Una batería de ensayos de misiles y una serie de acuerdos de defensa en el Pacífico ilustran la frenética carrera armamentística regional que se está intensificando por la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos.
“Hay un poco de frenesí en el Indo-Pacífico para rearmarse”, afirmó el profesor John Delury. “Hay un sentimiento de que todo el mundo lo está haciendo”, añadió.
En apenas 24 horas esta semana, Corea del Norte disparó dos proyectiles desde un ferrocarril, Corea del Sur probó con éxito su primer lanzamiento de un misil desde un submarino y Australia anunció la compra sin precedentes de unos modernos submarinos de propulsión nuclear y misiles de crucero Tomahawk a Estados Unidos.
Una concatenación de eventos extraordinaria que muestra el afán de la región por hacerse con las últimas maravillas del armamento moderno, dicen los expertos.
Solo el último año, la región de Asia y Oceanía destinó más de medio billón de dólares a sus ejércitos, según los datos del Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo.
“Realmente hay una tendencia al alza durante los últimos veinte años. Asia es la región donde esta tendencia creciente es más evidente”, dijo Lucie Beraud-Sudreau, de este instituto.
Esta experta señala una tormenta perfecta de rápido crecimiento económico, que engrosa el dinero disponible en las arcas de los gobiernos y la cambiante “percepción de la amenaza” en la región.
Disuadir a China
China representa casi la mitad del gasto militar de Asia y ha aumentado esta partida presupuestaria anualmente desde hace 26 años, convirtiendo el Ejército Popular de Liberación en una moderna fuerza de combate.
Se estima el gasto de Pekín en US$ 252,000 millones anuales (+76% respecto al 2011), que le permiten proyectar su poder en la región y desafiar el dominio estadounidense.
Pero los presupuestos de defensa de Australia, India, Japón, Corea del Sur y otros países asiáticos también se inflan.
Michael Shoebridge, exresponsable de inteligencia australiano, ahora en el Instituto de Política Estratégica de Australia, cree que este gasto es una reacción directa a China.
“La actual competición militar es entre China y otros países que quieren disuadir a China de usar su fuerza”, señaló.
“Esta reacción crece, particularmente desde que Xi (Jinping) está al mando. Está claramente interesado en usar todo el poder que China ha ganado de forma bastante coercitiva y agresiva”, añadió.
Actualmente, un 20% del gasto militar en la región responde a adquisiciones, notablemente de recursos marítimos y material disuasorio de largo alcance concebido para convencer a Pekín, o cualquier otro adversario, de que es mejor no atacar.
Shoebridge pone como ejemplo la decisión de Australia de comprar ocho submarinos de propulsión nuclear --aunque sin armamento atómico-- y misiles de crucero Tomahakw a Estados Unidos.
“Todo está pensado para elevar el coste para China de implicarse en un conflicto militar. Son una réplica bastante efectiva al tipo de capacidades que el Ejército Popular de Liberación ha estado desarrollando”, afirmó.
Incluso, el refuerzo de Corea del Sur “está más impulsado por China que por Corea del Norte”. “No hay una explicación a (la decisión de Seúl de construir) un portaaviones que pueda estar vinculada a Corea del Norte”, estimó.
Lo mismo ocurre con la modernización del ejército de India, que hace un año protagonizó enfrentamientos con China en su frontera en el Himalaya.
La mano de Washington
Por su parte, China, orgullosa de describir su relación con Estados Unidos como “una gran rivalidad entre potencias”, acusa a Washington de espolear la carrera armamentística.
En palabras del tabloide estatal Global Times, Washington “está polarizando histéricamente su sistema de alianzas”.
Si la sombra de China es el principal impulso a la carrera armamentística regional, Estados Unidos no ha dudado en acelerar el proceso, ayudando activamente a sus aliados regionales a fortalecerse.
Mientras China y Japón escalaban sus programas de defensa, Washington ha estado “ayudando e incitando” a sus aliados “en nombre de la disuasión de China”.
“No vemos control armamentístico aquí, vemos lo contrario”, manifestó.