Hace una semana, el Directorio del Banco Central de Reserva del Perú (BCR) acordó mantener la tasa de interés de referencia en 7.75 %  (Foto: GEC)
Hace una semana, el Directorio del Banco Central de Reserva del Perú (BCR) acordó mantener la tasa de interés de referencia en 7.75 % (Foto: GEC)

Analista económico

Hace una semana, el Directorio del Banco Central de Reserva del Perú () acordó mantener la tasa de interés de referencia en 7.75 %, suspendiendo los incrementos que venía efectuando para detener la inflación. Ello pese a que la inflación continúa alta, ya por diez meses consecutivos por encima del 8% anualizado.

No está logrando cumplir su misión de preservar la estabilidad monetaria, y la de mantener la inflación en su rango meta (1%-3%). Ello pese a que el BCR ha utilizado, con la antelación debida, todos los instrumentos que tiene en su arsenal financiero.

La circunstancia nacional e internacional, está sobrepasando la efectividad del BCR. No obstante, la entidad proyecta que desde marzo la inflación cederá y retornará a dicho rango meta en el cuarto trimestre del presente año. Ojalá, pero tal previsión es casi utópica.

Cree que los precios internacionales de alimentos y energía se moderarán y sucederá una reducción de las expectativas de inflación en el resto del 2023. Es posible que yerre otra vez. En primer lugar, la inflación global es persistente y los productos que importamos se encarecerán.

La energía, pese a la estanflación global, no tendría una rebaja de precio notoria, pues 1) el desarrollo de la guerra Rusia-Ucrania será muy prolongada; 2) Rusia está cortando la producción de petróleo en 500,000 barriles/día, en respuesta al tope de precio impuesto por los países occidentales; y 3) la recuperación de la demanda de China.

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Los alimentos, si pueden tener una disminución de precio, pero será limitado por 1) la falta de fertilizantes local y la consecuente baja de producción y productividad; 2) las constantes pérdidas de producción, por los múltiples cortes de carreteras; 3) la propia dinámica de la inflación donde los vendedores se anticipan a lo que puede ser su costo de reposición; 4) el riesgo, aún en evaluación, de un nuevo fenómeno El Niño.

Lo que sí “ayudará” a reducir la inflación es la disminución de la demanda, ante el empobrecimiento general, producto del terrorismo y la violencia en todo el país, con pérdida de puestos de trabajo y el desgobierno inepto imperante.

El propio BCR reconoce que en enero la expectativa de la inflación de los siguientes doce meses se elevó, y que la mayor parte de los indicadores adelantados y de expectativas sobre la economía se deterioró en ese mismo mes, y se mantiene en el tramo pesimista.

Algo similar ocurrirá en febrero, dadas las trifulcas sociales y políticas vigentes. Cualquier escenario imaginable para superar la crisis durante el 2023, se advierten tan malos o peores como para no afectar la economía del país en los siguientes meses.

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Con la violencia desatada en el país, ya existen varios problemas que condicionan la estanflación en el Perú durante el 2023. Los sectores mineros, el turismo y la agricultura los más damnificados, y son los sectores que contribuyen a dar mucho empleo, tributos y divisas. La pérdida de empleo trae aumento de pobreza, informalidad e inseguridad personal.

La recaudación tributaria decaerá producto de la recesión. Esa reducción de los tributos es más grave cuando se ajusta la cifra con la inflación. La consecuencia directa es que el déficit fiscal aumentará del 2.4% previsto por el MEF, posiblemente al doble. Ello comprometería nuestra calificación crediticia y podríamos experimentar un encarecimiento del crédito internacional.

En contraste con lo manifestado, algunos indicadores internacionales han sido positivos durante enero, pero no determinantes para evitar una estanflación mundial en el presente año. La batalla de los bancos centrales, para frenar las inflaciones de sus países, tendrá efectos importantes en las naciones emergentes.

Por fortuna, pese a las pésimas gestiones gubernamentales y con parlamentos deplorables en la última década, nuestra deuda pública bruta es de 35% del PBI, relativamente saludable aún. Y se cuenta también con buenas reservas internacionales, cerca de US$ 74,000 millones que, comparativamente, son 65% mayores que las que tiene Chile o Argentina.

En resumen, el BCR se abraza a un acto de fe de que la inflación bajará, posiblemente sucederá, pero no al ritmo ni a una cifra cercana a la que la entidad proyecta. Nos queda la esperanza y la paciencia, para que el costo del desbarajuste actual, que pagaremos con la tuya y con la mía, no sea muy alto.