Investigadora de European University Institute
Se cumplen 55 años de mayo de 1968, también conocido como ‘Mayo francés’, donde una ola de protestas universitarias y sindicales marcaron un antes y un después en la Quinta República Francesa. Las demandas iban desde una crítica a la sociedad de consumo, el imperialismo, el autoritarismo, el sistema educativo superior con un rechazo a toda forma de control y gobierno. Para ellos, una barricada cerraba una calle pero abría el camino. Se sumaron, sin necesariamente compartir todo el pliego de reclamos de los estudiantes, sindicatos y el partido comunista francés debido a la fuerte represión policial. Esta unión entre los estudiantes y los trabajadores devino en la huelga más numerosa de Francia, y dentro de las más grandes de Europa (el 22% de la población). Esta huelga general empujó al entonces presidente Charles de Gaulle al adelanto de elecciones.
Durante las seis semanas de protestas hubo tan solo dos muertos, mil heridos y mil arrestados. Ciento cincuenta y seis estuvieron hospitalizados. Este movimiento inspiró a una generación con arte y eslogan de protestas. Fue tal el impacto en el sistema político francés que se temía una revolución o una guerra civil. Cuando París estornuda, toda Europa se resfría.
Similares protestas se llevaron a cabo en España, Chequia (entonces Checoslovaquia), Italia, Suiza, la entonces República Federal Alemana, México, Argentina, Uruguay y Estados Unidos.
La politóloga estadounidense Theda Sckopol propone en su libro Estados y revoluciones sociales (1979) que estas son procesos compuestos de intereses dispares con objetivos, a veces, contradictorios. La propagación desigual del capitalismo, así como el atraso militar, debilitaba la legitimidad de los Estados. Ciertamente, los tiempos han cambiado desde el fin de la Guerra Fría.
Al mismo tiempo, ayer se cumplieron 40 años de la masacre de Uchuraccay donde fueron asesinados ocho periodistas, su guía y un comunero. En un episodio de alta tensión donde se nombra una comisión investigadora, encabezada por Mario Vargas Llosa, se concluye que la comunidad confundió a este grupo de personas con Sendero Luminoso. Tres personas fueron sentenciadas y, meses más tarde, la población terminó siendo arrasada por dicha organización terrorista. Los sobrevivientes migraron fuera de la región o buscaron refugios en los cerros. Diez años después, retornaron a refundar el pueblo, que recién logra el reconocimiento como distrito de la provincia de Huanta (Ayacucho) en 2014.
Lo que sucedió exactamente ese día es aún fuente de polémica. Los Sinchis de Mazamari, unidad policial de la Guardia Civil del Perú especializada en combatir contra la lucha contrainsurgente y antinarcóticos, dieron órdenes de matar a todo aquel que llegue andando, puesto que ellos, al ser un grupo paracaidista, llegaban en helicóptero. Desde el asesinato del líder comunal en 1982, pidieron ayuda al Estado. Esta ayuda nunca llegó. Y de esta comunidad no sabríamos, de no haber sido por este triste episodio.
De acuerdo con el sociólogo alemán Max Weber, el monopolio del uso de la fuerza es una característica crucial de los Estados modernos. A fin de mantenerse en el poder o enfrentar los desafíos a la autoridad, los Gobiernos responden amenazando, deteniendo o, incluso, matando presuntos rebeldes y disidentes (Zukov, 2023). Un caso emblemático fue el restablecimiento del control en Chechenia por parte del Gobierno ruso que utilizó las más indiscriminadas tácticas que varían entre bombardeos y redadas. Y a la fecha, violaciones contra los derechos humanos ocurren diariamente en la región, de acuerdo a Human Rights Watch, como secuestros y detenciones injustificadas, sobre todo a minorías étnicas y religiosas y la población LGBT.
Según el estudio de Zukov sobre qué cantidad de represión es necesaria para ponerle fin a los conflictos, llega a la oscura conclusión de que tiene que alcanzar un gran nivel de represión para poder ser efectivamente disuasivo. ¿Realmente buscamos llegar a tales niveles de violencia en Perú?
Las reflexiones que podemos obtener del ‘mayo francés’ y Uchuraccay es que hay cosas que nuncan cambian. Por un lado, el uso excesivo de la fuerza policial no hace más que lograr más apoyo de otros sectores inicialmente no involucrados, y la falta de atención estatal en varias partes del territorio nacional.
Es realmente preocupante que exista la misma proporción de fallecidos que días de Gobierno, y que el Congreso siga dilatando el adelanto de elecciones, que podrá ser o no conveniente, pero es la única vía de salida de esta crisis.
Ya lo dijo Friedrich Nietzsche: “Quien con monstruos luche, cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti”.
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