Escribe: Marisa Aguirre, docente del Área de Gobierno de Personas del PAD-Escuela de Dirección
Desde hace un buen tiempo dicto clases en la Escuela de Dirección de la Universidad de Piura, lo que me permite estar en contacto directo con cientos de empresarios de distintos sectores, de distintas edades y posiciones. Sus conversaciones, sus comentarios en clase y las bromas durante el café, me van haciendo comprender, cada vez mejor, sus circunstancias y con las que se encuentran en su trabajo diario. Este permanente compartir con ellos me lleva también, ahora, a ocuparme de un tema sencillo pero importante: ¿son felices?
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Me consta el nivel de empeño que ponen en el trabajo, su empuje por alcanzar logros significativos, las horas de horas que ponen en cada actividad que muchas veces los lleva al límite, el afán por conseguir ¿metas?, ¿logros?, ¿éxito? ¿Por qué tanto empeño? ¿Para qué trabajan?.
Muchas veces hago esa pregunta en clase y la respuesta generalmente es “por mi familia”, “para dar algo mejor a los míos”. Y es verdad, pero ocurre que, en la práctica, lo que más descuidan es… la familia. A veces son horarios extendidos, otras veces viajes frecuentes para atender el trabajo en esos lugares. No faltan las actividades en fines de semana o cenas para cerrar un negocio. Las circunstancias son variadas, pero terminan atentando contra esa persona concreta que no llega a tiempo a su casa, que no puede ayudar a los hijos con las tareas, que le supone una dificultad cenar en familia o que -peor aún- no logra ver a sus hijos porque cuando llega a casa ya están durmiendo… ¿no era la familia el motor del trabajo? Y lo que estamos descuidando es precisamente eso: el proyecto familiar que se ha construido con tanto cariño y esfuerzo.
Una solución sencilla
Por varias décadas las empresas han estado mirando hacia fuera: el entorno, la competencia, los mercados, la implantación de estrategias, las regulaciones; descuidando una mirada hacia dentro de la organización donde se encuentra el saber real encarnado en la gente que trabaja ahí. Evidentemente hay que mirar hacia fuera, es el modo de buscar la eficacia, pero es una mirada parcial.
Se han dado otros pasos y así encontramos empresas que reconocen la necesidad de mirar de un modo más profundo y se implementan capacitaciones, seminarios y demás para encontrar a un excelente colaborador o premiar al “empleado del mes”, etc. Acción buena, pero que todavía conlleva una mirada parcial.
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La mirada empresarial completa lleva a considerar a la gente –a cada trabajador- como la persona que es y por tanto, con deseos, ilusiones, problemas y necesidades personales. Obviamente la empresa no puede asumir la responsabilidad de las vidas de sus trabajadores, pero sí debe considerar que la persona es una y esto tiene consecuencias también laborales. No trabaja igual quien lo hace en un entorno positivo, donde se siente apreciado, conocido, estimado por sus colegas y otro cuyo entorno es agresivo, de alta presión, sometido a políticas cerradas, en horarios muy demandantes.
Obviamente las empresas tienen sus propios fines, le interesan sus trabajadores, se invierte en capacitación, en minimizar riesgos y accidentes pero, ¿se interesan de que trabajen a gusto? ¿Qué tengan horarios aceptables?, ¿qué sean felices? Pareciera que es un asunto solamente personal.
Por eso hoy, el verdadero liderazgo empresarial lo tienen aquellas empresas que no solo descubren la importancia que tiene la gente porque ejecutan los planes decididos por la alta dirección sino las que se interesan por cada una de las personas que tienen a su cargo, están atentos a sus necesidades reales y consideran el impacto que pesa sobre ellas cuando definen políticas. Se establece así un balance entre lo que la empresa da y lo que los trabajadores esperan de ella, se han armonizado las necesidades de ambos y se logra una unidad que hace fuerte a la persona y sólida a la empresa que puede contar con gente que se identifica con ella.
No es un asunto complicado, no exige grandes inversiones y, sin embargo aporta mucho. Aporta compromiso, menor intención de dejar la empresa, confianza en los directivos. ¡La felicidad de los colaboradores también se juega en la empresa!
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