La guerra en Ucrania reducirá en un punto el crecimiento de la economía mundial durante el primer año y el impacto será más alto en la Unión Europea (UE), donde en caso de interrupción completa de las importaciones energéticas procedentes de Rusia el efecto puede ser de cerca de dos puntos de PBI.
Esta es la primera evaluación de las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania presentada este jueves por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que insiste en que los efectos negativos se verán en todas las regiones del mundo.
La razón es que la demanda global quedará debilitada y el poder adquisitivo en todas partes se verá reducido por las presiones inflacionistas, ya que el aumento de precios será 2.5 puntos porcentuales más de lo que se esperaba.
Antes de que estallara el conflicto, la OCDE había estimado en diciembre que la economía mundial iba a continuar la senda de la recuperación tras la crisis del COVID-19, con una progresión del Producto Bruto Interno (PBI) de 4.5% en el 2022 y de 3.2% en el 2023. Esas proyecciones han quedado totalmente caducas.
El secretario general de la OCDE, Mathias Cormann, subrayó que la consecuencia más grave es la pérdida de vidas humanas y “la crisis humanitaria impuesta al pueblo ucraniano” a causa de “la agresión a gran escala” de Rusia contra ese país, que es también un ataque contra los valores democráticos.
UE pagará su dependencia de Rusia
La UE pagará su fuerte dependencia de los combustibles fósiles que le compra a Rusia (un 27% del petróleo, un 41% del gas y un 47% del carbón). En la zona euro, la guerra restará 1.4 puntos al PBI, mientras en Estados Unidos el impacto será menor (de 0.9 puntos).
Además, existe un riesgo potencial de que se interrumpan totalmente las exportaciones rusas de energía en dirección de la UE, lo que podría disminuir allí el crecimiento del PBI en 0.5 puntos más y causaría un incremento total de la inflación de unos 3.5 puntos respecto a las expectativas anteriores a la guerra.
Es verdad que el golpe será mucho más duro para Rusia, que con las sanciones occidentales ha quedado aislado del sistema financiero, y debería sufrir un hundimiento de 10% de su producción. La OCDE ni siquiera ha querido especular con cifras sobre cómo podría quedar Ucrania.
Estos dos países apenas representan un 2% del PBI mundial, pero tienen una importancia significativa como proveedores de materias primas, no solo de gas o petróleo, sino que por ejemplo representan el 30% de las exportaciones de trigo, el 20% de las de maíz.
Riesgo de hambrunas
La OCDE alerta de que una interrupción de sus ventas de alimentos al exterior dejaría sin suministro de bienes básicos a muchos países en desarrollo -en particular de Oriente Medio y del norte de África- lo que implica no solo una amenaza económica, sino sobre todo de un incremento de la pobreza y de hambrunas.
Por eso Cormann hizo un llamamiento para que la UE, Estados Unidos y Canadá modifiquen sus políticas agrícolas para incrementar su producción rápidamente, pero sin caer en el proteccionismo.
En cuanto a la asistencia de los tres millones de refugiados ucranianos que han huido a otros países del Viejo Continente, la OCDE calcula que tendrá un costo de al menos un 0.25% del PBI en la UE el primer año.
Una cifra manejable para el conjunto del bloque europeo, pero que tendrá que ser objeto de solidaridad para que no solo acarreen con la carga los Estados fronterizos con Ucrania, los que han recibido el grueso de los refugiados.
Para hacer frente al choque por el tirón de los precios de la energía, la organización considera que las acciones de los gobiernos con medidas presupuestarias pueden ser efectivas para limitar el recorte del crecimiento, pero a condición de que sean “temporales” y “selectivas”.
“No creemos que la intervención del mercado sea parte de la solución”, subrayó Cormann, que insistió en que la prioridad es proteger a las familias en situación vulnerable.
Para financiar esas ayudas, una de sus principales ideas es aplicar impuestos que graben los llamados “beneficios caídos del cielo” que están obteniendo las eléctricas en Europa gracias al sistema marginalista de fijación de precios que hace depender la cotización del megavatio hora del gas, al margen de los costos reales de otras tecnologías de generación de electricidad.