Especialista en Proyectos de Infraestructura y exdirector Ejecutivo de la Autoridad Autónoma del Tren Eléctrico.
Este año nuestra capital cumplió 487 años desde su fundación. Lejos de ser la Lima moderna, segura y amigable que quisiéramos, aquella que acoge de forma positiva a sus habitantes, desafortunadamente es todo lo contrario. Lima sigue creciendo caótica, desordenada, insegura, congestionada e inequitativa, en una frase, sin planificación.
Evidente contraste con Santiago de Chile, capital del vecino del sur. Veamos detalles. Santiago tiene una superficie aproximada de 838 km2 y una población estimada en 6 millones de habitantes. Cuenta con un sistema de metro subterráneo que consta de 6 líneas construidas y operativas (el más moderno de Latinoamérica), que se complementa con la Red Metropolitana de Movilidad (ex Transantiago), sistema integrado de buses eco eficientes que opera aproximadamente 382 recorridos a través de 6 empresas concesionarias.
Lima, por su parte, tiene una superficie aproximada de 2,672 km2 (tres veces más grande que Santiago) y una población estimada en 10 millones de habitantes (casi el doble que Santiago). Contamos con solo 1 línea de metro operativa y una segunda línea actualmente en construcción (debió estar concluida el 2020). Adicionalmente, tenemos un sistema segregado de buses (el Metropolitano), con algunos alimentadores (Corredores Complementarios), y más de 500 rutas de transporte público urbano en Lima y Callao que carecen de integración, con un parque vehicular obsoleto y altamente contaminante.
Solo en la Línea 1 del Metro o en el Metropolitano se hacen entre 15% y 20% de los viajes diarios en Lima y Callao. La gran mayoría de ciudadanos no tiene más alternativa que tomar las famosas combis, buses o taxis colectivos y pasar horas de horas en el tráfico que nos atormenta.
Pero ahí no terminan las diferencias. Actualmente, Santiago de Chile viene construyendo su séptima línea de metro, ampliando la extensión de sus Líneas 2 y 3, y proyectando la futura construcción de las Líneas 8 y 9 del Metro de Santiago. Es decir, vienen ejecutando en paralelo tres proyectos de metro sin mayor problema. ¿Y nosotros?
Acá, desafortunadamente, la gestión del expresidente Sagasti suspendió la licitación vía Gobierno a Gobierno de los proyectos de las Líneas 3 y 4 del Metro de Lima y Callao, so pretexto de una posible afectación a la sostenibilidad fiscal, pese a que la Línea 3 es uno de los 52 proyectos priorizados en el Plan Nacional de Infraestructura para la Competividad (PNIC), los mismos que contaban con el presupuesto debidamente asignado en su oportunidad por el MEF.
La Línea 3 del Metro de Lima beneficiará principalmente a cerca de 2.5 millones de personas que viven en la zona de Lima Norte (San Martín de Porres, Los Olivos, Independencia, Comas, Puente Piedra, Carabayllo, Rimac y Lima Cercado), quienes, además, son las personas que más tiempo de sus vidas pasan en el transporte público, afectando severamente su salud, calidad de vida y seguridad. Varios de los distritos mencionados se encuentran entre los más pobres de Lima, según el INEI.
De otro lado, Lima ya no dispone de más áreas para crecer, salvo en la zona norte, en Ancón, donde se proyecta la futura “Ciudad Bicentenenario” y se prevé desarrollar también un “Parque Industrial”. Pero estos proyectos no tienen ningún sentido si no se articulan con una infraestructura eficiente de transporte que les de conectividad. Debemos mirar más allá y pensar, en el corto plazo, en desarrollar también el Tramo 1 del Tren de la Costa o “Tren Grau”, entre Puente Piedra y Chancay, pasando por Ancón y con un ramal al Callao, para poder integrar la mega obra actualmente en construcción del Puerto de Chancay, otra área con muchísimo potencial de desarrollo.
La Línea 4 del Metro de Lima y Callao, si bien no estuvo priorizada en el primer PNIC, sí tenía presupuesto asignado por el MEF y estaba considerada en el Presupuesto Multianual de Inversiones del Ministerio de Transportes y Comunicaciones. Y la razón muy simple: a la fecha, el Estado ya ha invertido significativos recursos en este proyecto, pues bajo el contrato de la Línea 2, se construirá el Ramal de la Línea 4 al Aeropuerto Jorge Chávez, llegando hasta el Óvalo 200 Millas, y su patio taller en el Callao. No priorizar lo que falta, para conectar esta zona con el distrito de La Molina, pasando por el centro financiero y comercial de la ciudad de Lima, carece de todo sentido.
Ejecutar mega obras como las Líneas 3 y 4 del Metro de Lima y Callao no solo son necesarias para resolver el problema de la congestión vehicular y reducir significativamente los tiempos de traslado de personas, sino que también son un motor de crecimiento para generar fuentes de trabajo formal, transformar las áreas urbanas en su recorrido (generando plusvalía de las propiedades), mejorar significativamente la seguridad ciudadana (donde hay luz, trabajo, orden, está demostrado que se reduce la criminalidad), aumentar la productividad (grandes consumos de cemento, fierro, materiales de construcción, entre otros) y ahorrar recursos para mantenimiento de vías (menos huecos que parchar en nuestras calles).
Todo ello sin considerar también la reducción de la contaminación, de los accidentes de tránsito y la posibilidad de desarrollar industrias con valor agregado que sean proveedores a largo plazo para estos sistemas de transporte.
La indispensable y urgente “reactivación económica” sólo se va a alcanzar con confianza y con la ejecución de grandes proyectos de inversión, como los contenidos en el PNIC, entre ellos las Líneas 3 y 4 del Metro de Lima y Callao. Limeños y chalacos merecemos vivir en una ciudad que nos acoja, con autoridades que nos prioricen. La confrontación política, evidentemente, no ayuda en absoluto, pero para ejecutar inmediatamente estos proyectos existe un consenso unánime, tanto de “izquierda”, de “centro” o de “derecha”. Recuperemos el tiempo perdido. El actual gobierno tiene la gran posibilidad de tomar las decisiones correctas, ojalá no la desperdicie.
Cada año la población económicamente activa (PEA) se incrementa en cerca de 300,000 personas. Si no somos capaces de generar oportunidades de trabajo formal de forma sostenida, gran parte de esta masa laboral terminará en la informalidad, con las graves consecuencias que ello conlleva para el futuro del país. Es momento de exigir trabajo digno y sostenible.
Finalmente, perdamos el miedo a tomar decisiones trascendentes, el futuro así lo exige. No necesitamos reinventar la rueda. Copiemos y mejoremos modelos exitosos de otros países y trabajemos unidos por el futuro. La juventud del Perú requiere oportunidades de desarrollo y está en nuestras manos poder brindarles esa posibilidad hoy.