Universidad del Pacífico
Cuando los precios de los metales tuvieron precios altos (período 2006-2012), la tasa de crecimiento promedio del Perú fue de 6.5%. Debemos tomar en cuenta que durante este período estuvo el año 2009 en donde 1.1% por la crisis financiera internacional. Esta tasa de crecimiento es la que se reclamaba como la potencial de la economía peruana. Se pedía crecer a esta tasa siempre y si no lo hacíamos los gobiernos eran incapaces. Sin embargo, dicha comparación era débil porque las condiciones eran distintas sobre todo en los últimos años de la década pasada.
Si se hacía el ejercicio estadístico de calcular la tasa de crecimiento potencial de la economía de largo plazo tomando un horizonte que iniciaba en 1950 el número que salía era 3.8%. Esa era la tasa que deberíamos esperar crecer si el entorno seguía de la misma manera. Por ello se reclamaba introducir reformas que permitieran mejorar la productividad de la economía y aumentar nuestra tasa de crecimiento.
Durante el período mencionado la inversión crecía a dos dígitos y en algunos casos a más de 20 % salvo el año 2009 donde decreció lo que demuestra lo volátil que es la inversión. En toda esta historia la constante fue el crecimiento de los términos de intercambio y la maduración de algunas reformas en el ámbito fiscal que empezaron a rendir fruto (esto nos demuestra la importancia de la perseverancia). Por tanto, en dichas circunstancias si se mantenía algo de sentido común (como ocurrió en dichos años) era cuestión de tranquilidad correr la ola del crecimiento.
Se hablaba de las “cuerdas separadas” entre la política y la economía. Sin embargo, creo que los hechos han corroborado que dicha separación se fue haciendo cada vez más tenue. El ruido político ha ido socavando nuestra capacidad de crecer y beneficiar a cada vez a más peruanos. En primer lugar, no se afectaba la evolución de la economía en el corto plazo porque las tasas de crecimiento iban de acuerdo a lo esperable. Pero el ruido político sí generaba que se desperdicie tiempo y oportunidades de mejora porque inició una parálisis de iniciativas de reformas tanto desde el Ejecutivo y del Legislativo. Los tiempos no estaban para cambios.
Luego de eso vino la agudización de la inestabilidad política que hizo imposible hablar de reformas y más bien empezaron una serie de iniciativas legislativas que más bien nos hicieron empezar a ir en sentido contrario afectando el potencial de crecimiento de nuestra economía en el largo plazo. El episodio del covid ha tenido básicamente un comportamiento de V donde la fuerte caída del 2020 fue compensada por una recuperación sin precedentes que nos haría pensar en la resiliencia de la nuestra economía. Pero creo que allí acaba el entusiasmo.
Los términos de intercambio en el 2021 alcanzaron su máximo histórico en lo que va del siglo y se prevé que siga así en los siguientes años. Por lo tanto, ahora sí están dadas las condiciones para volver a crecer al 6.5% o más si hubiéramos hecho la tarea de las reformas. Por eso genera desazón ver que las condiciones son buenas para el país, pero la tasa de crecimiento pronosticada para este año se ubica entre 2% y 3%, que la inversión privada caerá y que las expectativas no se recuperan. En esta oportunidad la responsabilidad es exclusivamente nuestra y la falta de cambios institucionales nos van a impedir recaudar más, disminuir la pobreza y mejorar la distribución del ingreso como venía ocurriendo. Serán generaciones las que se verán perjudicadas en el futuro por las oportunidades que no se crearán. La crisis política actual es un síntoma no una causa de todos los problemas subyacentes que como país aún no resolvemos y que nos está pasando la factura en lo económico.