante, el desabastecimiento de fertilizantes, que el Gobierno ha tardado meses en mitigar (y aún no lo consigue), podría incidir fuertemente en los precios agrícolas para consumo interno. Dicho esto, cabe recordar que la inflación anualizada en 23 ciudades sigue siendo mayor que la de Lima.