Universidad del Pacífico
El mundo tiene una tendencia hacia la descentralización. Los datos a nivel mundial indican que cada vez los países están más descentralizados en sus tres dimensiones: política, administrativa y fiscal. Esto implica que cada vez tenemos a los gobiernos subnacionales tomando sus propias decisiones o implementando políticas nacionales en los diversos territorios bajo su jurisdicción.
Esta tendencia en América Latina es menor que a nivel mundial, pero de manera inexorable se va avanzando en dicho sentido. Ello requiere que nos subamos a la ola de la mejor manera posible. Existen muchas razones por las cuales habrá más demanda por descentralización en el país. Sin embargo, debemos encauzar estas demandas de una manera adecuada. No es tener mayor autonomía para que hagan los que mejor les parezca. Intentar centralizar tampoco es una opción factible. Ello generaría más caos del que ya tenemos.
Por ello es que de cara al nuevo proceso de elecciones es que debemos ponernos a conversar y debatir acerca de las mejores formas de encauzar el proceso de descentralización, porque en la situación actual donde está afectada la gobernabilidad local y regional por los intereses políticos, las mafias de corrupción que imperan y la baja capacidad no pintan una situación adecuada de continuar.
¿Quién está en capacidad de ponerle el cascabel al gato? La pelea entre el Ejecutivo y el Legislativo es peligrosa para el proceso porque no vislumbramos una salida en dicho sentido. Ante un Ejecutivo con poca capacidad y un Congreso tan fragmentado, son pocas las opciones que se vuelven factibles.
Ello nos debe llevar a que la sociedad civil pueda empezar esta presión por una mejor descentralización porque el proceso está pensado para que las personas reciban bienes y servicios que brinda el Estado de manera oportuna y eficiente. Esa es la demanda y que busca que se genere valor público para las comunidades y el país. Sin embargo, debemos lidiar con la mentalidad clientelista que existe entre el Estado y la población. Hay un sesgo a querer, por una buena parte de la población, que todos los problemas los resuelva el Estado. Es imprescindible que cambie la perspectiva y que la sociedad como un todo madure. No solo es necesario que tengamos mejores políticos a nivel nacional y local, sino que crezcamos como comunidad siendo conscientes de nuestros derechos, pero también de nuestras obligaciones.
Esta confrontación entre grupos de la población que tienen visiones distintas de su rol: la activa versus la pasiva, debe empezar a inclinarse hacia la primera. Debemos estar claros en el rol que le toca jugar a la sociedad civil y a la academia tanto la presente en Lima como del resto del país. Vemos cada vez más casos de corrupción, pero se nos escapan muchos más casos de ineficiencia que terminan siendo hasta más perjudiciales para la población.
El abordaje cultural también es clave, debemos entender a los interlocutores desde sus perspectivas y cosmovisión. No necesariamente piensan como los citadinos de Lima y por eso ven a la capital y a los bienintencionados que vienen de allí con desconfianza. Desde el otro lado, existe también un cierto grado de autosuficiencia en donde si las cosas no se hacen desde una perspectiva occidental las cosas no son buenas. Ello está en la base de la desconfianza imperante en la actualidad. Esa es una institución que actualmente está omnipresente: La falta de confianza. Quizás por allí debemos empezar y los economistas empezar a estudiar el fenómeno de la economía institucional subnacional para entender mejor al país y poder plantear soluciones factibles.
En la actual coyuntura el ambiente para la descentralización positiva no pinta bien, pero podemos empezar a plantear los temas importantes para la población y así llamar su atención de participar más. De lo contrario, seguiremos perdiendo el tiempo.