Por Daniel Moss
Una de las economías más importantes del mundo se está recuperando de un error de política autoinducido. Japón ahora está pagando el precio por el aumento del impuesto al consumo del último trimestre, justo cuando comienza a luchar contra el impacto del coronavirus.
El producto bruto interno (PBI) de Japón se desplomó un 6.3% en los últimos tres meses del 2019, informó la Oficina del Gabinete el lunes, casi el doble de la caída anticipada por los economistas y el peor resultado en cinco años. Existe una alta probabilidad de que Japón caiga en recesión, debido a la reducción de la actividad causada por el virus este año.
Este fiasco fue sumamente innecesario. Nunca es un buen momento para subir los impuestos, y el envejecimiento de la población de Japón está forzando su base fiscal. Aclarado el punto, el primer ministro Shinzo Abe fue advertido en los meses previos a la subida del 1 de octubre de que la economía se vería afectada. (Escribí hace un año sobre la locura de seguir adelante con esta idea). El aumento al 10% del 8% ya se había retrasado dos veces.
La última vez que se elevó el impuesto, Japón cayó en una profunda depresión. Preocupado por repetir ese error, Abe otorgó una serie de exenciones e incentivos en vano: el último impacto estuvo cerca de la caída del 7.4% del segundo trimestre del 2014.
El error de Abe sería suficientemente lamentable si fuera la única tragedia de Japón. Estamos viendo los efectos del cierre de China en todo el mundo a medida que se propaga el coronavirus. Singapur, un centro para el capital global, el comercio y el turismo, dijo que la economía podría no crecer en absoluto en el 2020, tras emitir un nuevo pronóstico el lunes que estima un crecimiento de -0.5% a 1.5%, una predicción moderada a menos de dos meses del año en curso. Tailandia, un importante destino turístico chino, redujo su perspectiva a un rango de 1.5% a 2.5% de 2.7% a 3.7%. Incluso el estancamiento del cuarto trimestre de Alemania —las cifras del viernes mostraron un crecimiento nulo— lucen saludables en comparación con Japón.
Estas pésimas cifras comienzan a parecer un anticipo de un futuro aún más sombrío. Capital Economics no espera una expansión global en el primer trimestre, un patrón que no hemos visto desde el 2009. Esto es aún más trágico dado que la economía mundial parece haber tocado fondo después de un año de lucha con la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
¿Era realmente necesario continuar con esta alza mientras Japón se veía afectado por una disputa entre sus dos socios comerciales más importantes? Sin duda, el Ministerio de Finanzas, durante mucho tiempo fanático de los aumentos de impuestos, la impulsó: Primero, entre iguales en la burocracia de Tokio, los exalumnos de la agencia se reparten a través de muchas instituciones de la vida económica y corporativa, lo que hace que su influencia sea generalizada.
En retrospectiva, podría haber sido mejor implementar el aumento de impuestos en incrementos más modestos de, digamos, 0.5% cada año. Estas alzas graduales podrían haberse realizado en función de las previsiones económicas: si se proyecta que el crecimiento caiga por debajo de un cierto nivel, los cambios impositivos se diferirían, mientras que, si el pronóstico mejorara, se podría implementar un aumento ligeramente mayor.
Nadie vio venir una epidemia mundial a corto plazo cuando el año pasado llegaba a su fin. Pero algo tuvo que salir bien para que Japón esquivara esta bala de aumento de impuestos. En cambio, algo grande salió mal. Cuando se deba pagar el costo del virus, el precio será más alto, gracias a los pasos en falso de Japón.
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.