INVERSIÓN E INFORMALIDAD. De los últimos paquetes que lanzó el MEF para dinamizar la economía, aunque los recibimos con entusiasmo por lo acertada de su orientación, nos mostramos críticos por la timidez con la que se enfrentó lo que consideramos una de las trabas más grandes para , sobre todo de la pequeña y mediana empresa: el factor tributario.

No obstante, el otro factor que suele acompañar al tributario en esta categoría de mayores barreras a la inversión también quedó casi intacto. Nos referimos a los costos laborales.

La falta de visión para tratar estos dos temas ha sido evidenciada también por el Ministerio de Producción en su .

Mientras que los objetivos para el crecimiento de la economía, por ejemplo, pretenden alcanzar un ambicioso promedio de 7% hasta el Bicentenario y un incremento de US$ 5,000 millones en exportaciones no tradicionales, para el 2021 se espera que la informalidad se reduzca en tan solo 10 puntos porcentuales. Es decir, pasar del 70% cifra de la que no debemos sentirnos orgullosos al 60% -cifra que tampoco enorgullece a nadie.

Por algún motivo, el MEF y no se han dado cuenta de que podrían ser mucho más efectivos en sus objetivos si se encargasen de hacer frente a estas dos cargas. No nos referimos a dejar de lado los ingresos fiscales, comprensiblemente, ni a obviar la seguridad de los trabajadores en sus centros de trabajo. Pero hay formas.

Por ejemplo, se puede diseñar un esquema para desgravar la reinversión de utilidades, junto con otros beneficios para las empresas de menor escala –tal como contempla la reforma tributaria en Chile- y se pueden flexibilizar algunas exigencias de la Ley de Salud y Seguridad en el Trabajo.

De la misma forma, se deben priorizar las subsanaciones a las multas, pero no solo por un plazo temporal, sino permanentemente.

De esta forma, no solo tendríamos más inversión, sino también menos informalidad; lo que a su vez –aunque sea paradójico para algunos- terminaría por incrementar los recursos del Estado. Tres pájaros de un solo tiro. O mejor dicho, de dos. La inversión y la formalidad, a fin de cuentas, son dos caras de la misma moneda.