Una vez más, el Perú demostró ser un excelente anfitrión. La cumbre de líderes de APEC en Lima fue un éxito –lo mismo que las reuniones que se realizaron desde febrero en varias ciudades–. Pero el intento de la presidenta Dina Boluarte y sus escuderos de tapar el sol con un dedo fracasó. Es que el descontento social es demasiado evidente, y aunque la ineptitud del Gobierno y del Congreso para combatir la delincuencia es el principal motivo de las protestas y los paros, el aletargamiento de la economía también estaría jugando un papel.
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El viernes, el INEI informó que el PBI de septiembre creció 3.16%, respecto del mismo mes del año pasado, tasa que podría considerarse “aceptable”, pero que estuvo influenciada por el efecto estadístico: la base de comparación era bastante baja pues en septiembre del 2023, el PBI se contrajo. De hecho, el PBI desestacionalizado –mide la variación sin considerar fluctuaciones estacionales– retrocedió 0.26%, comparado con el de agosto. En suma, hasta el noveno mes del año, la economía peruana todavía no despegaba, lo cual se reflejaba en las cifras del mercado laboral a nivel nacional.
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Por ejemplo, la No PEA –personas en edad de trabajar pero que no tienen empleo ni lo buscan– siguió aumentando mucho más que la PEA: 2.7% versus 0.8% en el tercer trimestre. Además, el desempleo se ubicó en 5.7% de la PEA, en el periodo anual terminado en septiembre, comparado con 5.1% de la PEA del periodo anualizado previo. Ese declive laboral afectó sobre todo a personas jóvenes y con baja instrucción, ya que los tipos de puestos que suelen conseguir, informales y subempleo, disminuyeron.
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Estos números corresponden a encuestas que realiza el INEI. El BCR publica datos del empleo formal (en base a la planilla electrónica que maneja la Sunat), los que corroboran la mejora de ese indicador. En septiembre hubo un salto notable: 4%, respecto del mismo mes del 2023, y a diferencia de meses previos, fue impulsado por el sector privado. En cambio, el incremento de la masa salarial siguió corriendo por cuenta, principalmente, del sector público, aunque no se ha visto reflejado en la calidad de los servicios que brindan las entidades estatales, pero sí en el mayor gasto corriente y en el agravamiento del déficit fiscal.
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En octubre, ese indicador se situó en 4.1% del PBI, o sea que en lugar de reducirse, siguió subiendo. El MEF está esperanzado en el efecto estadístico (le quedan dos meses), pero mientras tanto, ha estado financiando ese desequilibrio con endeudamiento vía la emisión de bonos soberanos.