Las redes wifi de Rusia 2018 no son necesariamente seguras. (Foto: AFP)
Las redes wifi de Rusia 2018 no son necesariamente seguras. (Foto: AFP)

Vladimir Putin rara vez habla inglés en público, pero hizo una excepción en el 2010, cuando Rusia ganó el derecho de ser sede de la del 2018. "Desde el fondo de mi corazón, gracias", le dijo al comité organizador de la . Para Putin, el torneo, como los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en el 2014, brinda la oportunidad de mostrar el renacimiento de Rusia bajo su liderazgo.

"Queremos mostrar al mundo la nueva Rusia, abierta y hospitalaria en todos los sentidos", dijo el ministro de deportes en ese momento, Vitaly Mutko.

Desde entonces, las acciones de Rusia en el escenario mundial han sido todo menos amistosas. Su anexión de Crimea en el 2014, la guerra en el este de Ucrania y la intervención militar en Siria han empañado las relaciones con Occidente. El propio Mutko estuvo involucrado en el escándalo de dopaje de los . (Putin lo recompensó con un ascenso a viceprimer ministro).

El envenenamiento de un ex espía, Sergei Skripal, en Salisbury a principios de este año provocó pedidos del Gobierno británico para que altos funcionarios boicotearan la Copa del Mundo. El mes pasado, investigadores liderados por holandeses implicaron a Rusia en el derribo del vuelo 17 de Malaysia Airlines sobre el este de Ucrania.

Como escribió un grupo de familiares de las víctimas antes del torneo, "somos dolorosamente conscientes de la oscura ironía de que los líderes rusos que profesarán dar la bienvenida al mundo con los brazos abiertos son los principales culpables de destrozar nuestro mundo".

Sin embargo, cuando la copa comienza, el mundo parece dispuesto a mirar más allá de la política. Aunque el equipo ruso, el peor clasificado de todos los competidores, logre con suerte superar la fase de grupos, Putin se alista a obtener una victoria en relaciones públicas.

El torneo tendrá poco parecido con los Juegos Olímpicos de 1980, cuando Estados Unidos encabezó un boicot de 65 naciones en respuesta a la invasión de la Unión Soviética a Afganistán; solo Islandia entre los participantes se ha unido a Gran Bretaña al negarse a enviar representantes de alto nivel.

Se espera que más de 1 millón de extranjeros visiten Rusia durante el próximo mes, aprovechando los procedimientos simplificados de visa. Los mayores compradores de boletos provienen de Estados Unidos.

Rusia no ha escatimado en gastos para presentar una cara amigable, destinando unos US$ 11,000 millones en infraestructura y una gran cantidad de brillantes estadios nuevos. (La corrupción y los excesos han sido generalizados, aunque no casi al nivel de las Olimpiadas de Sochi de US$ 50,000 millones).

Amplios senderos peatonales y exuberante vegetación reciben a los visitantes de Moscú, producto de años de renovación. El centro cuenta con cobertura wifi casi universal y una gran cantidad de bares de cerveza artesanal.

"Ya me encanta", declaró Jonathan Mascorro de Texas, mientras reflexionaba sobre las opciones para platos bahn mi y pho en un restaurante vietnamita en el parque Gorky de Moscú esta semana. Las ciudades anfitrionas regionales más pequeñas tendrán amenidades más dispersas, pero también han sido embellecidas.

Hordas de voluntarios de habla inglesa han sido reclutados; los conductores de taxis también han sido alentados a repasar sus habilidades lingüísticas. (Como dice un taxista de Moscú: "Ya estoy cansado de decir khello".) Incluso los malhumorados conductores de trenes están aprendiendo a sonreír a los pasajeros.

Para preservar la atmósfera festiva, las autoridades rusas tendrán que lidiar con varias dificultades. Una es la amenaza de enfrentamientos. La violencia entre los fanáticos rusos e ingleses en Marsella empañó el campeonato europeo en el 2016. La policía rusa ha tomado medidas enérgicas desde entonces, agrupando a los alborotados y advirtiendo a los fanáticos locales que no habrá tolerancia para los disturbios.

El terrorismo es otro de los peligros. Con 11 ciudades anfitrionas, y 2,500 km separando la sede más lejana, la Copa del Mundo de Rusia ofrece un atractivo objetivo para los ataques de lobo solitario. El grupo Estado Islámico (IS) hizo amenazas explícitas antes del torneo, publicando imágenes de propaganda con futbolistas famosos en trajes anaranjados.

El Kremlin también tendrá que mantener la atención lejos de su propia represión local. Mientras llegan los fanáticos, los cines han mostrado "Leto", una nueva película dirigida por Kirill Serebrennikov, que ha estado bajo arresto domiciliario por cargos falsos de corrupción durante casi un año.

El principal político opositor de Rusia, Alexei Navalny, encarcelado el mes pasado por protestas contra Putin, parecía listo para ser liberado el día de la inauguración. Oleg Sentsov, un director de cine ucraniano encarcelado por cargos inventados de terrorismo, ha estado en huelga de hambre desde el 14 de mayo, exigiendo la liberación de otros presos políticos ucranianos. Una vez que los fanáticos partan más adelante en este verano, ellos se quedarán. El hermoso juego solo puede ofrecer un alivio temporal de realidades desagradables.