FOTO 7  | La industria de remesas heredada ha estado dominada durante mucho tiempo por efectivo, que requiere ubicaciones físicas donde los clientes pueden entregar o retirar dinero.
FOTO 7 | La industria de remesas heredada ha estado dominada durante mucho tiempo por efectivo, que requiere ubicaciones físicas donde los clientes pueden entregar o retirar dinero.

A lo largo de la historia de la humanidad, enviar dinero más allá de las fronteras ha costado demasiado dinero. Afortunadamente para los trotamundos y compradores electrónicos en el mundo rico, eso ha cambiado en la última década. Un cambio del efectivo y cheques de viajero a los pagos digitales ha reducido el costo de mover fondos. Y una nueva generación de firmas fintech ha roto el dominio que los grandes bancos solían tener sobre las transferencias de dinero.

Como resultado, las tarifas han caído. El costo de una transferencia entre consumidores o empresas pequeñas, ambos en países del G7, ahora puede costar un 2% o menos. Este año, unos US$ 10 billones cruzarán las fronteras. A medida que los precios sigan cayendo, las sumas crecerán.

Sin embargo, un rincón de esta industria sigue atrapado en una polvorienta distorsión del tiempo: las remesas, o la práctica de los trabajadores extranjeros que envían dinero a sus familiares en casa. Allí los costos siguen siendo muy altos, alrededor del 7%. Eso importa.

Las sumas involucradas son vastas: US$ 550,000 millones de remesas irán a los países en desarrollo este año, más que todo el capital que reciben como inversión de empresas multinacionales, dice el Banco Mundial. Hay 266 millones de migrantes, que a menudo envían dinero a casa. Muchos de ellos son pobres, y también lo son casi todos sus parientes.

Las remesas cuestan demasiado por varias razones. Por lo general, al menos una parte del viaje aún involucra dinero físico –ya sea en la "primera milla", cuando un trabajador de construcción o un camarero entrega billetes ganados con esfuerzo a una empresa especializada en transferencias o a un banco; o en la "última milla" en el otro lado del mundo, cuando el efectivo se entrega a sus familias, que carecen de cuentas bancarias. Estas vastas redes son caras de mantener– Western Union, una empresa de transferencia de 168 años de antigüedad, puede enviar efectivo o recogerlo de más de medio millón de sitios físicos en todo el mundo.

Los altas tarifas también reflejan un comportamiento anticompetitivo y una maraña cada vez mayor de reglas occidentales sobre lavado de dinero destinadas a vigilar a los barones de Al Qaeda, pero que han resultado ser una pesadilla para las expatriadas filipinas que trabajan en servicios domésticos.

En conjunto, estas dos fuerzas están estrangulando a los nuevos entrantes. Entre el 2011 y 2015, cuando la industria experimentó una breve oleada de nuevas empresas, las tarifas promedio de remesas bajaron un 17%. Pero en el 2016, el número de lanzamientos de startups se redujo a la mitad en comparación con el año anterior. Las tarifas se han estabilizado desde entonces.

Para producir remesas en el siglo XXI, deben suceder dos cosas. En el corto plazo, los gobiernos del mundo en desarrollo necesitan ayudar a desatar la competencia.

A veces, las grandes empresas que dominan las transferencias de efectivo, como MoneyGram y Western Union, tienen sociedades exclusivas con organismos estatales que tienen un papel dominante en la primera o la última milla.

Por ejemplo, las oficinas de correos que reciben pagos a menudo se comprometen contractualmente a utilizar una sola empresa de transferencia. Los acuerdos que bloquean a rivales deben ser prohibidos. Los gobiernos en el mundo rico deben diseñar sus reglas sobre lavado de dinero teniendo en cuenta la competencia. Simples ajustes podrían reducir la carga de cumplimiento que enfrentan las startups. Por ejemplo, podría requerirse que las fintechs realicen un seguimiento de cada 20 transacciones que caen por debajo de un umbral definido, en lugar de cada una de ellas.

A la larga, la respuesta al enigma de las remesas es un alejamiento de los costosos sistemas basados en efectivo y un desvío de los bancos y las empresas de transferencia. Esto aún podría suceder. En África, Asia y América Latina, cientos de millones de personas utilizan el comercio electrónico y aplicaciones de transporte en teléfonos móviles que, por lo general, también tienen sistemas de pago y billeteras digitales.

Los emprendedores y las empresas de tecnología están trabajando en cómo unir todas estas redes locales. Con el tiempo, tal vez, el envío de US$ 200 del mundo rico al emergente no costará casi nada y la revolución de los pagos se completará.