navidad
navidad

Solo a un economista se le ocurriría preguntar si la Navidad es eficiente. En 1993, Joel Waldfogel, entonces profesor de la Universidad de Yale, convirtió una conversación con sus colegas a la hora del almuerzo en un trabajo titulado "La pérdida irrecuperable de la Navidad", que sostenía que, no, no lo es.

Que la entrega de regalos en realidad sea mala es el tipo de opinión que engendra una profunda desconfianza de los economistas -el odio es quizás demasiado fuerte- entre los que no están adiestrado en la ciencia funesta.

También es el tipo de visión analítica de la que se enorgullecen los economistas: contraintuitiva, irreverente e interesante. Pero tal vez deberían estar menos contentos consigo mismos. La forma en que piensan sobre la época más festiva del año revela algo importante sobre las deficiencias del enfoque del campo sobre el comportamiento humano.

La noción de Waldfogel fue inteligente. Grandes cantidades de dinero se gastan en regalos navideños; tiene sentido preguntar si tales gastos dejan al mundo mejor. Al comprar regalos, las personas hacen todo lo posible para encontrar algo que el destinatario aprecie. Pero, según los economistas, las personas conocen sus preferencias mejor que otras. Lo mejor que puede esperar hacer alguien que da un regalo, en términos de mejorar la vida a otra persona, es darle a la persona lo que ellos mismos elegirían comprar con el dinero para gastar.

Debido a que el dador inevitablemente entiende las preferencias del receptor de manera imperfecta, los beneficiarios generalmente valoran los regalos por un precio menor que el de compra, generando una sustancial "pérdida irrecuperable" para la economía. Jo jo jo.

Así se destruye entre un décimo y un tercio del valor de los regalos otorgados en Navidad, estima Waldfogel, según los experimentos realizados con sus alumnos en Yale. Debido a que el gasto durante esta festividad representa una porción significativa del PBI, la pérdida a causa de Navidad es aproximadamente una décima parte de la causada por los impuestos a la renta, concluyó.

No todos los regalos son igualmente mal elegidos. Es probable que los amigos cercanos y la familia entiendan mejor a sus seres queridos y, por lo tanto, lo hagan de manera más eficiente. En general, sin embargo, las personas estarían mejor si simplemente se dieran dinero mutuamente. Esta era una forma inusual e interesante de pensar en Navidad (y, de hecho, sobre las festividades en general).

También es práctico: aquellos que consideren dar regalos durante las festividades deberían proceder si conocen bien los gustos de su receptor, y si están preparados para pensar detenidamente sobre qué comprar. De lo contrario, es mejor ir con dinero en efectivo (o tal vez tarjetas de regalo, que son menos eficientes que el efectivo, pero que pueden ser más aceptables como regalo).

Sin embargo, no es mera sentimentalidad encontrar algo extraño en este análisis, como algunos economistas han reconocido. Dar regalos no es una transacción sin sentido. El acto de dar crea valor en sí mismo. En respuesta a Waldfogel, John List, de la Universidad de Chicago, y Jason Shogren, de la Universidad de Wyoming, llevaron a cabo su propio experimento, utilizando subastas en lugar de encuestas para determinar el valor que la gente daba a los regalos que se les habían otorgado.

Llegaron a la conclusión de que quienes recibían los obsequios en promedio los valoraban entre un 21% y un 35% más que el costo para el dador. Su diseño experimental, señalaron, se basó en el principio novedoso de que "valor material + valor sentimental es igual a valor total".

De manera similar, un panel de economistas convocado por la Universidad de Chicago y encuestado regularmente sobre cuestiones económicas no estuvo de acuerdo, cuando se le preguntó sobre el tema en el 2013, si dar regalos es ineficiente.

La entrega de obsequios genera valor al indicar al destinatario que el dador se preocupa por la relación, señalaron algunos; la señal es especialmente fuerte si el obsequio demuestra la familiaridad del dador con los gustos y preferencias del receptor.

Otros calculan que la satisfacción que el dador siente al dar también debe ser tomada en consideración. "Este es el tipo de punto de vista estrecho que con razón da mala fama a la economía", dijo Angus Deaton, un economista ganador del Premio Nobel, sobre la cuestión de la eficiencia.

Pero es la forma en que se plantea la pregunta, más que la forma en que los economistas eligen responderla, ese es el problema real. Dar regalos no ocurre en el vacío; las personas no se predisponen al azar en aumentar el bienestar de sus seres queridos con regalos festivamente envueltos. Por el contrario, ocurre dentro de un contexto social muy específico: la temporada de fiestas de fin de año.

¿Por qué la gente hace cosas navideñas en Navidad? ¿Por qué colocan árboles cubiertos de oropel en sus casas y dejan que sus hijos se sienten en los regazos de hombres vestidos de Papá Noel? Lo hacen porque están participando en un ritual social de masas largamente practicado. Evaluar el obsequio sin tener en cuenta este contexto social es un ejercicio casi inútil.

¿Cómo se puede tener en cuenta ese contexto? Navidad es lo que en otras circunstancias un economista podría referirse como una institución. Las instituciones son reglas y normas que se desarrollan para resolver problemas sociales; los conceptos de propiedad privada, por ejemplo, ayudan a una sociedad a manejar una tendencia a abusar de la propiedad común.

Algunas investigaciones evalúan las festividades de esta manera. Un documento publicado en el 2001 por Vijayendra Rao, del Banco Mundial, reconoce que los festivales en la India brindan la oportunidad de consolidar los lazos familiares y de profundizar el capital social de forma que rinda beneficios en otras épocas del año. Los indios que gastan más durante los festivales disfrutan de un estatus social más alto, lo que se traduce en beneficios tangibles, como obtener mejores ofertas de los tenderos para comprar alimentos.

Incluso este es un análisis demasiado exangüe. Muchos días festivos están enraizados en antiguas prácticas religiosas o culturales. Si y cómo usted las celebra son asuntos de identidad personal y grupal. Como muchos clérigos están deseosos de señalar, la Navidad es más que regalos. El intercambio de regalos es una parte inseparable de un tiempo comunal de celebración y buena voluntad. Los economistas serían más útiles si pudieran reconocer cuándo y por qué la maximización de la eficiencia queda relegada. También sería más divertido tenerlos en casa para Navidad.